Viernes, 30 de mayo de 2008 | Hoy
CINE › LA RONDA, DE INES BRAUN, CON MERCEDES MORAN Y FERNAN MIRAS
Apelando a la estructura circular que sugiere su título, La ronda es una perla rara dentro de la comedia romántica local.
Por Horacio Bernades
Dirección y guión: Inés Braun.
Intérpretes: Mercedes Morán, Fernán Mirás, Sofía Gala Castiglione, Leonora Balcarce, Rafael Spregelburd y Walter Jacob.
Para el cine argentino, “comedia romántica” parecería sinónimo de producto de confección, costumbrismo rancio, lugar común, moralina pequeñoburguesa. En ese sentido, La ronda, ópera prima de la treintañera Inés Braun, aparece como perla rara, al abordar ese castigado rubro desde un lugar infrecuente, con plena conciencia de lo que se propone y un tratamiento dramático y visual que no le debe nada a la mediocridad ambiente.
Sin relación literal con el clásico homónimo del genial Max Ophüls, La ronda reconoce coincidencias estructurales y, tal vez, afinidades espirituales con su venerable tocaya, en la que el desliz erótico era visto a través de un prisma melancólico. Escrita y dirigida por Braun, La ronda narra un puñado de historias de amor, soledad y desencuentro, apelando a la estructura encadenada y circular que el título indica. La película se abre y cierra en el bar homónimo, donde Lucía (Sofía Gala Castiglione) trabaja como camarera. Lucía está de novia con Javier (Fernán Mirás), agente inmobiliario que, tras visitarla en el bar, le mostrará primero un departamento y luego otro a cierta mujer sofisticada y misteriosa, llamada Mónica (Mercedes Morán). Tras despedirse de Javier, Mónica sube a un taxi y se encuentra con que el chofer, Luis (el dramaturgo Rafael Spregelburd, debutando en cine), trabaja también como pintor.
Terminado su trabajo en el departamento de Mónica, Luis conoce a un grupo de gente de teatro que incluye a la bella y veleidosa Julia (Leonora Balcarce), por quien cae flechado. Julia deja clavado a Luis y en una fiesta traba contacto con un director de cine llamado Max (Walter Jacob). Max la invita a actuar en una escena de su película... que se filma en el bar La ronda, donde Lucía trabaja como camarera. Sin temerle a ciertas intromisiones extemporáneas, como un par de números musicales en las escenas de apertura y cierre, Braun logra mantener un tono parejo y homogéneo, en el que la palabra “comedia” debe entenderse más en sus connotaciones de soltura y falta de grandilocuencia que en la de una búsqueda a cualquier precio de la risa ajena. Un tono sin sobresaltos le hace lugar tanto a la deliberada naïveté de los personajes de Sofía Gala y Spregelburd como a la desolación que tiñe el de Mercedes Morán, protagonista del episodio más tocante. O al carácter pusilánime del de Mirás, el snobismo del de Balcarce y el relax canchero, pero sin canchereadas, del de Jacob.
La mirada sobre cada personaje prioriza el matiz, cerrándoles el paso a los estereotipos. Un timing relajado, logrado en buena medida gracias a un preciso manejo de los silencios, se hace particularmente apreciable en el episodio de Morán y Mirás, donde lo no dicho define la relación entre los personajes. Rindiendo a un nivel uniformemente alto, el elenco ofrece confirmaciones casi obvias (la de Morán, el siempre justo Mirás, esa portadora de ángel que es Sofía Gala), pero también revelaciones. La de Spregelburd, que zafa con llamativo relax del fantasma de muchacho de rioba alla Rolando Rivas, y la de Walter Jacob, un grandote que ya había llamado la atención por partida doble en el último Bafici (en Los paranoicos e Historias extraordinarias).
Chapeau final para la banda de sonido, que combina una rareza de Queen (“Seaside rendezvous”) con cierta infrecuencia de Calamaro, y la voz de Liliana Felipe con la de Billie Holiday. Rendida ante la magnificencia de esta última, hay una escena en la que la directora le entrega el primer plano sonoro a Lady Day y les baja el volumen a los actores, que se quedan hablando bajito, casi como pidiendo permiso.
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