Mié 26.08.2009
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LITERATURA › LA PRESENTACIóN DE BORGES INFINITO. BORGES VIRTUAL

Borges, como un callejón sin salida

En la charla realizada en la Biblioteca Nacional alrededor del libro del profesor e investigador Alfonso de Toro, Noé Jitrik, Horacio González, Magdalena Faillace y María Kodama fueron desgranando sus visiones, teorías y experiencias sobre el escritor.

› Por Silvina Friera

Una red infinita de ideas, de mundos, de pistas, de trazas y de caminos por seguir, donde perderse es lo más evidente y natural. Este es el destino de los lectores de Borges. Este es el imperioso llamado vocacional que asumió el profesor e investigador chileno Alfonso de Toro, catedrático de la Universidad de Leipzig (Alemania), autor de Borges infinito. Borges virtual, que se presentó el lunes en la Biblioteca Nacional, justo el día en que el autor de El aleph hubiera cumplido 110 años, con la participación de Horacio González, Noé Jitrik y Magdalena Faillace. El libro se cocinó a fuego lento con el caldo del malestar, fascinación, extrañeza y descontento que sintió De Toro cuando empezó a leer a Borges en los ’60. Desde entonces se transformó en su compañero de ruta, en uno de los “grandes pensadores del siglo XX y fundadores del pensamiento posestructural, posmoderno, poscolonial, de mundos virtuales y nuevos conceptos y prácticas literarias”. Ningún autor, filósofo o científico ha escapado de su mágica influencia. “No soy un experto en Borges, no conozco toda su obra”, aclaró De Toro con una entonación jalonada por los años que lleva viviendo en Leipzig, donde está organizando para junio del próximo año un coloquio sobre la poesía del autor de Fervor de Buenos Aires.

En esa incesante búsqueda de “mi Borges”, como repitió en varias oportunidades De Toro, el investigador no quiso transformar al escritor en un posmoderno o un poscolonial. “Lo que me impresionó de Borges es su capacidad transdisciplinaria”, admitió. Después de este brevísimo prólogo, el catedrático citó al escritor Guillermo Martínez: “Si nos aproximamos a los textos de Borges con un enfoque puramente matemático, muy especializado, podemos quedar por encima del texto. Aquí ‘encima’ es en realidad afuera: podríamos encontrar o forzar al texto a decir cosas que el texto no dice, ni tiene ninguna intención de decir. Un error de erudición que tuve muy presente en mi trabajo”, subrayó. “Pero si desconocemos en absoluto los elementos de matemática que están presentes en su obra, podemos quedar debajo del texto. Es esa tensión, esa paradoja lo que me marcó.” Más allá de la postura radical de Borges en torno del carácter no referencial de la literatura, resumido en su creencia de que el mundo es impenetrable, el investigador y académico chileno se sumergió por el laberinto de sus lecturas de la posmodernidad, Foucault, Barthes, Lyotard, Deleuze y Braudillard –es notable la “deuda del nouveau roman con el autor argentino como así también Robbe-Grillet”–, que lo impulsaron a contextualizar la posmodernidad en la obra de Borges. “A través de Borges he leído la filosofía posmoderna y a través de ésta a Borges, en un constante ir y venir estrechamente conectado”, explicó.

Horacio González aseguró que el libro de De Toro “es un eslabón más en la larga cadena de bibliografía borgeana, pero con una fuerte inscripción en el debate sobre la teoría contemporánea”. El director de la Biblioteca Nacional destacó que el catedrático “ve a Borges como precursor o antecesor de los posmodernismos y poscolonialismos, de los énfasis filosóficos del siglo XX, Derrida, Deleuze, Barthes, de la crítica literaria francesa, de la cual alguna vez Borges dijo que no la tomaba demasiado en serio”. El sociólogo afirmó que Borges al escribir sus ficciones, “asombrosas alquimias que todo lector sabe reconocer”, se refería “al mundo de los procedimientos y de la retórica literaria que juega consigo misma”. Después de repasar las lecturas críticas de Nicolás Rosa y Jaime Rest, González gatilló: “Borges es nuestro callejón sin salida”. La embajadora Magdalena Faillace, presidenta del comité organizador argentino que prepara la participación del país en la Feria del Libro de Frankfurt 2010, definió el trabajo de De Toro como un libro para iniciados. “Tiene esa erudición que a uno le dan ganas de volver a la universidad, a aquellos tiempos en que te enfrentabas a los textos de un autor y después leías todo lo que se había escrito sobre él.” Lo que se desprende de las lecturas del catedrático, en opinión de Faillace, es “la imposibilidad de encasillar a un genio como Borges”. “Cada uno de los capítulos no es un elemento cerrado en sí mismo, sino que nos lleva a evocar el cuento ‘Los jardines de los senderos que se bifurcan’: abre caminos a otras investigaciones”, agregó la embajadora, quien recordó que Borges ha sido elegido por el comité organizador “como una figura áulica que protege a todos los escritores argentinos”.

