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Domingo, 5 de abril de 2009

LITERATURA › ANDREA FERRARI HABLA DE EL CAMINO DE SHERLOCK

Las dificultades de un niño genio

La escritora propone en su nueva novela, galardonada en España con el Premio Jaén de Narrativa Juvenil, la historia de “un chico muy brillante, con mucho conflicto familiar, que admira a Sherlock Holmes e imita su manera de observar el mundo.

 Por Silvina Friera

El protagonista de El camino de Sherlock (Alfaguara), de Andrea Ferrari, es un “niño genio”. A los nueve meses caminó, al año hablaba sin parar, antes de los dos sabía las letras y los números, a los cuatro leía y escribía aunque nadie le había enseñado, y a los seis aprendió a jugar al ajedrez. Esa inteligencia fuera de lo “normal” resulta incómoda para los demás, que lo ven como un bicho raro y desagradable. Cuando pasa de tercero a quinto grado, se hace amigo de Arturo, con quien comparte su pasión por las intrigas policiales. Francisco es fanático del más fabuloso detective que ha dado la literatura universal de todos los tiempos. Le apasiona la manera en que Holmes aplicaba su inteligencia para desenredar la madeja de un caso. Y su personalidad: ese estilo racional al extremo, “un cerebro en estado puro, capaz de diseccionar un problema sin interferencia de las emociones”. En séptimo grado uno de sus compañeros le propone presentarse en un programa de televisión de preguntas y respuestas cuyo premio consiste en un viaje de egresados para todo el curso. Su memoria excepcional –puede retener nombres, datos, fechas y repetir textos casi sin errores– lo transforma en una suerte de fetiche para los medios y lo somete a una exposición pública que le resulta insoportable. Mientras recuerda esa fama repentina y los pormenores de su participación en el concurso televisivo, tres crímenes en el barrio de Belgrano pondrán a prueba su capacidad deductiva.

Aunque no es una autora de género policial, en El camino de Sherlock, galardonada en España con el Premio Jaén de Narrativa Juvenil, Ferrari construye una trama aceitadísima y a la par dosificada, en la que Francisco, a través de la información que lee en los diarios, desmonta paso a paso los métodos del asesino; desconfía y duda cuando la policía detiene, al voleo, a un loco que reconoce al menos uno de los crímenes. Como en muchas otras circunstancias, un tema periodístico la llevó a la ficción. Cuando Ferrari estaba investigando sobre los chicos “talentosos”, le llamaron la atención los contextos familiares. “La expectativa desmedida que se deposita en esos chicos hace que muchas veces se sientan muy ahogados –cuenta Ferrari en la entrevista con Página/12–. Me gustaba un personaje de estas características para una novela juvenil, un chico muy brillante, con mucho conflicto familiar, con dificultades para salirse de sí mismo y conectarse con los otros. En ese momento justo estaba leyendo un libro sobre Conan Doyle, y pensé que el personaje de Sherlock Holmes le podría gustar a Francisco porque es un genio huraño, brillante y al mismo tiempo antisocial.”

–¿Por qué se deposita tanta expectativa en esos “niños genios”?

–Estos chicos se convierten en el centro de la vida de sus padres, y es muy difícil para ellos procesar ese cúmulo de expectativas. Me generó mucha atracción y repulsión la idea de estas familias que buscan allanarles el camino de la vida a sus hijos, pero que terminan chupándolos. Antes de escribir el libro entrevisté a adultos que habían tenido infancias de este tipo para ver qué había quedado. Me encontré con uno que, como sucede en mi novela, fue a un concurso televisivo de preguntas y respuestas. El también había estado adelantado de grado. Pero lo recordaba como una experiencia divertida, no había sido un conflicto en su vida. Después conocí a otra persona que tuvo una infancia terriblemente solitaria, aislada, con pocos amigos, con muchas angustias. Todas estas experiencias me sirvieron para construir el ámbito familiar del protagonista de mi novela, pero también para darle cuerpo a Francisco y pensar cómo se siente.

–¿Cómo trabajó las citas de Holmes que repite Francisco en la novela?

