Vie 24.07.2015
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LITERATURA › EL FENOMENO DE LOS BOOKTUBERS SIGUE EN EXPANSION

YouTube mató a la estrella de la crítica

Son adolescentes que leen con fruición y por placer, y que se graban contando sus experiencias y las comparten en la red. Su aparición hizo que los títulos de literatura juvenil se multipliquen y las editoriales les acerquen ejemplares e intenten marcarles tendencia.

› Por María Daniela Yaccar

Adolescentes que leen de cuatro a seis libros por mes. Y largos. A veces, muy. Vorazmente. Mucha saga. Por diversión, por placer, sobre todo historias fantásticas. Es el germen que instaló Harry Po- tter, que se renovó con los vampiros de Crepúsculo. Adolescentes un poco asustados con los libros que les dan para leer en la escuela. Que ven que sus compañeros de aula no tienen ese bichito que ellos sí. El de encerrarse en un estado de embriaguez con algún texto de J. K. Rowling, John Green, James Dashner, Dan Wells, Verónica Roth o George R. R. Martin. Nativos digitales y lectores solos, suma de atributos que resultó en booktubers. Solución perfecta. Algunos adolescentes de hoy reseñan libros a través de YouTube. Se filman a sí mismos hablándole a una cámara, en base a tutoriales aprenden a editarse. Hablan casi sin parar alrededor de diez minutos, sobre personajes, peripecias, finales, sus broncas, logros del autor. Destrozan y endiosan títulos con la impunidad, la vehemencia y la rebeldía de la edad, algo que los hace frescos. Aparentan no “caretearla” y se adjudican sinceridad.

En poco tiempo, dos, tres años, los booktubers –muchos antes blo- ggers, muchos ambas cosas– llegaron lejos. Consiguieron cosas. No sólo que, en ciertos casos, miles de lectores los sigan con fruición por sus canales de YouTube, sino también que las editoriales pongan el ojo en ellos. Los invitan a conocer a sus estrellas, organizan reuniones en las que les dan ejemplares, impulsan actividades que los tienen como protagonistas y responden a sus presiones de publicación de tal novedad: las editoriales saben que son necesarios. Pero más importante que eso es, quizá, su naturaleza mediadora; la evidencia de que otros jóvenes necesitaban jóvenes que les hablaran de libros en su propio idioma. Todo está conectado porque sucede que cada vez se publican más títulos encasillados en “literatura juvenil”. También llamada YA (Young Adults), apunta a un público que arranca en los 13, 14 años. “Hay editoriales que hace diez años tenían cero títulos en línea juvenil. Aumentan permanentemente. A la última Feria del Libro vinieron un montón de visitas para jóvenes”, dice Cristina Alemany, especialista en literatura juvenil, ex directora de V & R Editoras y coordinadora del Polo Joven de la Feria del Libro Infantil y Juvenil (ver aparte). Simplificando, el auge de la literatura juvenil ocurre a fines de los ’90, principios del nuevo milenio, con los libros de Harry Po- tter, y se reaviva con Crepúsculo (Stephenie Meyer, 2005) y con Los juegos del hambre (Suzanne Collins, 2008).

Como muchas de estas cosas, el booktube no nace aquí sino en el mundo anglosajón, para luego desperdigarse por España y México. Dos exponentes son de esos países, Javier Ruescas y Fa Orozco, respectivamente. Matías Gómez, un chico “tímido” de Campana, de 18 años, fue el pionero en la Argentina. Primero creó el blog Cenizas de papel y luego se abocó a esto. Siempre lo más rico de los fenómenos no es lo que está a la vista. Matías no es inocente en absoluto. Sabe que hay quienes los critican y, con habilidad, da a entender que es fácil y cómodo criticarlos. Que están los “grandes y conservadores” que los quieren hacer ver como nenes grandes que consumen literatura basura. Filosóficamente da a entender que lo que importa no es la herramienta, sino quién la use: porque sí, claro, están los que buscan “fama” y los que comentan “qué lindos labios tenés”. Cualquier tendencia tiene sus reveses. Pero él –uno de esos adolescentes solos y hambrientos de palabras y de historias– está para “promover la lectura”. Y como él, debe haber muchos. Hay al menos unos 60, 70 booktubers en el país. Ese es el número de registrados en la comunidad que hay en Facebook. No hay estadísticas porque el fenómeno es virtual, vertiginoso, caótico. Pero, con seguridad, hay booktubers en La Plata, en Mar del Plata, Santa Fe, Córdoba y el sur del territorio nacional; no es una cuestión porteña.

