Viernes, 30 de noviembre de 2012 | Hoy
LITERATURA › LINA MERUANE, GANADORA DEL PREMIO SOR JUANA INES DE LA CRUZ
La autora chilena se enteró de que era finalista en medio del huracán Sandy; ayer en la Feria del Libro de Guadalajara supo que era la ganadora. Y apuntó a que “un día este premio deje de tener sentido, y celebremos a Sor Juana por su grandeza y no por su tragedia”.
Por Silvina Friera
Desde Guadalajara
La voz de Lina Meruane enhebra los recuerdos dispersos como si tejiera la filigrana de un ensueño. El timbre del teléfono sonó con minuciosa premeditación en medio del huracán Sandy, que azotó a Nueva York, la ciudad donde vive. “Esto no es realismo mágico latinoamericano sino el realismo trágico del calentamiento global”, dice la escritora chilena en el auditorio Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). Alguien le anunciaba que Sangre en el ojo (Eterna Cadencia) era finalista del Sor Juana Inés de la Cruz. Y le preguntaba –además– si estaba dispuesta a aceptarlo. En esos días Javier Marías acababa de rechazar un premio importante. La respuesta, obviamente, fue afirmativa. “Yo no he estado nunca en condiciones de rechazar un premio. No vivo de la literatura sino de su enseñanza, y un premio a una novela es una beca para la próxima”, cuenta la narradora chilena que fue elegida de manera unánime por la construcción de “una novela sobrecogedora, formalmente arrojada, que ofrece una antropología interna de su narradora y una reflexión del tiempo que pasa por su cuerpo y su conciencia”, según fundamenta el jurado, integrado por Antonio Ortuño, Cristina Rivera Garza y Yolanda Arroyo.
Meruane desgrana las ideas y pensamientos que caminan en puntas de pie por su mente. Menciona a las mujeres que durante siglos “sacrificaron la letra” empujadas por circunstancias sociales completamente adversas, especialmente Virginia Woolf, quien buscó un espacio y medios que garantizaran la continuidad de su obra, al igual que Sor Juana pero 250 años después. “Se escribe contra viento y marea, se escribe aunque no se quiera escribir, hasta doblar una mano, hasta torcer unos dedos, hasta maniatar la imaginación en el pensamiento de la necesidad”, subraya la escritora nacida en Santiago en 1970, autora de la colección de relatos Las Infantas y las novelas Póstuma, Cercada y Fruta podrida. “Esta es la situación de mucho escritor latinoamericano y es la realidad de la escritora en un continente donde tantos escribimos mientras empiezan a extinguirse los lectores. Cada hora de escritura es una hora más de trabajo voluntario por una suerte de causa perdida. En ese sentido, no se puede negar que toda literatura tiene su precio”, plantea. “Y digo precio como digo horas de trabajo no remunerado, horas de no descanso, horas contra el mandato social de la belleza, horas hurtadas a los demás y en el caso de tantas escritoras-madres, horas de culposo extrañamiento de los hijos.”
El Sor Juana, dotado de 10.000 dólares, fue creado en 1993 para premiar la literatura escrita por mujeres. “Hace veinte años, cuando las escritoras ingresaron de manera masiva y definitiva en el espacio letrado hasta entonces regido por los escritores, la disparidad en el reconocimiento y la difusión era escandalosa”, recapitula Meruane. “Y continúa siendo muy acentuada, basta con mirar no sólo los números sino fijarse en las obras que mencionan los escritores en sus entrevistas o en sus ensayos. Ninguna Lispector, ninguna Silvina Ocampo, ninguna Marta Brunet o para qué decir Bombal, ninguna Rosario Castellanos o Josefina Vicens o Amparo Dávila, y por supuesto Elena Garro, por nombrar apenas a algunas en una estirpe de narradoras merecedoras de premios póstumos.” La escritora chilena augura que “llegará un momento en que este premio deje de tener sentido, y celebraremos a Sor Juana por su grandeza y no por su tragedia”.
La relación entre belleza y mirada en la obra de Meruane es el eje del análisis de la escritora Sandra Lorenzano, vicerrectora de la Universidad del Claustro Sor Juana. “La vista, la memoria, el cuerpo todo, irán entretejiéndose para hacer de Sangre en el ojo un relato envolvente; amoroso y cruel al mismo tiempo, desgarrado y furioso, en el que autobiografía, realidad, ficción, son términos de una ecuación cuyo sentido último es la exploración del deseo de escritura.” A Lorenzano le interesa el modo en que Meruane –a quien inscribe en la línea de la prosa “transgresora y despiadada” de Diamela Eltit– va armando una ficción en torno de un cuerpo enfermo como pretexto para el propio ejercicio de la escritura. “Tengo el pasado amontonado en los ojos”, dice la protagonista de la novela al enfrentar su ceguera. Un par de interrogantes arroja Lorenzano en el aire de la XXVI edición de la FIL. ¿El miedo entonces es a perder la vista o a perder la memoria? Si nos hicieran un trasplante de ojos, ¿heredaríamos quizá recuerdos ajenos? En el aire quedan rebotando las reflexiones iniciadas en medio de un huracán.
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