He tenido noticia del nutrido programa de actos que están preparando para conmemorar el centenario del nacimiento de Julio Cortázar. Aunque a Julio no le gustaban demasiado los aniversarios y las celebraciones que reunían a más de cuatro personas a su alrededor, estoy convencida de que en este caso su reacción sería bien distinta. Si él hubiera sabido que el año próximo, cuando ya harán tres décadas que nos falta, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo del Libro y de la Lengua, la Biblioteca Nacional, la Municipalidad de Chivilcoy, la televisión pública y, en fin, especialistas y escritores de diversas partes del mundo se reunirán (quizá debiera decir, “se confabularán”) en un homenaje a su persona, me temo que hubiera protestado un poco tildándolos de exagerados. Como de todos modos se hubiera emocionado vivamente al saber que su obra sigue viva para tantos lectores, creo que se habría sonreído y habría dicho con la boca pequeña: “Y bueno, qué vachaché”. Por mi parte, les agradezco mucho la iniciativa y estoy convencida de que van a llevarla cabo de la mejor manera posible y para entera satisfacción de todos.