Jue 13.11.2008
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LITERATURA › ENTREVISTA A SANTIAGO RONCAGLIOLO Y ANDRéS NEUMAN

De aquí, de allá y de todas partes

Roncagliolo es peruano y emigró a Barcelona. Neuman es argentino y vive en Granada. Invitados por el Filba, hablan aquí de esa especie de zona fronteriza donde se mueven literariamente y cuentan qué recursos utilizaron para adaptarse y pertenecer.

› Por Silvina Friera

Los escritores Santiago Roncagliolo y Andrés Neuman recuerdan lo que significó emigrar de Perú y de Argentina hacia Barcelona y Granada, cómo enfrentaron el hecho de vivir en una especie de zona fronteriza y qué estrategias o recursos utilizaron para adaptarse y pertenecer. De estas y otras cuestiones hablarán ambos autores cuando hoy a las 19.30 participen del panel “Viajar, perder países”, en el Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (Filba), que ayer inauguró el filósofo italiano Gianni Vattimo. Escribir Abril rojo, Premio Alfaguara de Novela en 2006, fue un modo de volver, pero también de liberarse de Perú. “En esa novela aparece todo el tema de la violencia, que para mí es un asunto personal. Claro que es un tema político, pero nunca había pensado mucho en eso, había tratado más bien de olvidar. Cuando escribes sobre esa violencia, cortas amarras. Dices: ‘Ya está, la terapia ha terminado’, porque lo has sacado. Puedes verlo más fácilmente a la distancia y decirlo te ayuda a conjurarlo”, señala Roncagliolo. “Lo interesante de estar en una u otra orilla o, de haber estado en las dos, es que desde una podés mirar la otra. A mí me pasó con Bariloche y Una vez Argentina, dos novelas en las que hablo de Argentina. Me fui justo cuando terminé la primaria y empecé la secundaria en Granada, excepto un año que hice en el Buenos Aires.”

Santiago Roncagliolo: –¿En el Buenos Aires de la novela de (Martín) Kohan?

Andrés Neuman: –Sí.

S. R.: –¿O sea que tú ibas a ser de la elite de este país?

A. N.: –Sí, pero tuve la astucia de emigrar (risas).

S. R.: –Tú estudiaste ahí, pero eres un niño genio...

A. N.: –No sólo eso: mi padre estudió ahí, mis tías estudiaron ahí, pero yo, más discreto, hice las valijas.

S. R.: –Los educaron para presidentes y llegaron a artistas, qué desperdicio (risas).

“Cuando emigras a una edad en que tu personalidad no está conformada, si es que tu personalidad se conforma alguna vez, cuesta más adaptarte”, plantea Neuman. “Cuando llegué, me sentía completamente lejano y ajeno de España. Durante meses estuve viviendo a través del teléfono y las cartas. Pero pasado ese período como de aclimatación selvática, los siguientes años fueron de negar el lugar del que procedía para tratar de adaptarme al medio. La escritura de estas dos novelas fue una forma de regreso simbólico que me permitió digerir mi otra orilla. Y eso es la apertura de un ciclo, pero también el cierre de otro.” El escritor argentino tuvo que hacer “una especie de travestismo absoluto” para no ser el blanco de los escarnios en la escuela secundaria de Granada. “La estrategia fue hacerme amigo de todos los repetidores, de todos los delincuentes en potencia, los que bebían cerveza en la puerta. Me tenía que poner un disfraz que de pronto se me empezaba a pegar a la piel y era opresivo pero interesante, porque a los 14 o 15 años de pronto decía: ‘Ah, bueno, voy a elegir quién soy’, obviamente no se puede hacer algo como eso de una forma tan sencilla.” Al emigrar, también se produce un sutil desplazamiento dentro de la misma lengua. Muchas veces se tropieza con la pronunciación de las palabras. “Había un compañerito que seseaba y estaba muy acomplejado. Y teníamos otro amigo que ceceaba. Formamos un grupo que era el seseante, el ceceante y yo. Eramos un trío de perturbados lingüísticos que no conseguíamos decir ‘zapato’ de forma correcta. Ahora me doy cuenta de que si nos hicimos amigos fue por la extrañeza de nombrar las palabras más elementales. Los tres hacíamos un esfuerzo por tratar de hablar de otra manera. Me emocionó conocer a estos chicos porque ellos eran de Granada. Me di cuenta de que la extranjería tiene que ver también con ciertas manifestaciones colectivas, que se pueden dar en un aula, en un barrio, no hace falta cambiar de país.”

