Martes, 7 de abril de 2015 | Hoy
LITERATURA › ALICIA GENOVESE GANó EL PREMIO SOR JUANA INéS DE LA CRUZ
Así define la poeta a La contingencia, declarado en México ganador del prestigioso premio internacional en el rubro poesía. Genovese cuenta que el poemario fue escrito como forma de capear la tormenta de un momento de dolorosas pérdidas personales.
Por Silvina Friera
El alma se desacomoda al leer los poemas de una lengua en combate contra la experiencia dolorosa de la finitud y la ausencia. “Despedirte fue preguntar/ sobre mi propia muerte,/ culpa y acaso redención/ de lo que gira:/ la luz de enero lanza/ en círculos semillas”, dice el yo lírico de La contingencia, poemario de Alicia Genovese que obtuvo el Premio Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz en el rubro poesía, dotado de 300 mil pesos mexicanos, alrededor de 20 mil dólares. “No hay modo de no estar contenta; es la primera vez que recibo un premio en otro país. El día que me llamaron por teléfono desde México casi me muero”, cuenta la poeta a Página/12. “El libro está escrito desde circunstancias personales, como la muerte de mi padre y la de mi hermano menor, muy cercanas en el tiempo. Se escribió en ese duelo, en ese orden nuevo y un tanto melancólico que genera la muerte. Por eso toda la primera parte del libro se titula ‘El espacio vacío’; por supuesto siempre hay otros desvíos en la secuencia de poemas, pero la muerte tiñe esa primera instancia. Después hay una segunda parte, ‘Ligeros equilibrios’, que estaría relacionada con la recomposición del yo, una pulsión de vida en la que se establece un diálogo importante con los elementos primordiales: el agua, el aire, la tierra”, plantea Genovese. “Más que una contemplación de la naturaleza es una interacción en ese momento en que hay que dialogar con uno mismo para volver a encontrarse.”
“Tu sentido de justicia/ es mi fisura,/ contra mí misma escucho/ mi defensa./ Pedazo de tierra/ amontonada que se asienta,/ túmulo sin bronces/ donde la muerte/ impone su orden”, se lee en uno de los poemas de “El espacio vacío”, esa primera parte de La contingencia, donde el dolor por la finitud asedia el ánimo lírico, como si escribir consistiera en estar al borde de la pérdida, de un agujero negro o “el infinito fondo oscuro”. Genovese (Buenos Aires, 1953) se formó en el taller literario de Mario Jorge De Lellis y egresó como profesora de Letras en la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado los poemarios El cielo posible (1977), El mundo encima (1982), Anónima (1992), El borde es un río (1997), Puentes (2000), Química diurna (2004), La hybris (2007), Azar y necesidad del benteveo (2011) y Aguas (2012), y también dos libros de ensayos: La doble voz. Poetas argentinas contemporáneas (1998) y Leer poesía. Lo leve, lo grave, lo opaco (2011). “Escribir poesía es negar el lenguaje como maquinaria que se coloca en piloto automático e impide acercarse a la compleja singularidad que plantea la experiencia con lo real”, explica Genovese en Leer poesía. “El lugar común, la metáfora congelada por el uso, el formato estrictamente codificado producen un borramiento de lo singular que tiende a tranquilizar la percepción en una secuencia repetitiva. La poesía desecha, o trabaja como inversión irónica, aquello que actúa normativizando la realidad dentro de casilleros donde el mundo es apenas algo más que lo de siempre. Lo poético exige como registro el descondicionamiento del lenguaje de los usos instrumentales habituales en la comunicación.”
Genovese dice que se siente cercana a las propuestas poéticas de Juan L. Ortiz y Héctor Viel Temperley. “Pero hay otra corriente que parece contradictoria, que es la de Joaquín Giannuzzi y Alberto Girri con ese discurrir de la poesía, de preguntarse cosas y responderse, con una veta reflexiva que tienen y que me interesa. A veces dentro de la poesía argentina estas dos tendencias están como en veredas enfrentadas. Yo reconozco sus diferencias cuando tengo que analizar a los poetas de estas dos corrientes, pero cuando escribo se me mezclan. Creo que esta mezcla se percibe también en La contingencia, aunque por la intimidad estaría más próxima a una zona lírica. Siempre hay una comunidad de escritoras mujeres con las que estoy permanentemente dialogando, como Denise Levertov, Mary Oliver y Sharon Olds.” La poeta recuerda el final del poemario premiado con el Sor Juana Inés de la Cruz: “La naturaleza no es sólo/ una armonía retórica”, y subraya que por esa intimidad que trasuntan los poemas cree que es “el antilibro para presentar en un concurso, pero por alguna razón, quizá porque México es un país atravesado por la muerte, se leyó de otra manera”.
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