CINE › ANTONIO BANDERAS INICIA HOY EN MALAGA EL RODAJE DE SU SEGUNDA PELICULA COMO DIRECTOR
“Hollywood es un lugar cruel e injusto”
El actor volverá a estar detrás de cámara en El camino de los ingleses, una película que narra el último verano de un grupo de jóvenes a finales de los ’70. Banderas dice que está “con una pierna dentro y otra fuera” de la industria hollywoodense y se queja de cómo tratan a su mujer, Melanie Griffith.
Por Elsa Fernandez-Santos *
Desde Malaga
Antonio Banderas (Málaga, 1960) visita con los jóvenes actores de su próxima película, El camino de los ingleses, uno de los lugares clave de la historia: la piscina de la Universidad Laboral de Málaga. La vieja universidad es hoy una residencia escolar y el director del centro cede su despacho para la entrevista. Banderas le agradece el gesto y le recuerda que su hermano estudió allí y que también allí escuchó hace años a Felipe González, “fíjese si ha pasado tiempo que creo que entonces todavía era Isidoro”, dice el actor bromeando. “Menuda polémica se montó con aquel mitin. Decían que Felipe había venido hasta aquí en Mercedes y que luego se había subido a un Seita para disimular. Todo mentira.”
–El autor de la novela y guionista de la película, Antonio Soler, ha dicho que El camino de los ingleses trata del último verano de la inocencia, la historia de jóvenes desubicados que buscan escapar por medio de sus sueños. ¿Coincide con esta descripción?
–Sí, el tono va por ahí, pero a mí lo que me atrajo de El camino de los ingleses fue la posibilidad de poder volver a trabajar en mi tierra y, además, hacerlo en una película situada en los años ’70, es decir justo en el momento en el que yo abandoné Málaga. Me fui en 1979 y la película ocurre en el verano de 1978. Yo también viví la desintegración de un grupo de amigos.
–Una historia de adolescentes entonces...
–Una reflexión sobre la vida y sobre la muerte que nos permite ver y palpar el vértigo que produce el paso de la adolescencia a la madurez. El drama que ese tránsito produce. En esas edades la vida se mira con una lupa.
–Su mujer tiene hijos adolescentes, así que sabrá que no es una edad tan maravillosa como luego se recuerda. ¿No cree que se tiende a mitificarla excesivamente?
–A esa edad todo es mucho más terminal y dramático. Es un tránsito de tres o cuatro años muy complejo. Mi hija Dakota, que tiene casi 17 años, vive un festival de hormonas...
–¿Pero su hija no es mucho más pequeña...?
–Dakota es mi hija, bueno, mi hijastra. No hablo de mi niña, mi niña es chiquitilla, ¡sólo tiene nueve años! La adolescencia da mucho miedo, hay mucha incertidumbre y mucha confusión, para ellos y también para los que les rodeamos. Yo quisiera que mi hija no se encontrara con tíos como yo...
–¿Cómo?
–(Se ríe.) No, no... Es una broma. Bueno, son épocas de experimentación, con el amor, con el sexo, con la amistad. Se rompe con la familia, con el padre, con la madre. Desde fuera da miedo porque lo has vivido y sabes cuáles son los peligros. Yo tengo un recuerdo durillo de aquella época. Muchos de mis amigos, sobre todo los de la costa, donde pasaba los veranos, se murieron, se quedaron por el camino, la mayoría por asuntos de droga.
–Le hubiera gustado vivirlo de otra manera.
–No lo cambiaría. Pero tampoco me gustaría volver a vivirlo. Todo era muy crudo.
–En su primera película, Locos en Alabama, ya se hablaba de ese paso de la adolescencia a la madurez.
–Sí. Pero El camino de los ingleses es una visión muy diferente. En Locos en Alabama hay un claro contexto político de fondo. A mí lo que me interesa de la novela de Soler es que prescinde de cualquier enganche político. Esas pasiones, esas incertidumbres de las que hablamos, son atemporales. Se obvia lo que ya se sabe. Como mucho, una tele en la que se ve de fondo a Adolfo Suárez. Además, y aunque suene raro, a mí, en aquellos años, que se muriera Franco me importaba un carajo. A mí sólo me preocupaban los ojos de mi novia. Yo no tomo conciencia política hasta que me voy de Málaga. En Madrid las cosas cambian. En Málaga las pasiones eran muy primitivas y el mundo se reducía a muy poco: yo y mis amigos.
