LITERATURA › EL ESCRITOR GUILLERMO SACCOMANNO OBTUVO EL PREMIO DASHIELL HAMMETT
Es la segunda vez que gana en la Semana Negra de Gijón, después de haber celebrado en 2009 por 77. Esta vez fue por Cámara Gesell. “El sueño de todo escritor es crear un pueblo y que sus personajes tengan entidad autónoma, ver cómo se mueven en esa colmena”, señala.
› Por Silvina Friera
La experiencia de un comienzo magistral es un tarascón feroz en el centro de las pupilas. El lector sabe –sospecha o intuye– que hay principios que pegan donde más duele. Resulta imposible abandonar esa trama de calvarios íntimos donde cualquier chispa, por más insignificante y debilitada que parezca en ese lenguaje errático de las intuiciones, encenderá la hoguera. “Esta noche, hipócrita lector, mi semejante, mientras estás empezando a leer este libro, novela, cuentos, crónica, como más te guste llamar estas prosas, migas de la nada, esta noche helada, el mar tan cercano y ajeno, ahí nomás, en esta Villa, mayo, junio, julio, agosto, septiembre, qué más da, en cualquiera de los meses fuera de temporada, acá, en su chalet del Pinar del Norte, alguien, un agrimensor progre se está garchando su nene, alguien, un mecánico, en una casa de chapa de La Virgencita está fajando a su mina, alguien, un peón borracho, en el corralón acogota a otro peón borracho durante un partido de truco, alguien en la Terminal, un sereno en alpargatas, después del último micro, toma mate, el churrasco de los pobres.” El corte del arranque de Cámara Gesell es arbitrario. Esa voz continúa trazando un catálogo de atropellos, crímenes, vejaciones. El bisturí de Guillermo Saccomanno llega al fondo, a las vísceras de las conciencias. El escritor es el rey de la Semana Negra de Gijón por unanimidad. Por segunda vez –la otra fue en 2009 con 77– obtuvo el Premio Dashiell Hammett. El jurado integrado por Carlos Salem, Gregorio Casamayor, Ignacio del Valle y Miguel Barrero le concedió el galardón por considerar que su última novela, publicada el año pasado, “constituye un magno empeño narrativo y un fresco minucioso de la descomposición de la sociedad”.
¿Tiene alquilado el Hammett? El chascarrillo consigue que Guille suelte una carcajada desde Gijón. “No imaginaba que lo iba a ganar, considerando que ya tengo antecedentes –bromea–. Prefería no tener expectativas; me parece lo más saludable participar de las actividades y el resto del tiempo caminar por esta ciudad que amo, en la que busco bares tranquilos donde escribir. Y sigo escribiendo para mantenerme en otra dimensión.” Los géneros son etiquetas de cabotaje. Poco importan los estrechos casilleros donde la mente intenta acomodar, acaso para tranquilizarse, todo aquello que la perturba. Lo que se sale del molde. No cree que Cámara Gesell, el libro que le permitió reincidir con el Hammett, sea una novela negra. Estaría más en las aguas revueltas de la “novela social”, aunque con la oscuridad que caracteriza a Saccomanno, claro. “Siguiendo a San Juan de la Cruz, es una búsqueda de luz en la noche oscura del alma. Esto no implica que –si bien soy un lector de San Agustín y creo que todos somos tierra y ceniza– excluya ni la lucha de clases ni la injusticia –aclara el flamante ganador a Página/12–. Se trata de ver quiénes en el infierno somos menos infierno. La novela no es sobre Villa Gesell; en todo caso el pueblo es un lugar de inspiración, pero lo que ocurre en la novela puede ocurrir en otro pueblo de similares características que viva del turismo. Esto puede pasar en cualquier localidad de la costa mediterránea.”
–¿En Gijón también?
