Domingo, 17 de agosto de 2008 | Hoy
CINE › BENICIO DEL TORO HABLA DE SU COMPOSICION DEL CHE GUEVARA
Junto a su amigo, el director Steven Soderbergh, se embarcó en la aventura de llevar al cine los momentos culminantes de la vida del Che, en una película que finalmente fueron dos y que le valieron el premio al mejor actor del último Festival de Cannes.
Por Rocío García *
Desde Madrid
“Para ser revolucionario hay que estar un poco loco.” La frase es de la película El argentino. Su director, Steven Soderbergh, añade algo más: “Y para abordar un proyecto cinematográfico como éste, también hay que estar un poco loco”. Han sido, en efecto, siete años de locura. De escritura del guión, de lectura, de investigación y de estudio de montañas de documentos y libros sobre la figura del Che Guevara. También de fichas desclasificadas de la CIA en torno de la muerte del revolucionario. Y de búsqueda de financiación. Un proyecto descomunal. Dos películas, El argentino y Guerrilla, que han sido, admite el director, las más difíciles y comprometedoras de su carrera. “Sin ninguna duda.” Un proyecto de dos personas que se conocen bien: Steven Soderbergh y Benicio del Toro. Juntos saborearon el éxito con Traffic, un poderoso retrato del mundo de las drogas y la policía. Un título que en 2001 les valió a Soderbergh el Oscar al mejor director, y a Del Toro, el de mejor actor secundario. Juntos se han embarcado con pasión y absoluta decisión en esta aventura de buscar, cuarenta años después de la muerte del Che, la verdad de ese símbolo revolucionario.
Benicio es el Che. El auténtico revolucionario, la imagen de la película, el foco de todas las miradas. “Dispara, dispara”, reta despreocupado al fotógrafo. El gran parecido físico entre el actor y el personaje es uno de los impactos de la película, que le valió a Del Toro el premio al mejor actor en el último Festival de Ca-nnes, en mayo pasado. “Creo que Benicio estará de acuerdo con lo que voy a decir –apuntó el director–. Con su papel del Che, es de las pocas veces en las que interpreta a un personaje que es todavía más pintón que él. El Che parecía más estrella de cine que Benicio.” Del Toro no entra en el debate de la belleza. Con un acento cubano más que marcado, este actor nacido hace 39 años en Puerto Rico piensa mucho las respuestas. Su hablar resulta pausado y reflexivo.
–¿Lo ayudó a la hora de interpretar al personaje su gran parecido físico con él?
–Creo que ayudó, en parte, para que el director y la productora estuvieran un poco menos preocupados. De una manera estética, digamos. Cuando estaba empezando a preparar el personaje tuvimos un almuerzo al que asistió la esposa del Che. Yo ya estaba con mis dudas, empezando a prepararme para hacer este personaje, este icono. Me acuerdo de que ella estaba hablando y, sin dirigirse a mí directamente, dijo que lo importante no era que el actor se pareciera físicamente al Che o que lo imitara, sino que entendiera las escenas, el porqué del personaje. Ahí fue donde me liberé de ese miedo que me atenazaba. En las películas hay una interpretación de Benicio del Toro del Che Guevara. Puede ser mejor o peor que otras, pero ahí está. Tuve que hacer las cosas como yo las entiendo o como yo las haría. De otra manera te conviertes en un robot. Este es uno de los aspectos básicos de la actuación: sacar de dentro lo que tú conoces, la vida que tú haces. Todos tenemos una pintura por vida y a partir de ahí armas los personajes como actor.
La implicación de Del Toro en los proyectos del Che fue tal que no dudó en meterse en la producción. Acomete esta tarea por primera vez en su carrera. Y ha aprendido algunas cosas: “Que los cambios en el libreto te llegan más rápido que cuando no eres productor. Y que puedes proponer algunas ideas o tomar decisiones que no son posibles si eres sólo actor”. Pero también ha conocido de cerca las dificultades de un proyecto de esta envergadura. “Lo más complicado han sido los números –reconoce–. Pero en cuanto comenzamos a rodar, aparté de mí todos los problemas relacionados con la producción y me dediqué exclusivamente a la interpretación.”