–Creo que pude incorporar muchas de las citas por ser quien es Sherlock Holmes. Es casi imposible pensar en otro personaje tan conocido y eso es lo maravilloso: aun quien nunca leyó a Sherlock Holmes sabe quién es. Hay incluso una imagen visual: la pipa, la gorra, la asociación con Watson, la palabra “elemental”. Las citas constantes a Holmes las incorporé en situaciones humorísticas para que no se volvieran pesadas. A partir de la escritura de esta novela me di cuenta de la vigencia de Sherlock Holmes. El personaje generó un estereotipo que nunca fue superado. Lo atractivo está relacionado con la capacidad deductiva, con el hecho de extraer de una simple observación una cantidad de conclusiones que muchas veces resuelven un caso policial. Eso es lo fascinante.

–¿Estaba en la intención original de la novela mostrar que estos “niños genios” también se equivocan?

–Sí, que son falibles como cualquier otra persona. La inteligencia no te vuelve un superhéroe. Simplemente, te da otras armas. Francisco falla en varias oportunidades en la novela; y lo que quería mostrar era lo que genera el fracaso en un chico en el que se han depositado tantas expectativas. Ese fracaso es imposible de tolerar. Los han puesto en un lugar tan elevado que fracasar es como morir.

–Cuando se lee la novela es inevitable interrogarse acerca de lo que es la inteligencia. ¿Se hizo esa pregunta mientras la escribía?

–Sí. Las teorías más actuales plantean que hay muchas inteligencias. Mucha de la gente con la que me contacté para la investigación previa integra Mensa, una organización internacional que tiene sede en distintos países y que reúne a gente que tiene que superar una prueba de inteligencia para integrar la organización. Otra persona con la que hablé fue Adrián Paenza, porque sabía que había empezado la facultad muy chico, y me interesó conocer su experiencia. Paenza tiene una visión completamente diferente. Para él la inteligencia es demasiado compleja como para medirla a través de un test o una prueba. El lo plantea desde un lugar que tiene que ver con las oportunidades. Todos tenemos talentos para de-sarrollar, la cuestión es si tenés o no las oportunidades.

Ferrari anticipa que está escribiendo la continuación de El camino de Sherlock. “La idea es plantear otro punto de vista: que el siguiente libro sea narrado no por Francisco sino por Arturo; volver a lo que sería el esquema clásico de los libros de Sherlock Holmes, donde el que narra es Watson. Esto me permite mirar a este chico medio genio, medio freak, desde otro lugar”, explica la escritora. Francisco estará terminando la escuela secundaria en la segunda parte de la novela, en la que le tocará resolver un nuevo caso policial. “Mis personajes empiezan a crecer en edad, pero mi rango se mueve entre los 10 y los 18 años. Nunca tuve como objetivo escribir para adultos, aunque no puedo decir que no lo voy a hacer. Los chicos muchas veces me preguntan cuándo voy a escribir para grandes. Yo me siento muy bien escribiendo para chicos, no siento que sea una etapa.”

–¿Por qué los chicos mismos son los que naturalizan esta condición de que la literatura infantil es un lugar de paso hacia algo “superior”?

–Esta idea de que la literatura infantil es como un género menor de la literatura está tan extendida que llega a los chicos. “Ahora estás con nosotros, pero cuando te vaya bien, vas a escribir para grandes”, te plantean. Al principio me molestaba esta subordinación, pero es una idea tan generalizada que me volví impermeable a ella. Ya no me importa.

–¿Qué desafíos tiene ahora con más oficio encima y más libros publicados?

–Vivo cada libro como si fuera un desafío. Para mí es fundamental encontrar ideas distintas y no repetirme. El tener muchos libros publicados no me garantiza que el próximo va a ser bueno; en la mitad del libro suelo angustiarme y siento que está funcionando mal. Con cada libro rehago el camino; por supuesto que tengo más armas a la hora de publicar, pero el momento de enfrentarme a la escritura es siempre difícil. Cada vez que termino un libro creo que nunca más voy a tener una idea, que se me agotó todo y que no va a aparecer nada más (risas). Hasta que aparece.

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“La inteligencia no te vuelve un superhéroe”, sostiene Ferrari.
Imagen: Pablo Piovano
 
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