LITERATURA › DE CARA A LA FERIA DE FRANCFORT 2010
La Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería lanzó un programa de apoyo a la traducción de escritores argentinos al alemán. Fueron seleccionados cuatro autores: Alan Pauls, Liliana Bodoc, Fabián Casas y Diana Wang.
› Por Silvina Friera
Basta de clichés: ni el mito de Evita, ni el Che, ni Borges, ni Maradona, ni el tango. Mientras varios escritores y funcionarios argentinos se enfrascaban en discusiones estériles sobre los iconos de la argentinidad que representarían al país en Francfort 2010, la más importante del mercado del mundo editorial, donde no está mal recordar que el corazón es la venta de derechos mundiales, otros puentes literarios comienzan a articularse, ajenos al “conventillo mediático”. Los nuevos arquitectos, los constructores de estos puentes, son los traductores, que cumplen el rol de “agentes” y estimuladores de los escritores argentinos que desean acercar a los lectores alemanes. La Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería lanzó un programa de apoyo a la traducción de autores argentinos al alemán. En mayo se convocó al primer concurso abierto para todas las editoriales de lengua alemana. De las veinte postulaciones recibidas, el comité de selección, presidido por la embajadora Gloria Bender y conformado por el ministro Sergio Baur, Daniela Gutiérrez (Cámara Argentina del libro) y Mónica Herrero, decidió por unanimidad otorgar cuatro apoyos de 2000 dólares cada uno a las traducciones de El pasado, de Alan Pauls, que se publicará por Klett Cotta; Los días del fuego, de Liliana Bodoc, que se editará por Suhrkamp; Ocio, de Fabián Casas, que lanzará Rotbuch, y a Los niños escondidos. Del Holocausto a Buenos Aires, de Diana Wang, el único libro de no ficción que da cuenta del vínculo solidario de la Argentina con los sobrevivientes del Holocausto, que se publicará por Assoziation A.
Editora de Suhrkamp, una de las más prestigiosas en el ámbito literario y filosófico alemán, Corinna Santa Cruz cuenta a PáginaI12 que eligió Los días del fuego, la tercera y última parte de La saga de los confines, de Bodoc –que será traducida al alemán por Matthias Strobel–, por su lenguaje poético y su mirada diferente sobre la historia del continente americano. “Transmite la magia y las creencias de los pueblos indígenas y una imagen diferenciada de los poderosos: no son invulnerables, sino que cometen errores, se equivocan, mueren –fundamenta la editora–. El lector alemán, a quien como a todos los lectores del mundo le gustan las novelas fantásticas, tendrá el placer de leer un libro de alta calidad literaria y una historia inteligente.” En los últimos treinta años, Suhrkamp, fundada en 1950, ha publicado a Juan Carlos One- tti, Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Alejo Carpentier, Octavio Paz y, entre los argentinos, a Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo, Manuel Puig, Juan Filloy, Tomás Eloy Martínez, Elsa Osorio, Martín Kohan, Sergio Olguín, Pablo Ramos, Antonio Dal Masetto y Liliana Bodoc.
¿Qué aproximaciones, imágenes, ideas, tiene el lector alemán respecto de la literatura argentina? “La literatura abre horizontes, nos hace conocer otros mundos, otras formas de pensar y escribir –responde Santa Cruz–. Para los lectores alemanes, igual que para los lectores de todas partes del mundo, no olvidemos que el propósito mayor de la Feria de Francfort es vender derechos mundiales, Argentina no es solamente el tango, el fútbol, el mito de Evita o la dictadura. Quieren conocer a escritores, ya sea de novelas, policiales, cuentos, poemas; desean conocer la literatura contemporánea y clásica. No están buscando confirmar los clichés; lo que sí buscan conocer es la alta calidad literaria de un país que tiene una gran tradición.”
Sylvia Degen, responsable de la traducción de Los niños escondidos. Del Holocausto a Buenos Aires, de Diana Wang, hizo su tesis de doctorado sobre la traducción de los testimonios de las víctimas. “Ya me había dedicado al tema del nacionalsocialismo, del antisemitismo y de la política de la memoria acá en Alemania. Como estaba en Buenos Aires en 2006, conocí a muchos de los protagonistas del libro y ese encuentro me impresionó muchísimo –recuerda la traductora–. He querido traducir el libro desde que lo leí por primera vez.” Degen revela que muchos aspectos del libro de Wang resultarán novedosos para los alemanes. “Argentina se hizo conocida como nuevo hogar para los criminales de guerra, pero no hay mucha gente que sepa de la importancia que tiene la comunidad judía argentina. Se sabe que muchos sobrevivientes se fueron a los Estados Unidos o a Israel, pero sobre América latina no se sabe mucho.”
Timo Berger, poeta y traductor, dice que aún sigue sorprendido por Ocio, de Casas. “Cuando salió la primera edición de esa novelita, por Libros de Tierra Firme, ya había traducido unos poemas de Casas que pertenecían a El salmón por mediaciones de un amigo en común, el gran poeta y agitador de la escena under de los noventa, el entrerriano Daniel Durand. Mi historia personal como traductor del castellano al alemán comienza ahí, en las tertulias literarias en la casa de Durand, a fines de los noventa –plantea Berger–. Cada martes nos juntábamos en su casa y él me recomendaba libros. Un día me dice: ‘Che, si vos querés traducir algo fácil te doy El salmón’; hasta me consiguió un ejemplar porque ya por esa época el poemario no se conseguía más. A mi regreso a Alemania, me puse a traducirlo. Después Durand me lo presentó a Casas y ahí me dio su novelita.” Berger subraya que ocho años después de su primera lectura de Ocio se acordó del libro que formó su mirada sobre todo lo que se escribió después en la narrativa argentina. “De Casas siempre me fascinó cómo está buscando el registro justo para narrar en el limbo entre costumbrismo y literatura universal. Aunque hable de Boedo, de casas chorizo con patios, los alemanes, cuando leían poemas de él, siempre se identificaban muy rápido con su visión del mundo. Entonces pensé que deberíamos llevar Ocio a Francfort.”
Berger cuenta que Rotbuch es una editorial de la izquierda tradicional alemana que acaba de publicar Cien horas con Fidel Castro. “Cuando les mandé la propuesta, pensé que no estaría nada mal que publicaran aunque sea dos horas y media con Fabián Casas. Fijate en la coincidencia de las siglas, F.C.”, bromea. Los traductores cumplen un nuevo rol como “agentes” o estimuladores para que los editores se decidan a traducir una obra. “Aún no me veo en ese rol –admite Berger–. Me gusta demasiado la literatura para reducirme al rol de un agente que más bien está fijándose en las cuentas. La verdad es que me fue muy mal con eso de lucrar con la literatura. Siempre salgo pagando. Pero es cierto: ahora la gente te llama y te pregunta a quién recomendás para una lectura de poesía, a quién se puede incluir en una antología de narrativa actual de la Argentina. Pero detrás de eso hay todo un laburo de años sin cobrar nunca ni un sope”, señala, demostrando lo que aprendió del lunfardo.
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