Cuando oye la palabra “Beno” se detiene y se da la vuelta: “Ese me conoce de niño”. Así lo llamaban a Benicio en Santurce (Puerto Rico), de donde salió con nueve años tras la muerte de su madre. Fue entonces cuando con su padre y su hermano se instaló en Pensilvania (Estados Unidos). Comenzó su carrera artística en la Universidad de San Diego, donde se anotó en unas clases de teatro. Pero el punto de inflexión fue el paso por la legendaria escuela neoyorquina de arte dramático de Stella Adler.
Comenzó con papeles pequeños, la mayoría personajes latinos y malos, para convertirse luego en uno de los intérpretes fundamentales del cine independiente. Ahí quedaron Los sospechosos de siempre (dirigida por Bryan Singer), Basquiat (Julian Schnabel), El funeral (Abel Ferrara), Snatch: cerdos y diamantes (Guy Ritchie) y Miedo y asco en Las Vegas (Terry Gilliam). También encontró hueco en 1993 para apostar por una película española: Huevos de oro, de Bigas Luna.
Pero fue Traffic, con su interpretación de un honesto policía que sobrevive en medio de la opulencia de los narcotraficantes con un sueldo de 300 dólares, la que lo subió definitivamente al cielo de las estrellas. Y allí permanece después de otros éxitos como 21 gramos, de Alejandro González Iñárritu, donde construyó junto a Sean Penn un violento poema trágico. “Creo que he hecho buenos trabajos –admite–. Pero principalmente pienso que el tren llegó cuando yo estaba allí, esperando con mi maleta. Tuve suerte y me subí.”
Steven Soderbergh conoce bien a Benicio. Sabe de su fuerza interpretativa y de su arrolladora presencia. Pero si tuviera que elegir algo, sería su expresividad corporal. “Es un actor muy físico –explica–. El quiere que todo parezca auténtico, tiene animadversión a todo lo que huela a falso. Es un intérprete muy comprometido. Disfruta con la dificultad.” Es ésta la razón por la que el realizador ha utilizado tantos planos generales en la película. Sólo en las escenas rodadas en la sede de la ONU en Nueva York se ven algunos primeros planos de Del Toro. Los planos de la selva en El argentino y los realizados en Bolivia, marco en el que se de-sarrolla Guerrilla, son todos generales, en los que se ve al actor en todo su esplendor corporal. Cómo se mueve, cómo lucha, cómo se relaciona con sus compañeros acampados en Sierra Maestra.
–¿A qué dificultades se ha enfrentado para interpretar a un símbolo conocido en el mundo entero que además es real?
–Sabía que era un trabajo muy arriesgado, que el precipicio era muy profundo. No sólo es la historia de una persona, sino la de un país, la de un continente. He sentido un gran peso por realizar una interpretación que sea consecuente, que esté basada en la verdad. Cuando uno interpreta a un personaje real, la disciplina es más rígida a la hora de tomar decisiones. Se debe ir mucho más preparado. Se tiene que investigar más, tienes que leer todo lo que llegue a tus manos, porque no te lo puedes inventar. Yo traté de no inventarme nada, aunque a veces no tuve más remedio que hacerlo. Cuando haces un personaje que no está basado en la realidad puedes improvisar. Con el Che no es posible. Mi trabajo ha sido muy documentado.
–¿Y cómo fue esa labor de documentación?
–He visto muchas imágenes, pero lo más importante fue leer lo que él escribió. Me documenté mucho en el centro de estudios sobre el Che que hay en Cuba. Fue lo que más me ayudó y, a partir de ahí, salir a hablar con la gente que le conoció.
–Después de tanto estudio e investigación, ¿qué ha sido lo que más lo ha impactado del Che?
–El esfuerzo, la energía con la que actuó. Como ser humano tenía una fuerza, una determinación tan poderosa y tan viva... No sólo creía en sus ideas y las defendía, sino que actuaba en consecuencia. Era una persona que hacía lo que creía. Era tremendamente consecuente.
–¿Su intención a la hora de embarcarse en esta película era descubrir algo nuevo del personaje?
–Queríamos saber quién era este hombre que cambió la historia. Creo que el mito no se lo hizo él mismo, sino la gente del pueblo de Cuba, a la que él ayudó incansable. A mucha gente olvidada por la miseria y la pobreza, él les tendió una mano. El revolucionario hace la revolución, pero también la revolución crea al revolucionario. Sin la gente, él nunca habría sido el Che.
