Jue 15.05.2008
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CINE › LOS FALSIFICADORES, DIRIGIDA POR STEFAN RUZOWITSKY, SOBRE UNA CéLEBRE OPERACIóN BéLICA

Cuando el dinero pasa a ser arma de guerra

Aunque por momentos se acerca al estereotipo, el film lleva con buen pulso la historia de la falsificación de dólares y libras.

› Por Horacio Bernades

Como “Operación Bernhard” se conoce un operativo de inteligencia puesto en marcha por los alemanes durante la Segunda Guerra. Tanto su concepción como su ejecución parecerían imaginadas por el cine, veinte años antes. En El Dr. Mabuse (1922), el monstruoso protagonista intentaba generar un caos financiero generalizado, como modo de derrumbar las bolsas y dominar el mundo. En plena guerra, algo semejante se le ocurrió a Bernhard Krüger, inspector especializado en falsificaciones. Pasándose del otro lado de la ley, Krüger planificó la falsificación a gran escala de dinero aliado, destinada a hundir al enemigo en el caos financiero. Ganadora del Oscar 2007 al Mejor Film Extranjero, la austríaca Los falsificadores reconstruye ese operativo de guerra.

Que al encargado de combatir un delito se le haya ocurrido convertirlo en arma propia le da al asunto un aire perverso, que de todos modos no sorprenderá a nadie que conozca las andanzas de la Federal o la Bonaerense. Que la consumación del operativo se haya puesto en manos de un grupo de cautivos de un campo de concentración representa una inmersión mucho más profunda en la perversidad. Pero incluso eso admite correlatos con hechos sucedidos en la ESMA de Massera y el almirante Chamorro (hasta el nombre de “jaula de oro”, que los cautivos les daban a los talleres de falsificación, evoca el de la “pecera”). El protagonista de Los falsificadores es Salomon Sorowitsch, bon vivant en la Berlín de los kabarets y fabricante genial de dinero falso. Tras una obstinada persecución, el inspector Friedrich Herzog (nombre que aquí recibe Krüger) logra darle caza en 1936, yendo a parar tres años más tarde al campo de concentración de Mauthausen.

Allí, el dotado Sorowitsch se convierte en retratista oficial de la oficialidad, a la que soba con Olimpos de grafito. Por una de esas vueltas del azar, será su Némesis quien venga al rescate. Herzog comanda ahora la “Operación Bernhard”, que se lleva a cabo en dos talleres del campo de concentración de Sachsenhausen. Destinada a producir cientos de millones de libras y dólares falsos, ¿qué otro podría ponerse a su frente sino el mismísmo Salomon Sorowitsch, rey de los falsificadores? La película dirigida por Stefan Ruzowitzky desarrolla un doble dilema moral. Por un lado, la culpa del grupo protagónico, cuyos pares son torturados y fusilados pared por medio. Y a quienes terminarán enfrentando, en la escena más fuerte de la película, tanto en sentido dramático como moral. Por otro, la oposición entre quienes privilegian la supervivencia a cualquier precio y los resueltos a resistir a toda costa.

La segunda opción es encarnada por Adolf Burger, militante comunista a quien ni siquiera la amenaza de muerte logra amedrentar y en cuya crónica (traducida al inglés como The Devil’s Workshop; en castellano, “El taller del diablo”) se basa Los falsificadores. Cuando la producción de billetes comience a sufrir sospechosos retrasos y Herzog amenace con iniciar las ejecuciones por sabotaje, Sorowitsch revelará, sin embargo, una imprevista ética in extremis. Haya sido así o no, en términos dramáticos es bienvenido, en tanto le brinda al protagonista matices impensados. A la vez, esa faceta altruista permite desmantelar la caracterización previa del personaje, demasiado deudora de los peores prejuicios antisemitas como para no generar una mezcla de prevención y repulsión. Hasta ese momento, el judío Sorowitsch (a quien Karl Markovics compone con peligrosa convicción) había aparecido como una rata dispuesta a todo, con tal de alcanzar su beneficio personal.

La figura del estoico Burger también sirve como contrapeso ante el alarmante flirteo del director y guionista con el estereotipo racial. El remate es particularmente interesante, al devolver a Sorowitsch a la condición de dandy y alejarlo así de cualquier maniqueísmo heroico. La otra gran sorpresa aparece desde el comienzo, en la banda sonora. ¿No es ésa acaso la armónica de Hugo Díaz? ¿Qué harían los geniales solos del músico santiagueño, despachando un tangazo tras otro en la columna de sonido de un film austríaco que transcurre en un campo de concentración? Por alguna benéfica intervención del azar, al realizador Stefan Ruzowitzky –que venía de facturar dos thrillers del montón, Anatomía y Anatomía 2, y no demuestra aquí mayor inspiración visual– se le ocurrió ilustrar de esa manera el fervor tanguístico de Sorowitsch, motivo tal vez de que el tipo haya terminado viniendo a la Argentina. Fervor que se remata en un par de elegantes cortes y quebradas, al borde del mar en Montecarlo, con el estafador tomando de la cintura a una bella dama. Allí parece sugerirse que mientras se viva, más vale hacerlo con gusto, por más que se haya atravesado la peor de las noches.

7-LOS FALSIFICADORES

(Die Fälscher) Austria, 2007.

Dirección y guión: Stefan Ruzowitzky, sobre libro de Adolf Burger.

Fotografía: Benedict Neuenfels.

Intérpretes: Karl Markovics, August Diehl, Devid Striesow, Dolores Chaplin, August Zirner y Marie Bäumer.

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