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Viernes, 12 de agosto de 2005

CINE › “LA ISLA”, CON EWAN MCGREGOR Y SCARLETT JOHANSSON

Las multiplicaciones de Hollywood

De Fuga en el siglo XXIII hasta La naranja mecánica, pasando por Un mundo feliz, de Aldous Huxley, La isla tal vez sea la película de acción más ambiciosa que haya dado este Hollywood post-Matrix.

 Por Martín Pérez

Allí están, con su ropa impecable, viviendo una vida apacible y controlada, esperando el momento de poder viajar al último lugar libre de contaminación sobre la tierra. ¿Cuál es ese lugar? La isla, por supuesto. Un destino al que accederán por sorteo, que se lleva a cabo regularmente y es el sueño que los hace felices. Mientras tanto, comen sano, se ejercitan rigurosamente y sólo piensan en cosas buenas. Salvo Lincoln Seis Eco, que comienza a cuestionarse cosas. ¿Por qué vestir siempre de blanco, un color que cuesta tanto mantener limpio? ¿Cómo es que hay ropa limpia cada vez que abre los cajones del placard de su cuarto? ¿Quién la limpia? ¿Quién la dobla y la deja ahí? Lincoln Seis Eco comienza a preguntarse los cómo y por qué de esa vida que parece tan bien custodiada, por su propio bien. Aunque, como no puede dejar de darse cuenta cualquier espectador familiarizado con el género (o que haya visto los avances de la película), ese bien seguramente no será tan propio. Y cuando la hermosa Jordan Dos Delta se gane el viaje a la isla en cuestión, Lincoln terminará de comprender qué tan poco paradisíaco es su destino e intentará explicarle que deben escapar de esa trampa –y ese mundo– si es que quieren sobrevivir. Una revelación que, lejos de ser el desenlace de la historia, es tan sólo el comienzo.
Con innumerables guiños hacia toda clase de referencia cinematográfica y/o literaria posible, desde la serie televisiva Fuga en el siglo XXIII hasta La naranja mecánica, pasando por Un mundo feliz, de Aldous Huxley, La isla tal vez sea la película de acción más ambiciosa que haya dado este Hollywood post-Matrix. Uniendo un postulado paranoico digno de los hermanitos Wachowski con la muñeca demagógica de siempre tan brilloso Michael Bay –el director de todos los éxitos descerebrados de Jerry Bruckheimer–, más el agregado de dos estrellas que no suelen participar de esta clase de vehículos –como lo son Ewan McGregor y Scarlett Johansson–, La isla tal vez incluso sea demasiado. Y la verdad que efectivamente lo es. Por lo menos, nunca parece tener demasiado claro qué clase de película quiere ser. Todas a la vez, eso es seguro. Porque eso parece querer Hollywood, y más el Hollywood del último tiempo. Dejar a todo el mundo feliz, y satisfecho. Aun cuando eso signifique entregar un producto que tienda siempre al mínimo común múltiplo.
Arrancando llena de certezas, continuando llena de preguntas y terminando llena de tiros y persecuciones, La isla imagina un mundo en el que la clonación está permitida, y en el que los clones de esos famosos capaces de pagar un seguro semejante están vivos, esperando que los necesiten. Esperando ganar la lotería para ir a la isla. Cómo descubrirán sus protagonistas semejante verdad, cómo escaparán de su destino manifiesto y qué harán una vez sueltos en ese otro mundo, mucho más real que el suyo, es la sal de la trama de una película por momentos atrevida, vibrante y no carente de chispa, en la que Sean “Boromir” Bean es un científico con complejo de Dios, y Steve Buscemi es, bueno, la clase de persona destinada siempre a revelar que Papá Noel no existe.
Pero es toda una decepción que, luego de esa sucesión de explicaciones relatadas en medio de interminables persecuciones, La isla abandone todas sus preguntas para embarcarse en un final demagógico, tanto narrativa como ideológicamente. Un final construido a medida de esos chicos que recién comienzan a cuestionarse cosas. Esos jóvenes que viven en un mundo de shopping, con permanentes dieciséis años, ignorantes del sexo pero muy interesados en él. Algo así como el público ideal para el que Hollywood (¡y Michael Bay!) ha construido sus tramas más adocenadas. Un público imaginado por algún experto de marketing, y que es como los clones que Bay aquí presenta esperando ganarse el sorteo para ir a una isla que no existe. Para los que imaginan un final lleno de pompa, emoción y muchas explosiones, y para los que siempre, pero siempre, tiene listas respuestas tranquilizadoras.

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Scarlett Johansson tiene muy claro qué es lo que hay que hacer en La isla.
 
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