Lunes, 26 de noviembre de 2007 | Hoy
LITERATURA › FERIA DEL LIBRO DE GUADALAJARA
Fernando del Paso, ganador del Segundo Premio FIL de Literatura, formulismo legal con que se designa al manoseado premio Juan Rulfo, se permitió un discurso cargado de ironía, en el que aludió, elípticamente, a García Márquez, que estaba allí presente.
Por Fernanda González Cortiñas
desde Guadalajara
“Declaro, en el uso de todas mis facultades mentales, y delante de testigos, aceptar de buenísima gana, con la conciencia limpia, con un gran entusiasmo y un inmenso júbilo, el Décimo Séptimo Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, alias Segundo Premio FIL de Literatura, asumo todas las consecuencias, tanto legales y periodísticas, como literarias y pecuniarias que conlleva esta aceptación”, aseguró con sarcástica solemnidad Fernando del Paso, al aceptar de manos del presidente de México, Felipe Calderón, el prestigioso y polémico galardón que desde hace dos años debió cambió de nombre debido a la querella que los deudos de Rulfo iniciaran en pro de retener el nombre del autor de Pedro Páramo como marca registrada.
“De los diecisiete afortunados que hemos sido distinguidos con este Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, y con la única excepción de Juan José Arreola, yo fui el que mejor conoció a Juan Rulfo, y quien sostuvo con él una amistad más larga y profunda. Lo conocí cuando el Centro Mexicano de Escritores me otorgó una de las becas que solía dar a escritores que hacíamos nuestros pininos en literatura. Cada día miércoles, los cuatro o cinco becarios del año nos reuníamos en la sede del Centro con Francisco Monterde, Juan José Arreola y Juan Rulfo, para leer nuestra modesta producción y recibir su asesoría y sus consejos. Después de cada reunión, Juan Rulfo y yo nos íbamos, religiosamente, a platicar al café del Sanatorio Dalinde, contiguo al departamento donde vivía, en la Avenida de los Insurgentes de la Ciudad de México. Allí se nos pasaban las horas: cinco, seis, cada miércoles, en las que tomábamos café por litros, fumábamos como chacuacos y hablábamos de literatura y de mil cosas más. Yo tuve el gran privilegio de que, para mí, Juan Rulfo no fue nunca el personaje tímido, y a veces hosco, que tenía fama de ser. Para mí, Juan fue siempre el amigo abierto, sencillo, cálido, que sabía hablar conmigo de todos los temas, de todas las novelas, de toda la literatura y de la vida entera”, declaró –con voz firme y tono simpático, a pesar de encontrarse convaleciente de una reciente operación que casi le impide recibir el premio–, Del Paso, flanqueado por Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, a quien hizo víctima de su ya publicitada “fina ironía”.
“Siempre he estado convencido de que no son los premios los que dan prestigio a los autores, sino los autores los que dan prestigio a los premios. Se ha visto cómo, en los premios longevos, y como reza el dicho, ‘ni están todos los que son, ni son todos los que están’. Ganar el Premio Nobel, por ejemplo, significa incorporarse a un grupo en el que figuran escritores como Zienkiewicz, Pearl S. Buck, Echegaray y Winston Churchill. No ganar el Premio Nobel significa quedarse en la compañía de Emilio Zola, León Tolstoi, James Joyce, Marcel Proust, Italo Calvino y Jorge Luis Borges”, bromeó el autor de José Trigo y la famosísima Palinuro del México.
Después de las intervenciones de rigor (el presidente de la FIL, Raúl Padilla; el rector de la Universidad de Guadalajara, Carlos Briseño; Emilio González, gobernador de Jalisco y Paula Moreno, ministra de Cultura de Colombia, país invitado), en el cierre del acto, el primer mandatario mexicano, el segundo presidente en la historia de la FIL que inaugura una edición de la feria (en 1989, lo hizo Carlos Salinas de Gortari), dejó oficialmente abierta esta vigésimo tercera edición. “Mi padre era escritor. De él aprendí el amor por los libros, la admiración y el cariño por los escritores”, dijo el mandatario, que no se ahorró estadística ni promesas. “Coincido en la necesidad de contar con una legislación acorde que fortalezca al libro y su lectura, y por supuesto también acepto la invitación que hace el presidente de la feria, para iniciar un nuevo diálogo con miras a tener la legislación que le hace falta al país para difundir el libro y la lectura”, aseguró el mandatario, que en el momento de su ingreso al predio, a pesar de las fuertes medidas de seguridad, tuvo que soportar que una mujer, con un lenguaje muy a tono con el evento, le gritara: “¡Felipe Calderón, eres un presidente espurio!”.
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