Martes, 30 de septiembre de 2014 | Hoy
LITERATURA › JUAN TREJO OBTUVO EL X PREMIO TUSQUETS DE NOVELA
El jurado distinguió a La máquina del porvenir por “el formidable despliegue narrativo y la ambición fabuladora” del barcelonés, quien señaló: “Quise escribir una novela legible que pudiera aportar algo más allá de la narración, algún tipo de trasfondo”.
Por Silvina Friera
La estirpe de los insatisfechos y visionarios vuelve como una mano que asoma en la penumbra. Quizá nunca se retiró del escenario literario, aunque los zarandeos de los tópicos de ficción acaso hayan desplazado a un segundo plano a este tipo de personajes, tan ambiguos como hipnóticos. Oscar, un joven desarraigado que intenta reconstruir la historia de sus antecedentes familiares en Nueva York y México, en Buenos Aires y Cadaqués (España), descubrirá que pertenece a la tercera generación de una familia obstinada en la búsqueda de una verdad trascendente, una revelación que dé sentido a sus vidas, una plenitud última que esté por encima del espacio y del tiempo. El hilo de una misma aspiración une al abuelo, al padre y al hijo: la construcción de un artefacto que anticipe el futuro. La máquina del porvenir, del escritor barcelonés Juan Trejo, obtuvo los 20.000 euros del X Premio Tusquets de Novela por “el formidable despliegue narrativo y la ambición fabuladora”, según ponderó el jurado presidido por Juan Marsé e integrado por Almudena Grandes, el colombiano Juan Gabriel Vásquez, Ginés Sánchez, ganador en la anterior convocatoria, y Juan Cerezo en representación de la editorial.
Trejo (Barcelona, 1970), licenciado en Filología Hispánica, definió la novela ganadora de la décima edición del Premio Tusquets como “una declaración de amor por el acto de contar”. “La imaginación, a veces tan denostada, para mí es un camino de conocimiento”, aseguró el escritor que fue miembro del consejo de redacción de la revista Lateral y codirector de Quimera entre 2006 y 2009, y agregó que “a veces escoger la ficción o directamente la mentira es lo más satisfactorio”. Trejo confesó que su obsesión era escribir “una novela legible que pudiera aportar algo más allá de la narración, algún tipo de trasfondo” a las 400 páginas de una historia “asombrosamente eficaz”, en palabras del jurado, sobre las vidas secretas de tres personajes que “emergen en plena noche y deambulan por ambientes y grupos pocas veces tan vivamente retratados en la literatura española reciente”. El ganador subrayó que su propósito era que el personaje del abuelo “dibujara el pensamiento del siglo XX, desde lo visionario y el papel del inmigrante y los convulsivos cambios”.
Esa declaración de amor por el acto de narrar comienza cuando Oscar viaja hacia Berlín para identificar el cadáver de su madre y hacerse cargo de sus pertenencias. Hace años que no sabe de ella, tampoco puede avisar a su padre argentino –un desconocido al que ha visto en contadas ocasiones–, autor de libros exitosos sobre la búsqueda de la felicidad. La persecución de la trascendencia que despliega La máquina del porvenir no es un tema extraño al universo de intereses de Trejo, a pesar de que admitió que siempre ha habido “una vertiente de engañabobos que genera grandes beneficios”. Sin embargo, aclaró que a veces “la gente siente, oye o presiente cosas que le pueden marcar la vida”, como a los personajes de su novela. Juan Cerezo, director editorial de Tusquets, dijo que no hay que buscar personajes en clave tipo el polifacético Alejandro Jodorowsky o Jorge Bucay; aunque sea evidente que los protagonistas andan tras la espiritualidad, “son vagabundos del Karma”.
En la vida real, en la generación de Trejo, muchos han buscado y encontrado sus referentes –“o una moral válida entre los restos sospechosos”–, contextualiza, “en la cultura consumida; en esta novela y a veces en la vida real, realidad y ficción tienen la misma validez, por ello escoger la ficción o la mentira puede llegar a ser perfectamente satisfactorio, lo que aporte más plenitud a uno”, asegura quien admite la recuperación de la sentimentalidad como hilo conductor con su primera novela El fin de la Guerra Fría (2008). “Hemos llegado al mundo exterior y a la fase adulta de la vida y hemos hallado más ruinas morales que respuestas concretas, hemos encontrado desgana y tristeza y nos faltan referentes morales”, ratifica Trejo.
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