LITERATURA › SE VIENE EL PREMIO NOBEL
Una academia de rumores y apuestas
El ganador saldría esta semana. Se habla de “un periodista” y vuelve a sonar Dylan.
Por Silvina Friera
Siempre fiel a sí misma, la Academia Sueca se abroquela en una estrategia harto conocida. Cada vez que se aproxima la fecha de anuncio del Premio Nobel de Literatura (sería a mediados de esta semana o de la próxima), los académicos juegan el juego que más les gusta: dosificar el secreto –ningún documento sale del edificio y los miembros no están autorizados a discutir la elección por correo electrónico ni con sus familiares– con las informaciones, rumores y especulaciones que empiezan a circular en los medios de comunicación y en el mundo literario. Parece que en esta ocasión, el cotizado galardón no sería para un escritor de ficción ni de poesía. Eso es lo que se dice. El nombre que más suena es el del periodista y escritor polaco Ryszard Kapuscinski, aunque en el listado aparecen abonados históricos de los últimos años como los estadounidenses Joyce Carol Oates y Philip Roth, el israelí Amos Oz, el sueco Tomas Transtroemer, el albanés Ismael Kadaré o la argelina Assia Djebar. Por segunda vez ha sido propuesto el cantautor Bob Dylan –los candidatos deben figurar en la lista al menos dos años seguidos para ganar–, lo que confirmaría el propósito de otorgar el premio a un autor que no pertenezca a los géneros que mejor cotizan en el mercado del Nobel.
El director de la Academia Sueca, Horace Engdahl, señaló que es importante que el premio evolucione de la misma manera que evoluciona la literatura. “Si finalmente fuese adjudicado a un escritor que no se dedica a la ficción, no sería la primera vez”, insinuó Engdahl, y recordó que Alfred Nobel no especificó en su testamento que tuviera que ser otorgado a un escritor de ficción. Desde que el Premio Nobel fue adjudicado por primera vez, en 1901, varios escritores que no se dedicaban a la ficción ni a la poesía lo han recibido, incluido Bertrand Russell, en 1950, por su obra filosófica, y Winston Churchill, tres años después, por sus textos históricos. Las declaraciones del director de la Academia han generado un efecto bola de nieve. “Kapuscinski es una posibilidad –opinó Ola Larsmo, crítico literario que escribe para el diario Dagens Nyheter–. Sería muy interesante si la Academia decidiera actuar en esa dirección.”
Entusiasmado con el que supone sería un cambio de rumbo, Larsmo arriesgó que el premio lo podría ganar un importante crítico literario. “Alguien como Roland Barthes, Maurice Blanchot o Susan Sontag. Pero todos ellos han muerto (y el premio no puede ser otorgado en forma póstuma), de modo que no estoy seguro de quién podría ser el candidato más apropiado en la actualidad”, agregó. ¿Estaría pensando, acaso, en el polémico Harold Bloom?
Parte del mito del Nobel de Literatura consiste en afirmar que los académicos suecos escogen a los finalistas cuando la nieve comienza a fundirse con la primavera, y durante las vacaciones de verano se dedican a leer las obras de los afortunados que pasaron la primera ronda. Entre esos aspirantes, se rumorea, no habría ningún latinoamericano. Uno de los candidatos más persistentes, el mexicano Carlos Fuentes, perdió fuerza en los últimos años. “En lo que va del año no hemos visto ninguna señal de que haya habido alguna filtración”, destacó Engdahl, y precisó que la votación final no está influida por criterios como el sexo o la geografía. “La Academia es imprevisible, y eso es muy bueno. Cuanto más imprevisible sea, mejor será para la literatura”, explicó.
La aureola de celebridad que implica la obtención del galardón, el más esperado en el mundo literario, acrecienta las expectativas –especialmente de las editoriales–, pero también alimenta la polémica sobre las cualidades literarias, la cantidad de obra publicada, o la edad de quienes lo reciben. Más allá de la sorpresa inicial, el año pasado hubo reacciones adversas cuando se conoció que la escritora austríaca Elfriede Jelinek se convirtió en la décima mujer en la historia en ganar el Nobel, y que fue premiada por el “flujo musical de voces y contravoces en sus novelas y dramas, que con extraordinario entusiasmo lingüístico revelan lo absurdo de los clichés de la sociedad y su poder subyugante”. Sorpresivo y en ocasiones otorgado a autores cuyos nombres se perderían después entre las brumas del tiempo, quizás haya llegado el momento, como planteó el director de la Academia Sueca, de repensar los objetivos del premio.