Mar 10.10.2006
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LITERATURA › ANTONIO DI BENEDETTO, A 20 AÑOS DE SU MUERTE Y 50 DE LA PUBLICACION DE “ZAMA”

La marca de un creador de ilusiones

“El trabajo del escritor tiene mucho de embaucador, claro que sin una connotación moral represiva”, dijo el autor de Zama, Absurdos y Los suicidas, que sufrió la detención ilegal en la dictadura y el exilio, pero nunca perdió la llama vital para seguir escribiendo, con un estilo único.

› Por Silvina Friera

“Una página de Di Benedetto es inmediatamente reconocible, a primera vista, como un cuadro de Van Gogh”, decía Juan José Saer. A 20 años de la muerte del escritor y periodista Antonio Di Benedetto, su literatura está venciendo el olvido, el maltrato y la indiferencia, que también había sufrido el autor en los últimos años de su vida, cuando regresó del exilio. La editorial Adriana Hidalgo, que desde 1999 está reeditando la obra del escritor mendocino (El silenciero, Cuentos claros, Zama, Mundo animal, Absurdos y El pentágono, entre otros), acaba de publicar los Cuentos Completos, que incluye varios relatos inéditos y algunos cuentos que sólo circularon en diarios, antologías o revistas. La semana pasada se estrenó el film Los suicidas, de Juan Villegas, el primer largometraje hecho a partir de una obra del escritor mendocino, y esta semana en la Biblioteca Nacional se realizarán jornadas de homenaje con la participación de Noé Jitrik, Luis Chitarroni, Mario Goloboff, Marcelo Cohen, Hebe Uhart y Graciela Speranza, entre otros.

En una autobiografía que escribió en 1968 por encargo para una publicación de Alemania Occidental, Di Benedetto, que nació el 2 de noviembre de 1922 en Mendoza, decía que prefería la noche y el silencio. El escritor pensaba que los ruidos introducen en el mundo el accidente, la asimetría, el sufrimiento. “El trabajo del escritor tiene mucho de embaucador, claro que sin una connotación moral represiva –explicaba el autor de Zama–.Creo que Borges encontró una fórmula: dice que el autor escribe sobre lo que descree para hacer que lo crea el lector.” Aunque había cursado algunos años de abogacía, se dedicó al periodismo y a la literatura. Se cuenta que en su despacho de director del diario Los Andes tenía una botella de alcohol para lavarse las manos después de saludar a quienes iban a verlo. “Es que las manos son una parte especial del ser humano, pero lo que uno toca y hace con ellas no siempre es bello –explicaba el escritor–. Los crímenes que se cometen con las manos, lo que se ensucia con ellas... Y aunque no lo haga con las manos, su piel se contamina a tal extremo que la representación más descarnada es la de las manos. Es por donde recibe a la gente, o sea por la mirada y por las manos.”

En 1953 publicó su primer libro de cuentos, Mundo animal (que obtuvo el Premio Municipal de Mendoza en 1952 y la Faja de Honor de la SADE, en 1953), en los que el autor eligió animales domésticos que mantienen una relación “más íntima” con el hombre. Su prosa aparentemente sencilla y lacónica, potente y a la vez personal, se fue aceitando en El pentágono (1955), su segundo libro y primera novela, y alcanzó su máxima soltura, rigor y perfección con Zama, publicada en 1956. “El ejercicio del periodismo da una agilidad expresiva y una capacidad de síntesis muy diestra en saber distinguir lo principal de lo secundario. Eso es muy valioso para un escritor –planteaba Di Benedetto–. Pero más importante todavía me resultó lo que dijo un escritor, que creo que fue John Steinbeck, sobre su aprendizaje en el periodismo y la fluidez que le había dado para describir la vida y los personajes en la literatura. Fue cuando le dieron un gran premio, que también contó que había sido cartero por muchos años y lo echaron porque le resultaba irresistible violar la correspondencia buscando historias que excitaran su imaginación de escritor.”

“A mí la realidad siempre me maltrata, me ha dado una vida bastante dura, atormentada. No se puede convocar a la irrealidad para que gobierne nuestra vida cotidiana, pero sí se puede buscarla como consuelo mediante los sueños. Y la otra forma de alcanzar la irrealidad es mediante la literatura fantástica. Entonces, ya no nos queda solamente el consuelo de la noche para soñar. Uno ingresa al cuento y puede llegar hasta el cuello en su ahogo, pero no se muere”, decía el escritor, que seguía escribiendo y publicando relatos, Cuentos claros (1957), Declinación y ángel (1958) y El cariño de los tontos, entre otros, para exorcizar ese ahogo o acaso como un consuelo. El 24 de marzo de 1976, la misma noche del golpe militar, Di Benedetto fue arrestado. Primero estuvo detenido unos meses en Mendoza, en el Colegio Militar. “No se lo podía ver, pero sí llevarle ropas y alimentos. Cuando lo trasladaron sorpresivamente a la Unidad 9 de La Plata, no nos dijeron adónde lo habían llevado. Empezamos a buscar con Bernardo Canal Feijóo, y los dos, cada uno por su lado, logramos saber su destino”, recordaba Adelma Petroni, una escultora amiga de Di Benedetto.

Estuvo detenido un año y siete meses, desde marzo de 1976 hasta septiembre de 1977. “Yo pedí a todo el mundo que hiciese lo posible para lograr su libertad. Finalmente el Premio Nobel de Literatura Heinrich Böll le envió un telegrama a Videla”, dice Petroni. El autor sufrió cuatro simulacros de fusilamiento y numerosos golpes. Sin poder escribir, porque le rompían todos los papeles, encontró entonces un ardid: “Me mandaba cartas donde me decía: ‘Anoche tuve un sueño muy lindo, voy a contártelo’. Y transcribía el texto del cuento con letra microscópica”, reveló Petroni. Esos cuentos se terminarían editando bajo el título de Absurdos. Con el anticipo que le dio el editor viajó a Europa, dio algunas vueltas y se instaló en España. Cuando salió de la cárcel, a los 56 años, lo esperaban el destierro, la miseria y la enfermedad. “Ni una sola vez lo oí quejarse, y cuando le preguntaba las causas posibles de su martirio, sonreía encogiéndose de hombros y murmuraba: ‘¡Polleras!’. Pero ese año indigno lo destruyó”, contaba Saer. Di Benedetto sostenía que nunca estuvo seguro de que hubiera sido encarcelado por algo que publicó: “Mi sufrimiento hubiese sido menor si alguna vez me hubieran dicho por qué exactamente. Pero no lo supe. Esta incertidumbre es la más horrorosa de las torturas”.

La economía y la exactitud, matizadas con lo coloquial, lo lírico y lo reflexivo, fueron las máximas virtudes de la prosa de Di Benedetto. Su obra está empezando a ocupar lentamente el sitio que se merece en la literatura argentina.

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