–No sé. Gijón es una ciudad muy hermosa, muy envolvente, y según se dice, es la segunda ciudad más segura de España. Esto dicho por Alejandro Gallo, el comisario que es escritor, un lector de Foucault, de Marx y de Nietzsche. Gijón es una ciudad muy apacible donde se respira otro clima. Uno tiene el detector prendido todo el tiempo y si me quedara acá seguramente encontraría alguna veta dantesca para explorar.
Saccomanno viene cosechando una seguidilla de importantes reconocimientos en España. En 2010 se alzó con el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral con El oficinista. El año pasado, también en la Semana Negra de Gijón, se quedó con el Premio Rodolfo Walsh a la mejor novela testimonial por Un maestro. “Quiero agradecer a la Cancillería argentina y a la gestión de (Magdalena) Faillace porque yo no estaría acá si no me hubieran costeado el pasaje –revela–. Semana Negra no lo podía costear. El festival me bancaba el alojamiento y la comida, pero no podía hacerse cargo de los pasajes. A pesar de todo, Semana Negra sorteó los obstáculos económicos que se le plantearon y esto depende de la buena voluntad y el espíritu de camaradería y lucha que se respira acá. Todos los escritores que participan son de izquierda, todos tienen una confianza en la literatura como herramienta de liberación. Y esto marca una diferencia con otros festivales. La prueba está en que el premio que me han concedido no es un premio metálico. Esto tiene un peso específico muy fuerte que va más allá de la mecánica capitalista que impera en los concursos. No hay afuera de la cultura de la plusvalía, esto lo sabemos. ¿En qué puede ser útil un premio de la Semana Negra? En que se acerquen editores y se interesen por mi novela o por mi obra, pero no representa, de ninguna manera, la codicia de ‘me salvo con este premio’.”
Los españoles, opina Saccomanno, todavía no tocaron fondo con la crisis. “Los niveles de corrupción son muy altos. El gobierno español está siendo interpelado duramente. Si comparamos la realidad de España con la nuestra, tenemos que sentirnos privilegiados en más de un sentido. Con todas las críticas que se le puede formular al gobierno de Cristina –respaldo este gobierno críticamente–, hemos tenido una política de derechos humanos notable. La prueba está en que Baltasar Garzón está viviendo en nuestro país y no en España”, plantea.
–Una pregunta recurrente que tal vez muchos se hacen es cómo la sociedad española ha intentado sistemáticamente hacer borrón y cuenta nueva sin revisar el pasado de la dictadura franquista.
–España no realizó la transición, todavía no se desprendió de la complicidad civil que ha tenido con el franquismo. Si uno mira la cantidad de películas que se han filmado sobre la dictadura en Argentina, supera la cantidad de films sobre el franquismo. Me parecen importantes algunas novelas históricas como Al acecho, de Noemí Sabugal, una investigación sobre la República, un período sobre el cual no se ha escrito mucho. La novela histórica adquiere un sentido diferente del que tiene en Argentina, que es un género comercial. Acá va buscando otra cosa; está más pegada a una escritura viciada por lo periodístico, pero porque se encuentran con la necesidad de contar aquello que no se contó en su momento. Nosotros tenemos un camino recorrido con la memoria que España no ha tenido. ¿Cómo explicás a Aznar o a Rajoy? Es muy duro verlos tan prolijitos y elegantes a esa manga de estafadores.
–Que suelen ser tratados con bastante condescendencia por los medios españoles, especialmente por la prensa gráfica, ¿no?
–Me llama la atención cuando los sectores más reaccionarios de nuestro país abogan tanto por la libertad de prensa. La libertad de prensa que tenemos nosotros es magnífica comparada con la que hay acá. Los noticieros españoles son lamentables. No ves el país real. En Argentina tenés libertad para decir de Cristina lo que se te ocurra, podés estar de acuerdo o no. Es muy saludable comparar. Aquellos que putean en Argentina y dicen que no hay libertad de prensa que vengan acá. Todos los canales responden a los grandes grupos. Y la información que llega sobre nuestro país es a través de Clarín y La Nación. La imagen que tienen de nosotros está totalmente distorsionada. Y no estoy diciendo que Argentina sea un paraíso. Cuando hago declaraciones sobre la literatura o sobre determinadas cuestiones, los medios españoles me miran como si yo fuera la bestia en el bazar (risas). Pero es porque están acostumbrados a una cortesía que esconde el doble discurso y la mala fe ideológica. Y lo dice alguien que ama a España. Yo tuve una abuela gallega que se fue de Galicia con una mano atrás y otra adelante.
