CINE › EMIR KUSTURICA Y UN DECEPCIONANTE RETRATO DE MARADONA
El cineasta de Underground presentó, en estreno mundial, su documental Maradona By Kusturica, una obra que centró en su propia figura, bajo el argumento de que durante el rodaje “no era fácil encontrar al señor Dios en Buenos Aires”.
› Por Luciano Monteagudo
Desde Cannes
“Los dos somos dionisíacos, somos pasionales, nos moviliza el caos, y por eso no pertenecemos a esta época materialista, sino a tiempos pasados.” Con estas palabras, sin ruborizarse, Emir Kusturica pretendió justificar lo injustificable: su incoherente documental sobre Diego Armando Maradona, presentado ayer en estreno mundial, fuera de concurso, en el Festival de Cannes. A su lado, en la abarrotada conferencia de prensa que siguió a la primera proyección de la película –donde fue casi más riesgoso que entrar a una cancha de fútbol, por las corridas y los empujones–, el Diego sonreía satisfecho de estar una vez más en el centro de atención, rodeado de elogios y bajo las luces de los flashes. Y por supuesto retribuyó las loas: “Las otras películas que se hicieron sobre mí no me gustaron, porque no está mi sentimiento, pero ésta sí es mi película, porque es la película de Emir, con quien nos hicimos grandes amigos y a quien le abrí mi corazón”.
La propia película, sin embargo, parece desmentirlo. Ya se sabe: hace mucho tiempo que Kusturica no es el director de Papá salió en viaje de negocios (1985) y Underground (1995), con las que aquí en Cannes ganó dos veces la Palma de Oro. Sus últimos intentos –La vida es un milagro, Promise Me This– mostraron a un director agotado, que se alimentaba de viejas glorias. Pero ni aun los pronósticos más pesimistas podían hacer sospechar que Maradona By Kusturica –esa inmodestia del título es la marca de todo el documental– sería esa clase de películas que dan vergüenza ajena. “Señoras y señores, con ustedes el Diego Maradona del cine, Emir Kusturica”, es la primera frase que se escucha en la banda de sonido, cuando un presentador anuncia al líder de la No Smoking Orchestra en uno de sus conciertos en Buenos Aires. A partir de allí, el director serbio será una presencia constante, casi tanto o más que el propio Maradona. Pero por lo menos, en la reunión de ayer con la prensa, cuando se le preguntó por su excesivo protagonismo, Kusturica tuvo la honestidad de confesar las razones que lo llevaron a filmarse casi tanto como a su ídolo: “Lo que sucedió es que no era fácil encontrar al Señor Dios en Buenos Aires”, le recriminó al Diego, que reía satisfecho de haberse hecho rogar.
El primer recurso de Kusturica para completar un film que comenzó más de tres años atrás y amenazaba con quedar inconcluso fue convertirse también él en un personaje a cámara, que no tiene reparos en filosofar sobre Maradona recurriendo a citas de Baudelaire, Jung y hasta la leyenda de Gilgamesh. El segundo fue bastante más obvio: recurrir al trajinado material de archivo con los goles más famosos, sobre todo el llamado Gol del Siglo que Maradona les hizo a los ingleses en el Mundial ’86. Ese gol se ve no menos de una docena de veces y en cada oportunidad precede a una paupérrima animación, en la que un muñequito de Maradona se enfrenta victorioso a caricaturas de Margaret Thatcher, el príncipe Carlos, Tony Blair y también, por qué no, Ronald Reagan y George W. zBush (h.). ¿La música que acompaña esos fragmentos? El God Save the Queen de los Sex Pistols porque, según Kusturica, Maradona –entre otras tantas comparaciones no necesariamente fundadas– vendría a ser el punk del fútbol.
Buenos Aires también tiene sus capítulos: el santuario natal de Maradona en Villa Fiorito, por supuesto; el Mercado de San Telmo en domingo, que le sirve a Kusturica para ofrecer un curso acelerado en historia del tango; y hasta un sórdido cabaret en el que unas strippers hacen su show al ritmo de los goles del ídolo, mientras el dueño pasa alevosamente el chivo de su local y Kusturica elabora una teoría ininteligible sobre el origen erótico del dos por cuatro (habla de Eros y Thanatos), en la que hace confluir a Borges y Freud. La política tampoco está ausente: Kusturica dice que Maradona le recuerda a un revolucionario mexicano salido de las películas de Sam Peckinpah y Sergio Leone (?) y Maradona define a Bush como “un asesino sin escrúpulos”, concepto que ratificó en la conferencia de prensa. Las imágenes lo muestran entonces a bordo de aquel tren a Mar del Plata cuando se movilizó hacia la Contracumbre. Lo curioso del caso es que Kusturica define a ese tren como “el que va a llevar a América latina hacia su futuro”, pero el plano siguiente corresponde a un baile del caño que practican, lejos de Mar del Plata, unas devotas de la Iglesia Maradoniana, con lo cual no queda claro hacia qué porvenir se dirigen esos pasajeros, entre quienes se destacan Miguel Bonasso y Evo Morales. Así de “dionisíaco” es Maradona By Kusturica.
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