Jue 09.10.2008
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CINE › LA PRINCESA DE NEBRASKA RESUCITA LA CARRERA DEL DIRECTOR WAYNE WANG

Con la ilusión de “Mujer bonita”

Una impronta semidocumental marca una película que, narrada convencionalmente, hubiera sido un vulgar dramón de ingreso a la adultez y que en manos del director de Smoke y Blue in the Face se convierte en un cuestionamiento del sueño americano.

› Por Horacio Bernades

“Aquí, cualquier prostituta puede llegar a princesa”, afirma Sasha, con la cándida convicción de sus veintipico de años y su escasa experiencia. Unos años mayor, pero sabiendo de qué habla, su mejor amiga, y compinche de juegos sexuales, le retruca exactamente lo contrario: en Estados Unidos, ninguna prostituta llegará jamás a princesa. Filmada en digital en cuestión de días, estrenada aquí en proyección DVD, La princesa de Nebraska sigue los pasos de su protagonista, a lo largo de 24 horas. Veinticuatro horas en las que Sasha deberá decidir no sólo si tiene o no al chico que le hincha la panza, sino buena parte de su futuro.

Nacido en Hong Kong de chinos emigrados, radicado desde joven en Estados Unidos, la trayectoria de Wayne Wang (1949) ha seguido desde siempre una línea sinuosa. El hombre es tan capaz de codirigir, junto con su amigo Paul Auster, un díptico vital y barrial (el integrado por Smoke y Blue in the Face) como, a solas, cierto cascotazo hollywoodense llamado Sueño de amor (una cosa con Jennifer López y Ralph Fiennes, que se estrenó hace unos años). Entre un extremo y otro, a lo largo de una carrera de dos décadas Wang filmó títulos pioneros del cine independiente (Chan is Missing, Life is Cheap... But Toilet Paper is Expensive), películas para todo público (The Joy Luck Club), fallidos ejercicios digitales (The Center of the World, editada aquí en video) y hasta films para niños (la por acá inédita Because of Winn-Dixie).

Cuando daba la sensación de que esa carrera estaba terminada, o poco menos, Wang resucitó el año pasado con dos películas lanzadas en forma casi simultánea, basadas en sendos relatos breves del escritor chino Yiyun Li. De ese par, una de ellas (Mil años de plegarias, ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián 2007, a estrenarse aquí en meses más) parecería cumplir el rol de hermana mayor, filmada en 35 mm y siguiendo una dramaturgia más tradicional. Mientras que el método de rodaje de La princesa de Nebraska, rápido, sobre la marcha y sin atenerse a un formato narrativo convencional, autoriza a considerarla como hermana menor. Con un elenco íntegramente compuesto por no profesionales y diálogos improvisados, La princesa... es la clase de película de la que, de no saberse de antemano, jamás se diría que tuvo un guionista detrás. Mucho menos, que se base en un original literario. Sin embargo, ambas cosas son ciertas.

Una impronta semidocumental marca una película que, narrada convencionalmente, hubiera sido un vulgar dramón de ingreso a la adultez. Con menos de veinte años, un embarazo de cuatro meses es el recuerdo que su novio Yang le dejó a Sasha, el día del debut sexual. Cantante en la Opera de Pekín, el novio de Sasha es lo que por allí se conoce como nan dan, actores especializados en componer personajes femeninos. El único lazo que liga a ambos es Boshen, estadounidense cincuentón y ex amante del muchacho, a quien ella en un momento de desesperación le sugiere formalizar el triángulo, constituyéndose como familia estable. Estudiante en la universidad de Omaha, Sasha se gana el pan trabajando como prostituta. Acaba de llegar al barrio chino de San Francisco, hasta donde viajó con la intención de abortar. Coherente con el estilo elegido, de acuerdo con el cual todo lo que se conoce de los personajes son atisbos, momentos, datos sueltos, el film se cerrará sin que se sepa a ciencia cierta si Sasha ha concretado o no lo que la llevó a viajar a la ciudad californiana.

Por más que eventualmente se pegue a los personajes, la cámara, siempre en estado de inestabilidad, ve de ellos sólo lo que se ofrece al ojo de la lente. Lo cual necesariamente atenúa todo posible melodrama. Atenúa y discontinúa: las escenas, con frecuencia fragmentarias, no proveen información sino impresiones, con elipsis narrativas de tal magnitud que sólo a la larga el relato puede llegar a percibirse como un todo cerrado. Todo es fugaz y fugaces son los propios personajes. Hasta el punto de que, más que de personajes, debería hablarse de rostros o figuras que pasan o dicen alguna línea de diálogo, con mayor o menor asiduidad y una única excepción. Esa excepción es Sasha, presente en cada encuadre. Sasha es el único personaje de La princesa... cuya interioridad puede entreverse, tanto a través de sus grandes ojos (la actriz, Ling Li, es uno de los grandes aciertos del film) como por su diario, lleno de pegatinas adolescentes, los sms esperanzados que le envía al novio, sus propias grabaciones con el celular y el recuerdo indeleble que le dejó cierta película llamada Mujer bonita, donde una chica empezaba como prostituta y terminaba como princesa.

7-LA PRINCESA DE NEBRASKA

(The Princess of Nebraska, EE.UU./Japón, 2007)

Dirección: Wayne Wang.

Guión: Michael Ray, sobre relato breve de Yiyun Li.

Fotografía: Richard Wong.

Intérpretes: Ling Li, Brian Danforth, Pamelyn Chee, Patrice Binaisa.

Estreno en formato DVD, en los cines Arteplex Centro y Belgrano y Cineduplex Caballito.

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