Roncagliolo coincide con Neuman respecto de la importancia del lugar donde transcurre la adolescencia. “Es crucial para lo que tú sientes que eres porque es donde empezaste a decir quién eres. Ese lugar fue Perú, pero me parezco muy poco al que se fue de ese país. Yo hablo de un modo bien indeterminado. Nadie sabe nunca de dónde soy. El peruano no es un acento que tú reconozcas. En la escritura, automáticamente calculo cuánto peruano necesito para que lo que estoy escribiendo tenga un sabor local, pero no estorbe la lectura fuera del Perú. Y me sale así en todo lo que escribo.” Neuman dice que cuando emplea un léxico marcado localmente es consciente de los lectores de las dos orillas: los de España y los de Argentina y los países latinoamericanos. “Una discusión interesante es la diferencia entre el castellano estándar y el castellano neutral. El castellano estándar sería para mí el de los subtítulos de películas, un castellano irreal, en el peor sentido, que es estéticamente negligente y estilísticamente pobre. Yo defiendo el castellano neutral, entendiendo por neutral que es equidistante de todos los castellanos, que es una especie de koiné (lengua común), un castellano que pueda ser percibido de forma a medias familiar y a medias extraño en todos los países. Es el castellano que más me interesa para escribir, siempre que la historia no suceda en un lugar determinado. Soy muy consciente de lo raras, ajenas o extranjeras que pueden sonar todas las palabras, entonces me empiezo a replantear todo el léxico infantil de nuevo. Y eso es un tema interesante, pero también trabajoso.”

Una de las experiencias raras e inesperadas para Roncagliolo está vinculada con el fútbol. “Ahora que España ganó la Eurocopa, yo me iba volviendo un energúmeno frente a la pantalla, saltaba y gritaba, aunque nunca me había gustado el fútbol. Ahí entendí que no me gustaba porque soy peruano y nunca he ganado nada. Me parecía una experiencia tan triste, tan deprimente, toda la gente que salía de los estadios estaba de tan mal humor que siempre pensé pa qué. Y cuando vi ganar al que yo ya sentía mi equipo, me di cuenta de todo lo que había perdido. Fue como descubrir el sexo, un montón de nuevas emociones.” Neuman, hincha de Boca, recuerda que él vivió el período pos Maradona, esperando que Boca ganase un campeonato. “Cuando emigró mi familia y me fui a España, Boca empezó a ganar de nuevo. En España me hice del Real Madrid, pero el Barcelona empezó a ganar todo en la época de Cruyff. Yo sentía que perdía siempre. Era como si me hubieran exiliado también de los campeonatos.”

Otra cosa curiosa que le pasó a Neuman con el fútbol es que fue inmediatamente percibido como argentino en Granada. “Yo fui a la escuela y dije: ‘Voy a utilizar el viejo truco de adaptación que utilicé en Buenos Aires’. Yo hice la primaria en el Mariano Acosta, que en ese momento era una escuela sólo de varones, es decir era un espanto. La manera de camuflarte con el entorno y pertenecer era jugar al fútbol, donde las reglas eran iguales para todos, donde vos podías darle un pase a tu peor enemigo, pero marcaba un gol y en ese momento te abrazaba y parecía que eran compañeros. De pronto descubrí que el fútbol no es un lenguaje universal, que había códigos muy diferentes para jugar. En Granada me acusaban de individualista, de ‘chupón’, que aquí sería comilón. También era extranjero para jugar al fútbol y tuve que cambiar mi manera de jugar porque era rechazado. Ahí me di cuenta de lo individualista que es el fútbol argentino. En España se juega más colectivamente y más rápido, más funcionalmente. Enseguida me incorporé a un equipo de fútbol de Granada para tratar de enraizarme ahí. Y al segundo día me decían ‘el argentino’.

Roncagliolo, en cambio, recuerda una experiencia en que el fútbol fue un lenguaje universal. “Yo tenía que dar una charla en una universidad de Kazajistán. Me dejaron en la puerta y se fueron. Yo estaba en la puerta de un lugar lleno de gente, que hablaba ruso, cuando mucho, o la lengua nacional kazaja. No había manera de preguntar dónde estaba el aula, no sabía ni pronunciar el nombre del profesor que me había invitado. Era la total imposibilidad de la comunicación. Me acerqué al portero y me dijo: ‘Niet’, no me dejaba pasar. Entonces le dije Barcelona y me pareció que entendió. Y le dije Ronaldinho. El tipo me miró y me dijo: ‘Messi’. Y me dejó pasar.”

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