Dom 05.08.2007
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LITERATURA › SERGIO OLGUIN HABLA DE SU NUEVA NOVELA, “SPRINGFIELD”

“Quería salir de Lanús y del Once”

Esta vez, Ariel Pablo y Ezequiel, los protagonistas de El equipo de los sueños, aparecen enredados en una multitud de historias en la Ruta 66, que los cruzan con personajes reales.

› Por Silvina Friera

Tres adolescentes de Lanús viajan al medio Oeste norteamericano por un intercambio estudiantil. Ilusionados con vivir una aventura al estilo American Pie, Ariel, Pablo y Ezequiel, los protagonistas de Springfield (Norma), la nueva novela de Sergio Olguín, pronto descubrirán el abismo entre lo que imaginaban y la realidad: una sociedad medularmente religiosa en la que impera una insoportable corrección política, prejuicios a la orden del día –los inmigrantes son siempre sospechosos– y una discriminación soterrada que puede encender la mecha de la violencia. A pesar de la extrañeza inicial con ciertos códigos de la cultura norteamericana –exceptuando, claro, las cajitas felices y los Big Macs, porque dentro de un McDonald’s siempre se van a sentir como en sus casas–, estos jóvenes, que vienen de rescatar la primera pelota con la que jugó Diego Maradona en la anterior novela de Olguín, El equipo de los sueños, pasarán pronto a la acción. Tienen que resolver el enigma del crimen de un profesor –relacionado con la fórmula secreta de la Coca Cola–, y ayudar a una amiga en una causa real, que el escritor incorpora en la ficción: la liberación de Leonard Peltier, detenido injustamente por defender los derechos de los indios chippewas. En una travesía sin respiro por la mítica ruta 66, los personajes de la nueva novela de Olguín –que reelabora En el camino, de Kerouac, dentro del género juvenil– se encontrarán con Janice (guiño a la serie Los Sopranos), con el camionero B.J. (de la serie BJ) y la actriz porno Christine Young, entre otros.

Olguín cuenta en la entrevista con Página/12 que tenía ganas de escribir una novela que transcurriera en los Estados Unidos. “Soy un escritor que por lo general no se mueve del barrio, pero esta vez quería salir de Lanús y del Once, con los mismos personajes que habían estado en Villa Fiorito.” El homenaje a la cultura norteamericana asoma de entrada a partir de la asociación inmediata que genera el título de la novela, Springfield, con Los Simpson. “Pertenezco a una generación que disfrutó la cultura norteamericana sin perder de vista la crítica a los Estados Unidos –plantea el escritor–, mientras que en los ’60 y ’70 era imposible ver al Pato Donald y disfrutarlo si habías leído el libro de Ariel Dorfman.” El autor de Lanús y Filo aclara que no armó un mapa de lo que hay que saber o no de la cultura norteamericana.

–¿Por qué en sus novelas los personajes siempre se desplazan y hay mucha acción?

–El lector no se tiene que aburrir: me preocupa muchísimo la posibilidad de que se aburra con mis libros. Esta es una novela especialmente con mucha peripecia y con muchas historias. En este sentido se me descontroló un poco, no quería que tuviera tantas historias, pero la trama lo fue exigiendo. Me gusta que los personajes se muevan, que haya un movimiento físico, pero también que haya un movimiento interior, que el personaje que empieza la novela sea muy distinto al que termina. Trato de que los personajes terminen modificados, que les pasen cosas, que las circunstancias que viven, el amor, el desencanto o el enfrentamiento con la realidad, los modifiquen.

–¿El rechazo visceral hacia la policía es una obsesión que conecta a El equipo de los sueños con Springfield?

–Pensé que al trasladar la novela a los Estados Unidos me iba a sacar de encima a la policía. Son obsesiones que uno tiene, sé que voy a escribir una novela que transcurra en la luna y los habitantes de la luna van a ser policías que van a reprimir a los otros. Para alguien como yo, que creció en el Gran Buenos Aires, que pasó su infancia en la época de Camps, la policía te termina infundiendo muchos temores. No hay peor delito que aquel que cometen la institución o el Estado sobre las personas. En el momento de manifestar mis fantasmas personales respecto del mal, siempre soy obvio en esto, los malos de la historia terminan siendo los policías. Al fin y al cabo, todas las policías son iguales en cualquier parte del mundo. Hay un espíritu común que las une. Para ser policía es necesario sentir cierto placer por reprimir. Hay muchos textos divertidos al respecto de Boris Vian, que me influyeron mucho. En uno decía que hasta los peores oficios encuentran las personas que los ejerzan, por ejemplo, la policía. Y esto lo decía en Francia, en la década del ’40 (del siglo pasado).

Olguín señala que en Estados Unidos las mujeres juegan “muy bien” al fútbol. “Es un deporte que se practica en los colegios secundarios, no tanto entre los varones porque lo consideran muy femenino y prefieren otros deportes”, explica. “Yo no quería que mis personajes fueran a dar cátedra de fútbol, que fueran los geniecillos que saben jugar mientras los americanos son unos tontos. Por eso preferí que jugaran al lacrosse, deporte nacional de Canadá. Me enteré de que existía el lacrosse viendo ESPN, pero debe estar en el puesto vigésimo de gustos deportivos del pueblo norteamericano”. El escritor confiesa que le causó mucha gracia que las mujeres jugaran al fútbol en la novela. “Hice un esfuerzo muy grande de mi parte, porque no creo que el fútbol sea un deporte para mujeres.”

–¿Viajó por la ruta 66 como sus personajes?

–Nunca estuve en Estados Unidos, pero vi mucha televisión y hay sitios en Internet donde ponía la ciudad de partida y la de llegada, y me iban mostrando todos los pueblitos por los que iría pasando y cuánto tiempo se tardaría en auto o en micro. Escribí la novela con un montón de mapas y con los menúes de los boliches que había en la ruta. Entraba al pueblo por Internet, buscaba qué lugares había y elegía un bar al que los personajes pudieran ir, de acuerdo con la plata que tenían. Me resultó muy divertido atarme a una regla absolutamente realista, que los bares que aparecen en la novela existan en la realidad.

–Ariel, Pablo y Ezequiel son personajes que maneja con mucha comodidad. ¿Continuará escribiendo historias protagonizadas por ellos o ya los agotó?

–Siento que no están agotados como personajes. En un primer momento pensé que si escribiera una tercera novela, multiplicaría el efecto del viaje y que tendrían que irse a la muralla china. Son delirios que tengo cuando viajo en colectivo y Boca perdió el domingo (risas), y entonces, como no quiero pensar en el fútbol, se me ocurren argumentos para una tercera parte. Las dos novelas están escritas desde el género juvenil, pero deseo ir más allá, que puedan ser leídas como novelas para adultos. El género juvenil me permite acceder a un público al que no llego habitualmente. Y para un escritor como yo, que disfruta mucho de tener lectores, que me lean los adolescentes es una gran satisfacción.

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