Miércoles, 7 de enero de 2009 | Hoy
LITERATURA › INGER CHRISTENSEN ERA UNA ETERNA CANDIDATA AL NOBEL
Por Silvina Friera
En una encuesta que realizó el año pasado el semanario Die Zeit entre 25 escritores, además del norteamericano Philip Roth y el sueco Per Olof Enquist, la danesa Inger Christensen era la favorita al Premio Nobel de Literatura, la aspirante que más votos recibió. Pero no pudo ser: ganó el francés Jean-Marie Gustave Le Clézio. La poeta danesa, que murió el pasado 2 de enero a los 73 años, en Dinamarca, pasó de ser la eterna candidata a integrar ahora el pelotón de los injustamente olvidados, ninguneados o castigados por el Nobel, con nuestro Borges a la cabeza. Hija de un sastre, Christensen nació en Vejle (al oeste de Dinamarca), el 16 de enero de 1935. Tras finalizar la escuela secundaria se trasladó a Copenhague y posteriormente a Aarhus, donde estudió para convertirse en profesora de literatura, título que obtuvo en 1958. El sistema lingüístico de su poesía está articulado sobre las normas de la matemática o la música. “Las proporciones numéricas están en la naturaleza, como la forma en que un puerro se envuelve en sí mismo desde dentro”, dijo al publicar Alfabet (Alfabeto) en 1981, poemario en el que usó el alfabeto y la secuencia matemática de Fibonacci.
Aunque su obra fue elogiada por la crítica gracias al énfasis que siempre puso en lo experimental, Christensen logró reunir en torno de sus poemas un amplio círculo de lectores. El diario danés Berlingske Tidende señaló que la poeta había logrado una lírica y una prosa independientes de las corrientes de su tiempo, dotadas de una enorme luminosidad. “Recuerda siempre a la superación de una enorme tragedia”. Se podría decir que ha “renovado revolucionariamente” la poesía, si este concepto no fuera tan esquivo ni encajase tan poco con la personalidad casi negacionista de Christensen. “Soy una mortal absolutamente normal, como y hago de todo. Sólo a veces, y en realidad raramente, me olvido de que tengo conciencia. Y entonces tengo que formularlo”, dijo una vez sobre sí misma y su proceso de escritura. En 1991 publicó su ciclo de sonetos Sommerfugledalen (El valle de las mariposas) –donde se vale de la imagen de la mariposa, con sus bellos colores y su fragilidad, para hablar de la vida y la muerte–, considerado por la crítica como una “obra maestra de la poesía europea”. Christensen, miembro de la Academia Danesa desde 1978 y de la Academia Europea de Poesía desde 1995 y una de las figuras literarias de su país más conocida en el extranjero, recibió numerosos premios: el de los Críticos Daneses, en 1969; la Medalla Holberg, en 1987; el Premio Nórdico de la Academia Sueca, el Premio del Estado Austríaco de Literatura Europea en 1994 y en 2006 el Premio Siegfried Unseld en Alemania.
“Sacó del mundo estéril y a menudo monótono de la poesía sistemática una riqueza de entonación única, utilizando un sistema impersonal para formular una poesía muy personal”, la recordó el profesor Erik Nielsen, de la Universidad de Copenhague. “Cuando uno lee novelas, se adentra en un mundo enorme. Con los poemas, uno conversa consigo mismo”, comparó la poeta danesa, que además escribió teatro para radio y para niños.
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