Los booktubers reseñan libros de género: distopías, ciencia ficción, fantasy y la última tendencia es el realismo. Por ejemplo, el de John Green, autor de Bajo la misma estrella (2012), que generó una tajante división de aguas. También llamado “contemporáneo”, es el género duro de la literatura juvenil, el que aborda historias posibles de personajes posibles: cáncer, abuso, drogas, identidad sexual. Parece obvio pero hay que decirlo: no abundan en las críticas virtuales títulos latinoamericanos. A nivel nacional es muy mencionada Tiffany Calligaris, de 28 años, a quien la página Popstar tilda como la Rowling argentina. Entonces: no latinoamericanos. Tampoco clásicos. “Ahora no tengo más literatura en la escuela, pero casi todos los años los profesores te tiran los típicos clásicos. A los chicos eso no les gusta. Me gustaría que se dé literatura juvenil en las escuelas. Puede ser el paso inicial para que después los chicos lean cosas más difíciles. Está bien que se enseñe cultura y sobre el pasado, pero leer El lazarillo de Tormes es medio heavy”, profundiza Matías, elegido por los lectores como “el booktuber de la feria” en la última Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Alemany piensa parecido: “Una vez que un lector se forma, queda lector para toda la vida. Estos chicos piensan mucho. Siempre es mejor que estén leyendo, que piensen, debatan y formen espíritu crítico, aunque lo hagan con un libro al que adultos o críticos no le encuentren grandes valores literarios. Eso, ellos lo adquieren más adelante. Es mejor que lean a que estén pegados a la televisión o la Playstation. Aprenden de ortografía, de redacción. Es una cosa positiva y no una moda pasajera. Cumple una función social”. Matías confirma esto porque antes se sentía solo, sus amigos no leían los libros que él les prestaba, quería conocer gente con el mismo interés. En el último video que subió a su canal no habla de un libro en sí. Habla de “siete cosas sobre libros”. Una de las consignas es especificar qué es lo que no le gusta de los libros (ah, porque también está eso, además de las reseñas: los tags). “El tufo de algunas páginas”, dice. También critica los precios. “Me gusta ser sincero y no subo boludeces”, se define.

En Julieta Ferraro –de 17, vive en Quilmes Oeste, verborrágica, tiene aires de conductora de TV y está marcada a fuego por la saga Crepúsculo– también aparece un discurso crítico a la manera en que los adultos, a veces, intentan imponer un modo de leer. Julieta se filmaba en su habitación y ahora graba en un estudio, donde reseña un libro por semana. Cuatro editoriales le avisan de novedades y ella pide las que le interesan. “Siempre tuve un conflicto con cómo enseñan literatura en los colegios. El año pasado me hicieron leer varios cuentos de Cortázar y me gustaron. Pero en la prueba me hicieron preguntas obvias, que eran para que la profesora se diera cuenta de si habíamos leído el libro y no si lo habíamos comprendido. No te nutre como lector saber lo que dice el capítulo 18 si no comprendiste el contexto histórico.”

Ahí está una de las claves, entonces. En la recomendación entre pares: “Que te recomiende un libro una persona de tu edad hace que todo sea muy cercano. Si en una clase de literatura una señora mayor te dice ‘leé esto porque si no te sacás un 1’, no te dan ganas de leerlo”, compara Julieta, a quien siguen 8 mil personas. Ella es una promotora del realismo, de “las historias de vida súper dramáticas en las que siempre un personaje sufre por tal motivo”. Estas historias pueden ser reales o no. “Algunos libros son para distraerte de la vida cotidiana y te llevan a otros mundos. En otros, el autor te da su punto de vista y te cambia todo. Pero todos dejan un mensaje. Un enojo, gracia, emoción. Cada autor pone un pedacito de sí”, sostiene. Cuenta que la “shockeó” El mundo amarillo, del español Albert Espinosa, en la que el escritor narra su vida: a los 14 años le diagnosticaron un cáncer por el que tuvieron que amputarle una pierna, más tarde un pulmón y finalmente parte del hígado. “Muchos lo ven como un libro de autoayuda. Yo no. El cuenta cómo el estar enfermo hizo que vea las cosas diferente. Es loco ponerse en su punto de vista, enterarse de cómo piensa. Tiene una mente brillante”, sugiere Julieta. Ya no tiene a Crepúsculo “tan arriba”, pero todo empezó ahí. No había leído nunca así. Durante un año leyó, releyó y releyó, hasta cansarse. Detectó una sensación nueva, estaba asombrada por sentirse tan atrapada con un libro que, para colmo, era “súper largo”, y con el que avanzaba rápido.

“La gente es grosa, siempre está dispuesta al cambio. Al principio yo era malísima editando. ¡No se veía nada! Cuando empecé a grabar en la productora no sabía qué tal iba a caer y siempre estuvieron apoyándome. Esto es complicado: tenés que tratar de decir ni mucho ni poco. Lo esencial. Tenés que respetar al autor y a la editorial, porque no podés desprestigiar tanto trabajo de la nada. Lo principal es hacer una reseña chiquita, y después, dar tu opinión. Si no te gustó, tenés que decirlo: hay que ser totalmente sincero. Pero también hay que buscar las cosas buenas. Si no las tiene, no las tiene. Hay que explicar por qué. Y hay que decir que ésa es tu opinión, que no es la razón de la vida. Si no, la gente se confunde”, comenta Julieta, tan rápidamente como debe haber leído la historia de Isabella Marie Swan.