–Y su adolescencia se queda en Málaga.
–Absolutamente. El día que a mí se me rompe el camino de los ingleses fue un momento muy preciso. Lo recuerdo con nitidez: subido en el tren Costa del Sol, asomado a la ventanilla, con mis amigos y mi familia en la vía despidiéndome. Me habían traído desde un paquete de tabaco hasta 500 pesetas. Entonces el tren empezó a moverse. En ese momento supe que ya era otra persona.
–¿Y dónde están ahora esos amigos?
–Son los productores de la película. Antonio Soler es el novelista y guionista, Antonio Meliveo es productor y músico...
–Qué casualidad.
–No es casualidad. Málaga es pequeña y todos los que teníamos inquietudes parecidas nos conocíamos. Vivimos las mismas historias.
–¿Entonces se trata de una película autobiográfica?
–Un poquitito.
–¿Pero el camino de los ingleses es entonces un lugar real?
–Es el camino de Antequera, está aquí al lado. Es un lugar real e imaginario. Es un lugar físico donde nos reuníamos algunos...
–Se rodeó de actores muy jóvenes y desconocidos. ¿Ensayará mucho con ellos?
–No mucho, me da miedo. No quiero meterles en un túnel sin salida. Quiero frescura, quiero cierta capacidad de improvisación. Tampoco quiero una película neorrealista o costumbrista. Yo quiero hablar de recuerdos.
–¿Y qué les dice a actores tan inexpertos?
–Hablo mucho con ellos. Les cuento todo. No quiero pincharlos, ponerles en un estado emocional determinado y luego rodar. No, yo trato de hablarles sin parar, algo que yo echo de menos como actor. Les doy toda la complicidad. Les voy a obligar a ver hasta las pruebas de cámara. Haré con ellos lo que me hubiera gustado que hubieran hecho conmigo.
–¿Y sin enojarse nunca?
–Muy poco. Si tienen el corazón en la película, está permitido fallar. Quiero que experimenten y en la experimentación se falla.
–Y usted, ¿se permite fallar?
–Menos que ellos. Puedo fallar en el concepto general, en el pulso. Quiero ser valiente, aunque creo que tengo las ideas claras.
–Pero el proyecto inicial en España era rodar Málaga en llamas, de Gamel Woolsey, la esposa de Gerald Brenan.
–Sí. Pero ésa es una historia larguísima que prefiero no contar. Un lío tremendo con los derechos que estamos al borde de resolver.
–¿Será la próxima película en España? ¿Con su mujer, Melanie Griffith, de protagonista?
–Sí. Y con Melanie. Una historia de la Guerra Civil desde el punto de vista de dos extranjeros que no entienden nada. Es una novela muy distante y a la vez muy emocionante. Me gusta mucho.
–Alguna vez habló de la crueldad de Hollywood con las actrices maduras.
–Es algo muy injusto. Cuando yo conocí a Melanie ella tenía 37 años y ya ella entonces me lo decía: “Me están echando. Quieren carne fresca”. Es muy cruel. Pero es que Hollywood es un lugar cruel e injusto.
–Se siente integrado en ese mundo.
–Con una pierna dentro y otra fuera. Algo muy andaluz.
–¿Y eso cómo se lleva?
–Con cierta ventaja también. Yo soy europeo. Y vivo como lo he hecho siempre, dejándome llevar. Creo que mi carrera americana ha sido muy ecléctica. He hecho de todo.
–¿Le llegan guiones de España?
–No. Nada.
–¿Y no resulta contradictorio hacer cine comercial de consumo rápido y luego querer tener una carrera personal?
–No hay ninguna contradicción. Hacer aquello me permite hacer esto. Yo he resuelto mi vida financieramente y eso me permite, por ejemplo, irme un año a Broadway a hacer Don Juan de Marco.
–¿Pero no es demasiado difícil salirse del casillero del latino?
–Es que yo tampoco me veo como un granjero de Oklahoma. A mí me gusta el papel de latino.
–¿Le ha costado adaptarse?
–Pues sí. Me ha costado mucho, pero me he pegado mucho a mi familia y a mis amigos. De todas formas, ahora me he comprado una casa en Nueva York y probablemente nos vayamos a vivir allí. Es una ciudad más europea, con más cultura, la gente te insulta por la calle... no sé, más ciudad.
–Entonces nada de volver a España.
–Bueno, para mí esto es una vuelta a España. A España y a lo mejor de mi profesión.
* De El País de España. Especial para Página/12.