Viernes, 21 de agosto de 2009 | Hoy
LITERATURA › EN LA EXACTA MITAD DE TU OMBLIGO, ANTOLOGIA DE JORGE MONEY
La Triple A lo secuestró, torturó y asesinó el 19 de mayo de 1975, un crimen que provocó que los diarios de Capital decidieran suspender su edición. Ahora, la colección “Los detectives salvajes” recupera sus poemas, “hijos bastardos de mi piel”.
Por Silvina Friera
Aun a riesgo de que lo llamaran heresiarca, como admitió en uno de sus poemas, Jorge Money quiso que escribieran sobre su tumba: “Yo soy ese hombre, que estuvo en la tierra”. Tener entre las manos y acunar con la mirada cada uno de los versos de la antología En la exacta mitad de tu ombligo, publicada en la colección “Los detectives salvajes”, que se presenta hoy a las 19 en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), implica quebrar ese macabro silencio que impuso el terrorismo de Estado y reconstituir la vida de un cuerpo torturado, sin uñas y con las manos quemadas, acribillado a balazos en los bosques de Ezeiza, el 19 de mayo de 1975, por la Triple A. Estos versos, “hijos bastardos de mi piel”, diría el poeta y periodista, perforan el temblor filológico instaurado en este país hace más de treinta años. Su voz regresa, pide la palabra. Y nos habla. En estos poemas del “loco diseñador de fantásticas formas”, extraviados en pequeñas ediciones, algunos inéditos, recuperados de esa carpeta de papeles amarillentos, percudidos por las agujas del tiempo, que el poeta Alberto Szpunberg se llevó al exilio, “la lengua asoma su forma de reptil inquieto”.
La noticia del descubrimiento del cuerpo del poeta y periodista, acribillado y torturado a los 29 años, como recuerda su amigo Eduardo Panceira en el epílogo de En la exacta mitad de tu ombligo, fue un golpe durísimo para el castigado cuerpo social argentino. “Apareció muerto, cerca de Ezeiza, un periodista de La Opinión. Se llamaba Jorge Money”, recuerda Eduardo Galeano en sus Días y noches de amor y de guerra. “¿Cuándo nos tocará a nosotros?”, se preguntaban en la redacción de Crisis. Los periodistas de todos los diarios de Buenos Aires decretaron un paro total de actividades por 24 horas en señal de duelo y de repudio por el asesinato. Al día siguiente, el martes 20 de mayo de 1975, no se imprimieron los diarios nacionales editados en la Capital Federal. “Fue un joven, como miles en esos años calientes, que se iluminó por el fuego de una década en ebullición y abrazó la causa del socialismo nacional y popular, que creyó que se anidaba en el peronismo”, precisa Panceira. “Pero en el peronismo de masas, las mismas que resistieron heroicamente desde 1955 a las dictaduras militares y que junto al cristianismo revolucionario y al marxismo parieron esa ‘juventud maravillosa’ que nunca dejó de serlo, aunque un líder anciano y caduco la condenara. No extrañó a nadie que dentro del peronismo, ante el crimen, sólo Montoneros lo reivindicara como ‘compañero’.”