Chicos, pantallas y honestidad

Siempre es valiosa, para estos temas, la mirada de Roxana Morduchowicz, doctora en comunicación, especialista en cultura juvenil y autora del libro Los chicos y las pantallas. También hay que pensar al tema desde ahí: la tecnología. Morduchowic da a entender que esto de los booktubers, primero, derrumba un prejuicio: los chicos sí leen. Y sostiene que ésta es una consecuencia obvia del uso de las redes sociales, el principal que los adolescentes dan a Internet, según estadísticas. “Los chicos de hoy no leen menos que los de antes. Lo hacen de otra manera, en otros soportes y con otros fines. Las tecnologías han transformado no sólo cómo leen sino también el lugar que ocupan como lectores. La interactividad les permite actuar sobre el texto a medida que leen y por eso, precisamente, se los llama ‘prosumidores’, combinación de productores y consumidores. No sorprende que produzcan videos para YouTube a partir del libro que descubrieron. Producir y leer son, para los chicos de hoy, parte del mismo proceso”, concluye. Otro concepto relevante que aparece en su análisis es el de “autonomía”: es lo que la conectividad “habilita” en los adolescentes. Porque “eligen con quién compartir sus intereses, a quién aceptan y a quién no en las redes. Este mecanismo les da una sensación de independencia y los motiva a compartir libros, ideas, secretos y sentimientos, sin la presencia de los adultos”.

“La generación Y y en especial la Z están hiperconectadas”, apunta Celeste Nasimbera, docente de Coolhunting en Espacio Buenos Aires. “Todo lo consultan en Google. Sus pares no tienen por qué tener cercanía física. Hay un marcado desarrollo de los contenidos audiovisuales. Compartir lecturas es un nicho, como existen de maquillaje. Si no saben algo, los jóvenes buscan un tutorial en YouTube. No esperan que nadie se los explique ni se acotan a la educación más formal.” “Lo que importa para los jóvenes es que sea un contenido relevante, no las estructuras más formales (diarios, revistas) que pueden buscar los mayores”, contrasta la periodista. Es importante este punto: las reseñas en YouTube reemplazan a los canales tradicionales de críticas literarias.

Según Leo Teti, que tiene 22 años y es editor (V & R Editoras), traductor y blogger, lo que distingue a los booktubers es una “marca espontánea”: “Es lo que da sentido a esta generación de lectores nuevos. Transmiten un pensamiento honesto. No hay nada de por medio que limite la opinión, pese a que las editoriales les den libros a algunos. La credibilidad que le des a un booktuber o a un bloggero tiene que ver con si recomienda por conveniencia o si hay un pensamiento honesto, que es la mayoría”. También Teti –que integra la comunidad Blogueros Unidos Argentinos (BUA), de jóvenes con sus propios blogs literarios– cree que el fenómeno “se generó a partir de una suerte de rechazo a la literatura del colegio”. En cuanto a la ausencia de narrativa argentina en las críticas, opina que “el problema es que suele ser enmarcada en algo educativo. Pero de acá a unos años va a haber muchos autores argentinos escribiendo esto. Es un cambio de paradigma que tienen que asumir editoriales y demás: tienen que escuchar al lector. El pibe va a llegar a Borges. O a lo que tenga que llegar. Las editoriales crean una generación de lectores. Y capaz al pibe le sacás el gusto por la lectura al darle algo cuando no es su momento”. “Los jóvenes lectores de a poco van avanzando a cosas más clásicas”, aporta Alemany. “Con el fenómeno de las distopías han ido a las fuentes: leen Un mundo feliz o 1984. También se están dedicando a Rayuela.”

“Antes no había una literatura especial para jóvenes. Los que leíamos estábamos un poco solos. Estos chicos leen en comunidad. Tienen clubes de lectura, se comunican por Twitter, Instagram, Facebook y se contactan con lectores del mundo. Tienen la necesidad de no leer solos”, añade. “No hacen una crítica profesionalizada, sino una lectura o reseña. Dicen lo que les parece, subjetivamente. Lo que hace el blogger o booktuber es volcar su experiencia al leer un libro. Lee por placer y entretenimiento. Las editoriales los escuchan cada vez más. Sobre todo en otros países. Obviamente, les marcan tendencia. Y los autores los están escuchando, que es lo más importante”, subraya.

¿Qué será lo que se viene? Los booktubers más exitosos incluso tienen auspiciantes, aunque la especialista aclara que son los menos. Sería raro, coinciden con ella, Matías y Julieta, que esta práctica se transformara en un trabajo remunerado. “Los que están de lleno tienen acceso a trabajos en editoriales, pero de otras cosas. Trabajan en edición, como community managers, hacen evaluaciones o atienden stands en la Feria del Libro. Y muchos estudian edición. Pero si (el booktube) se convirtiera en trabajo, se acabaría la opinión genuina.” Para Matías, sería extraño que un hobby se convirtiera en laburo: se aburriría ante la obligación. Julieta, por su parte, quiere ser médica: “¡Todos se sorprenden cuando lo digo! No lo veo como una salida laboral. Lo que nos identifica a los booktubers es que somos sinceros. No es como en el colegio que viene la profesora y te dice: ‘este libro está buenísimo’ y es el Don Quijote. De eso se trata todo esto”.

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