Golombek, Aguirre, Fabregat y Chango. “Las posibilidades de Gerace de estar vivo son nulas”, dijo el científico.
Imagen: Leandro Teysseire.

“Breve, divertida y con mucho alcohol” es una descripción que le cabe a la novela Inspector Diamond Gerace y El Monstruo de la Laguna, nueva aventura a lupa y petaca del detective creado por Javier Aguirre; pero también son un puñado de palabras para caracterizar su presentación, ocurrida el jueves pasado en la palermitana Librería Ghandi. Para lo de “divertida” baste decir que la exposición arrancó con el científico Diego Golombek, el músico Andy Chango y el periodista Eduardo Fabregat camuflados detrás de unas hojas de diario con agujeros recortados a la altura de los ojos, como si hubieran hecho unas copas con el propio Gerace minutos antes. “Esto no es tan sofisticado como parece en las series policiales”, admitió Aguirre, también a la mesa.

El autor arrancó trazando un parangón entre las profesiones de los miembros de su “panel de lujo” y la de este Torrente vernáculo que nació hace más de diez años en la revista Barcelona y que salió en forma de libro por primera vez el año pasado con Inspector Diamond Gerace y el Edificio del Sol: en distintos campos, Golombek, Chango y Fabregat “investigan, indagan y exploran”. De hecho, la editorial Galerna había difundido la cita rotulándolos como “inspectores”. Luego, en uso de su oficio como periodista (que ejerce, entre otros medios, en Página/12), Aguirre los puso contra las cuerdas: “¿Por qué se prestaron a presentar esta novela?” Fabregat largó un “vine porque me prometieron brandy”, al pasarle el micrófono a Chango, que los viernes a la medianoche conduce La espuma de las noches, en FM 93.7 Nacional Rock, y que desde hace poco protagoniza el segmento “Chango feroz”, en Duro de domar (Canal 9).

El compositor se definió como un “amante de la novela policial, cansado sin embargo del escenario americano”. En las historias protagonizadas por Gerace todo lo que remite a la cultura de novela negra gringa tiene un dejo de ironía, sobre todo embadurnado por “lo popular” local, pinceladas de bares de Floresta y figuras futbolísticas de All Boys. Por eso representan un “respiro”. “Tener detectives argentinos siempre es agradable, y si es un alcohólico de magnitud es un privilegio para todo el país. No puede haber un detective que beba más que Gerace, está en el límite de lo posible, y me gusta la gente que va al límite, que agota un discurso por llevarlo a su máxima expresión, como hicieron Andy Warhol y Lou Reed”, comparó Chango, que además reivindicó la faceta literaria de Aguirre por sobre la de periodista de rock. “Intelectualmente, el rock es patético y hacer periodismo de rock es doblemente patético si es para escucharnos a los músicos decir giladas, así que festejo que Javier escriba policiales”, se sinceró.

El micrófono volvió a Fabregat, editor de Cultura & Espectáculos de este diario. “Hay tipos graciosos y hay tipos ingeniosos”, diferenció primero. “Podés ser gracioso contando chistes subidos de tono, pero el ingenio es otra cosa. Y Javier tiene ingenio y gracia a la vez. Gerace no es sólo un detective borrachín haciendo barbaridades. En los dos libros hay ingenio además de humor, porque hay mucho conocimiento de la novela policial, un caso que se desarrolla y se resuelve no por azar, aunque a veces uno se pregunte cómo hace el Inspector”, redondeó. El conductor de Rebeldes, soñadores y fugitivos (AM 750) y coconductor de Territorio comanche (Nacional Rock) recomendó a Aguirre no olvidar la máxima “hoy el que no hace una saga de siete volúmenes es un gil” y se mostró preocupado por el nivel de “degeneración” que exhibe el investigador de impermeable color hueso en este segundo libro, ilustrado como el primero por Daniela Acerbi y prologado por Andrés Calamaro: “¡Gerace se caga encima en el medio de la calle! No me quiero imaginar lo que nos espera para el quinto volumen”.

Si Golombek hubiese sido un cirujano, y Gerace, una persona de carne y hueso, frente a una cámara su frase inicial hubiera sido un gesto más amarillista que la puerta detrás de la que Nazarena Vélez lloraba a su marido: “Las posibilidades que tiene Gerace de estar vivo son nulas”. No obstante, Golombek es un propagador de las ciencias (es editor de la colección Ciencia que Ladra, del sello Siglo Veintiuno, y conductor del programa Proyecto G, que se muestra en el canal Encuentro), por lo que su sentencia tuvo el fin de provocar esa curiosidad que es principio de aprendizaje. Así, guió al público a través del cálculo que lo llevó a establecer que, en la batalla contra El Monstruo de la Laguna, Gerace consume 24 mililitros de alcohol por página. “Como su sistema digestivo no anda bien, menos su riñón, entonces elimina un 5 por ciento de etanol por orina, por lo que le quedan 42 gramos de alcohol por litro de sangre. ¿Saben cuál es el límite de alcoholemia permitida? De 0,5 gramos por litro de sangre. Gerace está muerto. O bien es sobrehumano. Prefiero la segunda hipótesis”, consignó sobre el resultado del ejercicio, similar a un paper de diciembre de 2013 realizado por la British Medical Journal, que analizó la ingesta de bebidas blancas en las películas de James Bond. Atenti: Gerace no está tan lejos como podría pensarse, dada su distancia generacional, simbólica y económica. El investigador del Conicet dio con un sorpresivo trabajo práctico de una cátedra de física experimental de la Universidad Nacional de La Plata en la que el protagonista es nada menos que el “héroe del brandy” ideado por Aguirre. Ese dato, y aún a pesar de que los expositores volvieran a calzarse con ebria felicidad sus antifaces de pasquines, hizo que la presentación cerrase con la idea de que en la batalla cultural no todo está perdido.