Hijo de su tiempo, Money cumplió los mandamientos sartreanos de libertad y compromiso. El mayor de tres hermanos de una familia de clase media antiperonista nació en el barrio de Congreso, el 5 de abril de 1946. Estudió en colegios privados (en el Don Bosco hizo la primaria, del Santa Catalina egresó como maestro, profesión que ejerció unos pocos años) y cursó Derecho en la Universidad del Salvador y Sociología en la UBA. A los 29 años contaba con cuatro libros publicados: dos de poesía, Nuevas elegías a mí mismo (Montanari, 1967) y María Cuatropasos (editado en 1969 por Sudestada, la editorial de Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde), y dos investigaciones periodísticas, publicadas en 1973 por el Centro Editor de América Latina: Banqueros, financistas y capitanes de la industria y El Maccarthysmo. Por las hazañas que protagonizó, Money estuvo rodeado de un aura mítica en el seno de la intelectualidad nacional y popular de fines de los ’60. Cómo no sentir admiración por ese joven corajudo que se plantó frente al almirante Rojas, uno de los jefes de la “Revolución Fusiladora” (certera definición de Panceira) y le gritó “¡Asesino de Valle!”, sin importarle que el ejército de custodios del criminal en cuestión se le arrojara encima y le propinara una paliza de la que fue rescatado por los mozos del restaurante donde se hallaban. El otro episodio que le dio espesor a su fama de héroe fue el Operativo Cóndor del 28 de septiembre de 1966, cuando un grupo comando del Movimiento Nueva Argentina, encabezado por Dardo Cabo, tomó simbólicamente las Islas Malvinas en reafirmación de la Soberanía Nacional y en oposición a la política de Onganía. Aunque no formó parte del contingente de esos 18 militantes que secuestraron el avión, esa noche Money dejó frente al edificio de la Embajada del Reino Unido en Buenos Aires una buena marca de metralleta, atentado que tuvo amplia repercusión periodística.
Money puso el cuerpo y el alma en las calles, en las redacciones de los diarios El Día (La Plata), Mayoría y La Opinión, en sus poemas. Panceira traza un perfil del poeta que contrasta con el hombre de acción que se agigantaba a medida que circulaba de boca en boca el relato de sus proezas. Money, más bien bajo y delgado, elegante en los modales y en el vestir (siempre llevaba la estrella federal roja en la solapa), de pelo largo bien peinado y bigotes, era callado. Cuando hablaba lo hacía en voz baja, pero de manera firme. Sonreía con facilidad, cultivaba la ironía y tenía un gran sentido del humor. En el primer encuentro que tuvo con Panceira en 1967, puntapié de una profunda amistad, el poeta teorizó sobre Lautréamont, descalificó al manifiesto surrealista, pero recitó de memoria “Antes del cine”, de Apollinaire, y “Lluvias”, de su amado Saint-John Perse. En ese momento bisagra en el que confluyeron jóvenes del nacionalismo católico y del marxismo en las Juventudes Argentinas por la Emancipación Nacional (JAEN), con la conducción de un Rodolfo Galimberti que daba sus primeros pasos, Money se acercaba al peronismo revolucionario y comenzaba a tutearse con Neruda, Eluard, Prévert, Pound, César Vallejo, Maiakovski y Esenin. Lector voraz de poesía y ensayos políticos, le interesaba la tríada de la narrativa italiana integrada por Pavese, Vittorini y Pratolini, y los poetas argentinos Leónidas Lambor-ghini, Joaquín Giannuzzi y Luis Alberto Murray, entre otros.
“Y he elegido este oficio para hablarte./ Y mi palabra te llegará/ como simiente al surco abierto,/ como grano al molino,/ como plato a la mesa recién tendida./ La poesía es oficio de todos”, escribió en un poema, uno de los tantos que probablemente garabateó en los bares que frecuentaba, con su letra pequeña y redondeada, en servilletas, hojas de carpetas o papelitos que guardaba en sus bolsillos. Imposible que alguien pudiera amordazar la boca de este “hereje”. Ni la saña de esos infames sujetos que lo torturaron y lo mataron ha conseguido amortiguar esa “furia milenaria” de su voz. “Benditos sean los que callan,/ porque de ellos serán las necrológicas de La Nación y el respeto de las/ generaciones venideras”, ironizó el poeta en un poema que tiene la forma de un decreto-plegaria, rescatado y recuperado por el trabajo de hormiga que están realizando los poetas Julián Axat y Juan Aiub Ronco, directores de la colección “Los detectives salvajes” de Libros de la Talita Dorada. Son buscadores infatigables de poesía inédita, perdida, escondida, mutilada por el terror, anestesiada por la desidia y el olvido. En las íntimas vísceras de los versos de Money, en la simple insurrección del verbo, se escuchan las pisadas de un pensamiento que se sigue moviendo con el ímpetu de un animal inquieto.
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