María Kodama, que hace 23 años celebra todos los 24 de agosto el nacimiento del autor, hizo hincapié en la disciplina, el rigor y el amor de las investigaciones y seminarios de De Toro. “Borges no se consideraba un filósofo, pero había sido un excelente lector. Más de la mitad de su biblioteca son libros de filosofía, muchos alemanes, incluso algunas ediciones con letra gótica, y esos libros están llenos de anotaciones”, reveló la viuda del escritor. “Borges es como el aleph: contiene todas las disciplinas, el universo, y los abre a la curiosidad y a la sensibilidad de los distintos lectores. Borges siempre prefería ser considerado como un poeta. El decía que sentía pena porque no había llegado a escribir el poema. Pero creo que todos sabemos que lo escribió.” Con una ironía de cuño borgeana, Noé Jitrik comentó que le tocaba la parte “más dura” del encuentro porque ha habido “una especie de emanación de incienso que me ha emborrachado un poco”. El escritor y crítico literario apeló a lo que en psicoanálisis se llama “tensión flotante” para vincular recuerdos e ideas de sus lecturas de Borges con los postulados de De Toro. La primera estación de estas evocaciones correspondió a un viaje mitológico a Rosario que emprendieron Jitrik, González y Nicolás Rosa para hablar de Borges. “Hay que matar a Borges de una vez por todas”, proclamó, envalentonado, Rosa. “Si queríamos ser nosotros mismos, teníamos que tomar un poco de distancia para la propia realización y creatividad”, sintetizó Jitrik.

Noche de sábado del año 1947 en La fragata, más precisamente en San Martín y Corrientes. Un muchacho de 18 años, el mismo que ahora acopia canas, lecturas y sabiduría, no puede olvidar lo que sintió en ese momento en que leyó los poemas de Borges. “A partir de esa noche inolvidable, Borges fue una reiteración constante y por momentos muy contradictoria”, reconoció el escritor. “En 1947 apareció en la revista de Sartre, Los tiempos modernos, un artículo muy extenso que se titulaba ‘Borges, un hombre a asesinar’. Esta imagen de la muerte de Borges era algo que había que considerar, en el sentido de la enorme presencia que puede tener un escritor para otros escritores”, fundamentó el autor de Mares del sur. En el viaje de Jitrik se impone una escala de la que fue testigo de primera mano: París, 1953, una reunión de filósofos franceses en la que se hablaba de Borges. “Tuve la sensación de que Borges iba a explotar, iba a cubrir el mundo entero, porque la plataforma de lanzamiento era de primer nivel. Esa gente estaba entendiendo a Borges, pero da la casualidad de que nosotros lo habíamos empezado a entender mucho antes”, ironizó el escritor. “En el libro de De Toro se menciona la relación que pudo haber tenido con el grupo Tel Quel. Yo tuve una reunión con el grupo, leí un trabajo sobre Ficciones, y la gente de Tel Quel no reaccionó, no mostró ningún interés, fueron muy indiferentes. Cuando pude dialogar un poquito con ellos, Kristeva dijo: ‘¡No sé qué le ven!’. ¿Qué necesita la gente para empezar a ver a un escritor?”, se preguntó Jitrik.

“Borges es aquel que toma en cuenta la existencia de la literatura y la pone en cuestión; la sacude con la certeza de que el edificio no va a ser destruido por ese sacudón que le propina”, planteó Jitrik, y advirtió que los rasgos de la posmodernidad enumerados en el libro del investigador y catedrático chileno “están plenamente en Macedonio Fernández, que es como una gesta secreta que transcurre en las sombras”. Borges, creador de “signos sin hogar”, como lo explicita De Toro, puso en marcha lo que Mallarmé teorizó: El gran libro, patrimonio del universo.

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