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Miércoles, 14 de febrero de 2007

LITERATURA › ENTREVISTA AL POETA CUBANO CESAR LOPEZ

“Intento decir la verdad”

La actual edición de la Feria del Libro está dedicada a él. Pero no se priva de recordar a los autores “conflictivos”.

 Por Silvina Friera
Desde La Habana

“¡Ay, César, mi vida, te felicito!”, le dice una cubana. El poeta camina por las calles empedradas de la Fortaleza San Carlos de la Cabaña y cuenta que a su madre le gustaba escuchar tangos. Y a él también. En ese carnaval de libros, con puestos que ofrecen arroz frito, refrescos y helados, César López, poeta al que está dedicada esta edición de la Feria de La Habana, tararea “sola, fané y descangayada, la vi una madrugada salir del cabaret”. Se tienta, se ríe, tal vez resulta extraño que se le ocurra cantar un tango al mediodía, con el sonido ambiente de reggaeton y el sol que empieza a quemar. “Prefiero las letras burlonas”, aclara y anticipa que en abril estará en la Argentina, invitado por la Feria Internacional del Libro. Confiesa que suele repetir una frase de su admirado Lezama Lima: “La memoria prepara sorpresas”. Y López sorprendió al público cuando en el acto de apertura recordó a un puñado de escritores cubanos del exilio –Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante y Lydia Cabrera, entre otros– delante de Raúl Castro y el ministro de Cultura, Abel Prieto. “La memoria es uno de los elementos fundamentales de la historia, y el hecho de no habitar en un momento dado cierto espacio determinado no borra ni de la historia ni de la memoria a los verdaderos creadores”, justifica López en la entrevista con Página/12. “Pero no quisiera que se pusiera el acento, aunque lo comprendo, sólo en estos nombres más conflictivos porque tuvieron una elección política diferente.”

–¿Fue una reivindicación sólo literaria?

–Hay que reconocer que en lo que Cuba se ha llamado “rectificación” significa consideración y recordatorio de los errores cometidos. Ahora bien: ¿los errores cometidos no estuvieron acompañados de grandes aciertos? Sin la campaña de alfabetización, que ahora se extiende por toda América latina, no hubiera podido realizarse esta feria. No soy yo el que pueda reivindicar; el tiempo dirá la última palabra o no dirá absolutamente nada, que es también una forma de opinar. Ahora éticamente, estéticamente, históricamente, estos creadores pertenecen a la cultura cubana y esa fue mi intención al nombrarlos. Algunos han señalado que mi discurso fue un acto de extrema valentía, pero no creo que haya sido así. Sólo fue un acto de justicia para muchos que sufrieron silencio, incomprensiones, humillaciones y permanecieron y permanecen en Cuba. Sé que ha habido diversas reacciones internas.

–¿A qué se refiere?

–(Se ríe.) Si mis palabras, dichas con toda la humildad y al mismo tiempo la soberbia que puede caracterizar a una persona que está al servicio de la poesía, han provocado reacciones, entonces desde mi espacio pequeño he contribuido a la fiesta nombrable, porque, jugando con Lezama Lima, él había dicho que nacer aquí “es una fiesta innombrable”. Algo he logrado porque se sigue comentando lo que dije. No todo el mundo ha reaccionado igual. A algunos les molestó la mención de esos nombres, otros lo consideraron un acto de justicia. De afuera han llegado a sugerir la tontería de que me mandaron o que pedí permiso (se enoja). Ni fui mandado ni pedí permiso, porque nadie sabía lo que iba a decir. No puedo negar que, aunque no se notara, estaba un poco nervioso. Pero sentí que era mi obligación hacerlo.

–¿Sabía que iba a estar Raúl Castro?

–No. Por el momento que vive el país, con muchos problemas y dificultades, con mucho trabajo para la dirección política, pensé que no iba a venir. Quisiera, amiga, comentarle que, según me contaron, en el noticiero de televisión se pasó el acto completo. Entonces quiere decir que la cultura cubana evoluciona favorablemente, reconociendo también errores cometidos; si no el periódico oficial del Partido Comunista de Cuba, Granma, no hubiera comentado al día siguiente el acto. El compromiso fundamental del escritor es con la palabra, que es estar comprometido con la vida. Siguiendo la línea de Luis Cernuda, si ese poeta comprometido con la palabra y con la poesía no está pendiente de lo que está pasando, su compromiso no es válido. No podemos renunciar a estos grandes poetas como Lydia Cabrera, Reinaldo Arenas, Cabrera Infante. Podemos tener criterios diferentes, pero son de nuestra alta cultura popular.

Cuando unos amigos lo ven a López dentro de una de las cabañas de la Fortaleza, se acercan para saludarlo, pero él les pide que lo esperen, que “ahorita” está ocupado. “Si la cultura no considera la existencia de la política, flaco favor le hace a su propia esencia. Y si la política no considera la cultura, se está traicionando –compara el escritor–. Hace poco recordaba la opinión de un médico y profesor español de fines del siglo XIX, principios del XX, Letamendi, que decía: ‘El que sólo sabe de medicina, ni medicina sabe’. Y el que sólo sabe de política, ni de política sabe. Tenemos la obligación de recordar que hubo crímenes y errores desde la época de la Colonia. Cuando invocaba a Juan Clemente Zena, fusilado en la Cabaña, estaba diciendo que la cultura, la poesía, la creación, limpiaba el lugar, lo elevaba. Nada más. Intento decir la verdad, porque sólo la verdad nos pondrá la toga viril. Esta es una metáfora que heredamos de los griegos. Cuando el joven llega a la supuesta madurez, cambia su vestimenta y se pone la toga de hombres...”

–En el homenaje por los cuarenta años de la publicación de Paradiso, de Lezama Lima, se recordó las lecturas moralizantes que sufrió la novela. ¿Hay más permisividad a la hora de hablar de la homosexualidad?

–Sí, pero la homosexualidad ha sido perseguida en muchas sociedades, sobre todo en la cultura judeo-cristiana. Hay componentes machistas y contra la diferenciación sexual en la cultura africana. En la época de la Colonia ya encontramos esa persecución contra la homosexualidad, pero también hay textos anteriores, una noveleta cubana importante, no tan reconocida, El ángel de Sodoma, que planteaba el problema defendiendo la libertad. Aunque hubo algunos autores que tocaron el tema, Lezama lo desbordó metafóricamente, fue muy audaz en la forma de tratarlo. En los años ’60 hubo campos de reclusión, no solamente de homosexuales, sino también de religiosos, de personas opositoras al régimen. Pero muchos escritores reaccionamos y escribimos denunciando esto. Perdón que le hable de algún libro mío, pero en Segundo libro de la ciudad, terminado en 1970, hay un poema que denuncia la existencia de estos campos. Naturalmente, el libro estuvo prohibido hasta 1988 en Cuba, pero se publicó en España, en 1971, aunque también fue censurado por el franquismo. En ese poema terminaba diciendo que un teatro de la ciudad lleva el nombre de un maricón famoso, Federico García Lorca. Hay un proceso de comprensión y de rectificación por parte de la línea cultural de nuestro país que me parece saludable. Tenemos que insistir con la verdad, pase lo que pase...

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Los lectores cubanos participan activamente de la Feria.
 
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