LITERATURA › “HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE” EN CASTELLANO
Fueron miles los que coparon las librerías en busca del último libro de la saga. “Lo vamos a extrañar a Harry”, se escuchó.
› Por Silvina Friera
El final de la era Potter fue una fiesta descontrolada, que en algunas librerías pareció que terminaría a las trompadas por la cantidad de gente que pugnaba por comprar el séptimo y último libro de la saga: Harry Potter y las reliquias de la muerte (Salamandra). Si algún desconfiado/a, de esos que a veces creen que “pensando mal, acertarán”, tuvo la leve sospecha de que el calor agobiante iba a amedrentar a unos cuantos padres y chicos, la legión demostró que tiene aguante y tempranito, a las cinco de la tarde, empezó a invadir con sus atuendos de magos de Hogwarts y una dosis de histeria, que oscilaba de acuerdo a las edades, las librerías de Buenos Aires. El Círculo de Lectores de Harry Potter está a pleno en la librería Cúspide del Village de Recoleta. Piren, 16 años, y Cristal, de 17, cuentan que empezaron a leer la saga cuando tenían siete años. “Crecimos con Harry, con los libros, con las películas; lo vamos a extrañar mucho, fue muy importante para nosotras y nos va a marcar para siempre”, dice Piren a modo de despedida. “Cuando éramos chicas, teníamos la fantasía de que nos llegara la carta para ingresar a Hogwarts”, agrega Cristal.
“Tengo la esperanza de que la autora encuentre la manera de seguir con la saga”, bromea Susana Fernández, gerenta de Relaciones Institucionales de Cúspide, cadena de librerías que ayer tenía reservados más de 2000 ejemplares. “Estimamos que se va a agotar mucho antes que el anterior”, confirma Fernández. La librería del Village, que cerró pasadas las once de la noche y vendió más de 500 ejemplares, está literalmente invadida por una horda de pottermaníacos de todas las edades. Adriana Dueñas es una de las tantas madres que le pone una sonrisa al calor agobiante, aunque la gente la empuje o la pise. Consciente de que está viviendo “un momento histórico”, la madre de Alejo, de nueve años, reflexiona: “Los chicos están enloquecidos y los padres estamos contentos de que sea Harry Potter el primer libro que leyeron en su vida. Esperemos que no sea el último”. Román Dumas tiene 10 años y es un fanático de la primera hora. Está con su hermanito Axel y su mamá, Graciela, esperando que a la hora señalada comience la venta del libro. La madre ya leyó el libro en inglés, pero Román sacude la cabeza y abre sus ojazos implorando que no cuente nada. “El año pasado jugamos una especie de maratón –explica la madre–. Mientras yo leía el último libro en inglés, mi hijo estaba leyendo el sexto.” Román dice que “aunque Harry pueda resultar herido, va a matar a Voldemort”.
En Capítulo Dos, en el subsuelo de Galerías Pacífico, el clima es otro: menos gente, más calma, parece un páramo, aunque haya un mini Harry Potter, Ilan, de tres años, correteando por ahí. “No me sacan fotos”, se queja el pequeño. “Cuando lo leo ingreso a un mundo diferente al que vivimos acá, me hace volar la imaginación”, explica Ornella Pennini, de 14 años. “Me gusta que sea valiente, pero sobre todo que defienda a sus amigos, con eso me siento muy identificada”, agrega esta lectora, que empezó a los siete años a leer los libros de la saga. La librería El Ateneo explota; no hay espacio para caminar, para moverse, más de 500 personas esperan, faltan apenas minutos para que comience la venta y todo es un gran caos. Las cámaras, mientras tanto, brindan a los fanáticos mejor disfrazados cinco minutos de gloria. Manuel Cuestas, gerente regional del grupo Ilhsa, se abre paso entre la gente y señala que en esa librería, que cierra a las 22, se venderán entre 300 y 400 ejemplares y que estiman que en toda la cadena Yenny-El Ateneo la cifra ascenderá a 3000.
Diez... nue-ve..., o-cho... la cuenta regresiva comienza y los chicos compiten entre sí a ver quién grita más y mejor. Norma Vera es la madre de María Florencia Ciardini, la primera compradora del libro. Mientras los movileros de la televisión le hacen preguntas, le piden que muestre el libro, que hable, su madre la mira con orgullo e informa: “Está con fiebre, pero medicada”. María Florencia, que tiene diez años, le dice a Página/12: “Espero leer el libro en una semana, y ahora que se acabó la saga, tendremos que esperar las películas”. Parece que el fanatismo continuará...
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