CINE › TERCERA MUESTRA DE CINE DE DERECHOS HUMANOS EN BUENOS AIRES
Desde hoy y hasta el próximo domingo se verán en la Sala Lugones trece films inéditos. Se trata de una selección de documentales que integraron la programación del Human Rights Watch International Film Festival.
› Por Oscar Ranzani
Por tercer año consecutivo la Sala Lugones será sede de una destacada selección de documentales que integraron la programación del Human Rights Watch International Film Festival (Hrwiff), la prestigiosa muestra cinematográfica que propone una difusión minuciosa de la situación de los derechos humanos y la denuncia de sus violaciones en distintas regiones del mundo, a través del abordaje cinematográfico. Organizada por el Complejo Teatral de Buenos Aires y la Fundación Cinemateca Argentina, en colaboración con las asociaciones Human Rights Watch y Centro Internacional para la Justicia Transicional (CIJT), la Tercera Muestra de Cine de Derechos Humanos en Buenos Aires permitirá conocer desde hoy y hasta el domingo 13 films inéditos (cinco largos y ocho cortos) en la Lugones (Av. Corrientes 1530).
“Cada año intentamos seleccionar películas que tengan como temas centrales algunas de las cuestiones más relevantes ligadas a los derechos humanos, films que vayan más allá de lo noticioso o lo informativo y que exploren los verdaderos costos humanos ligados a esos conflictos”, destaca Bruni Burres, directora del Hrwiff hasta 2007 y actualmente colaboradora del CIJT, quien agrega que este año se seleccionaron películas “que se ubican en la vereda opuesta de lo que usualmente espera el espectador ante un documental sobre derechos humanos. Por ejemplo, Proyecto Cachemira. El film de Senain Kheshgi y Geeta V. Patel, lejos de ser una serie de entrevistas a cámara con personajes dando su punto de vista sobre el enfrentamiento entre la India y Pakistán en el territorio de Cachemira, se revela como un viaje personal donde no resulta fácil definir quiénes son los ‘malos’ y quiénes los ‘buenos’”.
El film que abre la muestra es Los soldados de Sari, de Julie Bridgham, que fue realizado durante tres años en la convulsionada Nepal: allí tres mujeres luchan denodadamente por el futuro de su país en medio de una encarnizada guerra entre maoístas insurgentes y el debilitado gobierno de la monarquía nepalesa. El reclutador, dirigido por Edet Belzberg, es un documental estadounidense que sigue los pasos del sargento Clay Usie – reclutador del ejército norteamericano–, en su búsqueda de hombres y mujeres de Louisiana para sumar a las filas militares. El film describe el arduo trabajo de entrenamiento que lleva alrededor de cuatro años y que llega hasta los límites del agotamiento físico y psicológico.
En Ruega que el Diablo vuelva al Infierno, la realizadora Virginia Reticker reflejó otra lucha de un grupo de mujeres de Liberia que se unieron para ponerle punto final a la guerra civil de su país. Gracias al esfuerzo mancomunado y, a pesar de estar enfrentadas al gobierno y a los nombres poderosos de la guerra, lograron llevar la paz a su tierra sin el empleo de la violencia. Como consecuencia, en las elecciones presidenciales posteriores al fin del conflicto, fue elegida una mujer como presidenta por primera vez en la historia de Liberia. Miedo bien fundado, en tanto, es una investigación de Michael Camerini y Shari Robertson que busca responder al interrogante de quiénes y cómo toman las decisiones sobre los asilos políticos en Estados Unidos para personas que puedan demostrar que son perseguidas en sus países.
Paralelamente a estos cinco largometrajes, podrá verse una selección de cortos, agrupados bajo la denominación “Jóvenes produciendo el cambio”: se trata de pequeños films dirigidos por jóvenes de diversas regiones del mundo que reflejan cuestiones vinculadas con los derechos humanos; en todos los casos, los registros fueron realizados con cámaras digitales y computadoras.
Teniendo en cuenta que Human Rights Watch realiza investigaciones sobre violaciones a los derechos humanos en más de setenta países, surge como interrogante si el hecho de que los derechos humanos sean universales, permite que estas películas puedan ser comprendidas en todo el mundo. PáginaI12 consultó a Burres sobre este tema: “La verdadera fuerza del cine a la hora de destacar cuestiones ligadas a los derechos humanos, ya sea en el terreno del documental o en el de la ficción –e incluso en el cine de animación–, está relacionada con los elementos humanos o emocionales que los reportajes noticiosos usualmente no poseen –sostiene Burres–. El cine lleva al espectador a un viaje emocional que no deja de lado lo intelectual. Enfrenta al espectador con importantes cuestiones ligadas a los derechos humanos al tiempo que conecta a la audiencia con los personajes de la historia”. Si se trata de un buen film, para Burres, días más tarde de la proyección, el espectador “sigue pensando en la historia y los personajes –así se trate de víctimas de crímenes masivos o activistas que luchan por lograr un cambio– y se interesa por conocer más acerca de la situación narrada en la película, involucrándose de una u otra manera”. Por otro lado, Burres comenta que en un buen film, “cada elemento tiene que tener una razón dramática, estética y moral. Ruega al Diablo que vuelva al Infierno y Los soldados de Sari, por ejemplo, son dos películas que ilustran a la perfección estas cuestiones y que demuestran la fuerza absoluta de lo humano y, en estos dos casos puntuales, del espíritu de lucha de la mujer”.
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