Cámara Gesell se publicará en septiembre en España. “No creo demasiado en los géneros porque confunden, limitan y parcelan. Mi escritura es oscura. Lo que me interesaba es que no me dijeran que esta novela estaba bien escrita, sino bien escuchada por la conjunción de una voz educada entre comillas y una voz plebeya; alternar la voz de alguien de las ‘fuerzas vivas’ del pueblo con la voz del criollo –explica–. Pero no inventé nada. El gran padre de lo que hice es Faulkner. El sueño de todo escritor es crear un pueblo y que sus personajes tengan una entidad autónoma, ver cómo se mueven en esa colmena, en ese infierno grande que es un pueblo chico.” Saccomanno subraya que la edición española de su novela es igual a la argentina. “Me ofrecieron limpiar un poco la lengua y dije que de ninguna manera. Que no me imaginaba a Faulkner limpiando la lengua sureña o limpiando su lenguaje en función de una difusión mayor. Yo estoy en contra de estas operaciones de ‘lengua blanca’ que se hacen. Muchos escritores intentan trabajar una prosa pulcra, demasiado prolija, pensando en ser traducidos. Y creo que es un error. Tenemos una lengua que es muy rica, deudora del español, por cierto, pero con una identidad propia. Si tocás el lenguaje, estás traicionando la identidad de tu escritura.”
–No es lo mismo leer “boludo” que “gilipollas”.
–Totalmente, tampoco decís parvulario, sino jardín de infantes. De ninguna manera modifiqué la identidad de mi lengua. Yo estoy convencido de que no puedo escribir en otra lengua. Cuando los escritores buscan esas “lenguas blancas” para la rápida comercialización, se están traicionando y están llevando la literatura al carajo. Cuando estás escribiendo en soledad, perseguís una cierta ética de la lengua, un compromiso con tu escritura. No conozco muchos escritores como Andrés Rivera, en este sentido. Cuando me dieron el Premio Biblioteca Breve y me tocó hablar, dije que se lo dedicaba a una amiga docente de Villa Gesell, Patricia Muñoz, que trabaja con alumnos judicializados. El lugar del compromiso de los escritores hoy es trabajar con la educación, con la lectura, ir a dar clases en las cárceles, en las escuelas. Yo soy partidario de la educación pública y me parece que el frente de combate que tenemos, cuando se habla del compromiso del escritor, no tiene tanto que ver con si adherís a tal o cual corriente política, sino dónde pretendés ser leído. Y trabajar por la lectura como una herramienta de liberación.
Un brevísimo silencio preludia una módica confesión. De pronto pronuncia esas palabras meditadas para asumir un vicio cabalmente vital. “No puedo pasar un día sin escribir”, dice Saccomanno. En los recreos que le deparó la Semana Negra, en los cafecitos que fichó por su amada Gijón, estuvo avanzando en la escritura de una novela que comenzó el año pasado en esas tierras asturianas, en una libreta que le regaló Juan Ignacio Boido. “Un día te voy a escribir una novela en esta libreta”, le dijo al escritor y ex editor de Radar. Y cumplió la promesa. “Transcurre en el mismo paisaje que El oficinista; es una novela sombría que trabaja bastante sobre la fábula”, anticipa. Aún anda “medio tembloroso” por haber ganado una vez más el Hammett. “Estoy sobrio –agrega–. Todavía no empecé a festejar. Pero en un rato me tomo un bourbon.”
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