–¿Qué lado oscuro le ha encontrado?
–Es difícil juzgarlo. No puedo yo sentarme aquí en Madrid y juzgar a una persona que de verdad se sacrificó por la gente y sus ideales. No puedo criticarlo. Quizá podría en una barra de bar con dos whiskies, pero no en una entrevista. De todas maneras sí podría decir, porque ya lo han dicho otros antes que yo, que era una persona que actuaba con demasiada precipitación. Podía haber tenido algo más de paciencia a veces. A lo mejor estaría vivo ahora si hubiera tenido más paciencia.
–¿Era, entonces, poco reflexivo?
–No. Era reflexivo, pero precipitado. Hay que ver también al Che como un producto de los años sesenta, en los que el mundo iba muy rápido. Y ahí estaba él. El mundo cambió gracias a lo que hicieron todos esos personajes en los años sesenta.
–¿Cree que el Che estaría hoy de acuerdo con el régimen de Fidel Castro y Raúl?
–Eso es una conversación distinta. Creo que no se puede hablar sólo de la dictadura de Fidel Castro sin añadir el embargo al que tiene sometido Estados Unidos al pueblo cubano. Es una pequeña isla ahogada sin motivo, nunca invadió Estados Unidos, nunca ha realizado actos de terrorismo, nunca ha declarado la guerra al gobierno norteamericano. El Che tendría su propia opinión, y yo no soy la persona adecuada para decir lo que pensaría.
El Che era un hombre enfermo. El asma que padecía desde joven lo marcó toda su vida. Las escenas de los ataques de asma en el filme son de verdad impactantes. Benicio del Toro estaba preocupado a la hora de abordar este aspecto tan significativo. La producción contrató incluso a un médico especialista en asma y el actor lo trabajó mucho, ya que el sonido del asma es muy difícil de recrear cuando uno no tiene un verdadero ataque. Del Toro está convencido de que esta enfermedad explica mucho de la manera de ser del Che. “Desde chico le prohibieron hacer muchas cosas a causa del asma. Prohibir algo a alguien en edad adolescente es como incitarlo a hacerlo. Desde siempre se mostró como una persona obsesionada por saltarse todos los obstáculos que le ponían”, explica Del Toro.
Durante los duros entrenamientos a los que se sometieron los rebeldes en México, antes de aventurarse al mar en dirección a Cuba, una de las pruebas era la de subir cada semana al volcán Popocatepetl. El Che sabía que nunca podría llegar a la cima, que su asma se lo impediría, pero nunca dejó de intentarlo. Emprendía todas las semanas la subida junto a sus compañeros. “Nunca llegó arriba, pero nunca dejó de intentarlo –dice con tono de admiración el actor–. A lo mejor me mueve eso hacia el Che, hacia la gente que sigue y sigue aunque no llegue.”
Fidel Castro no ha visto la película. Tampoco su hermano Raúl, actual presidente del Consejo de Estado de Cuba. Soderbergh no ha llegado a conocer a los Castro, a pesar de que las veces que estuvieron en Cuba siempre les hablaron de la posibilidad de que Fidel los llamara para verlos. Nunca se produjo esa llamada. Benicio sí lo conoció. “Lo vi una vez y fue de pasada –cuenta–. El sabía que habíamos hecho un estudio sobre el Che, que nos habíamos reunido con mucha gente que lo conoció, pero no sé si ha llegado a leer el guión.”
Al actor no le preocupa en exceso la opinión que se tenga de la película cuando se estrene en Cuba, ni tampoco los juicios ideológicos, además de los cinematográficos, que puedan verterse sobre ella. Sabe que hay opiniones encontradas y apasionadas sobre el héroe cubano, pero él es un intérprete que defiende lo que ha hecho. “Esto es una película. Se han escrito libros, se han hecho canciones, camisetas, fotos y más películas –dice–. Esta no es la primera y tampoco será la última. Es otra más. El Che hizo su vida. Steven y yo, la nuestra. Nos conocemos, hacemos Traffic, estamos en Hollywood, pensamos en el Che, nos dan unos visados para viajar a Cuba, hacemos un estudio como cineastas, nos implicamos en el proyecto en busca de algo original, basado en la verdad... Y ya está. Eso sí, quien lo originó todo fue el Che.”
* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.
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