Jue 01.12.2005
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CINE › “EN SUS ZAPATOS”, DEL ESTADOUNIDENSE CURTIS HANSON

Una que pintaba para bodrio, pero se salvó en el camino

El director de Los Angeles al desnudo consigue salirse del molde y, a pesar de arrancar con todos los lugares comunes del Hollywood actual, le da forma a un film muy disfrutable.

› Por Horacio Bernades

Ya casi no se hacen películas que no sean como máquinas, construidas con ideas “gancheras”, guiones, casting y directores funcionales y una campaña de marketing acorde. El resultado es lo que antes se denominaba película y pronto, para hacer honor a su carácter maquinal, habrá que empezar a denominar PDAM, o Producto de Diseño Audiovisual Masivo. Sin embargo, basta que en alguna etapa de ese proceso de fabricación aparezca eso que ya casi no se consigue (un realizador que no se conforme con su carácter de pieza en el mecanismo) para obtener, en lugar de un PDAM, lo que alguna vez se conoció como película.
Ese es el caso de En sus zapatos, que tiene una única pero esencial diferencia con respecto a otros PDAM. La diferencia radica en la presencia de ese objeto extraño, el director con ganas de salirse del libreto, llamado en esta ocasión Curtis Hanson. Se trata del mismo señor que alguna vez se resignó a su función de perno dentro del engranaje (eran los tiempos de La mano que mece la cuna o Río maldito) y que a partir de cierta película llamada Los Angeles al desnudo decidió pasar a ser el fantasma en la máquina. Así llegaron otras, como Fin de semana de locos u 8 Mile, donde logró hacer personal lo que no estaba llamado a serlo. A los 60 años y con En sus zapatos, Mr. Hanson vuelve a incurrir en el mismo desajuste. Si una película equivaliera exactamente a su guión, no existiría una más remanida que En sus zapatos, combinación de sitcom y melodrama familiar en la que se han depositado calculadas dosis de risas, lágrimas y lecciones de autoayuda. Pero si algo demuestra En sus zapatos es justamente que una película es mucho más que su guión.
Ya frente a las primeras imágenes, cuando los compases del Stupid Girl de Garbage dan su ritmo a la presentación de las hermanas encarnadas por Cameron Díaz y Toni Colette, se tiene la sensación de que hay algo que respira aquí, algo que palpita distinto cuando estaba destinado a lo igual. En los papeles, la oposición entre Maggie (Díaz) y Rose Feller (Colette) es tan esquemática como podían serlo las que unían y distanciaban a Bette Midler de Barbara Hershey en Beaches, o a Jacqueline Bisset y Candice Bergen en Ricas y famosas. La rubia y la morocha, la linda y la fea, la responsable y la zarpada, la pensante y la tiro al aire. Rose es abogada y apunta para solterona. En cuanto a Maggie, lo único que parecería saber hacer es voltearse a cuanto tipo se le cruce. De allí en más, no habrá recoveco del guión que no sea pura fórmula, desde la sombra de la mamá muerta hasta el carácter de bruja de la reemplazante, pasando por las idas y venidas en la relación entre las hermanas, la eventual inversión de roles y la aparición de la desaparecida abuela (a cargo de la reaparecida Shirley MacLaine), que resolverá el misterio de la madre muerta y obrará el milagro de la reconciliación entre las hermanas. Siguiendo la línea de puntos, dónde podría terminar derivando esta suma de lugares comunes, si no fuera en el inevitable casamiento. Y sin embargo...
Debería tratarse de un nuevo caso de película muerta, de esas que no tienen ni un gramo de vida, pero en verdad resulta una de las más felices y exultantes, una de las más rebosantes de detalles inteligentes y hasta impensado lirismo que Hollywood haya producido en bastante tiempo. Ver la escena de los cartelitos en el placard, aquella en la que Maggie “aprende a leer”, o el casamiento final con rito judío y música de reggae para comprobarlo. Es que, claro, no es la máquina llamada Hollywood la que produjo En sus zapatos, sino un señor llamado Curtis Hanson. Que la dirige con un timing y un swing notables y es seguramente el principal responsable de esos diálogos acerados, envenenados. Después de haber visto Fin de semana de locos, no cabe atribuir a nadie más que a él las referencias literarias fuera de libreto. Tratándose del director que poco menos que “inventó” a Russell Crowe y Guy Pearce (en Los Angeles al desnudo), además de haber hecho de Michael Douglas y Eminem dos actores decentes, no extraña que Hanson extraiga lo mejor del elenco entero de En sus zapatos, permitiéndoles dibujar personajes memorables con apenas un par de trazos.
Desde el primero hasta el último miembro del cast, no hay quien no esté extraordinario en En sus zapatos, con particular lucimiento para las deslumbrantes Cameron Diaz y Toni Colette y una Shirley MacLaine asombrosamente libre de todo tic o mohín. Para no hablar de cierta viejita judía de Miami (la fabulosa Francine Beers), que parece un cruce imposible entre Carmen Vallejos y Oscar Wilde. Gracias a todo ello, En sus zapatos se consagra como esa rareza, ese absurdo, ese oxímoron: la película de fórmula que es única e inimitable, el producto de diseño que no se parece a nada. Todo, gracias a un señor que decidió reflotar cierto olvidado oficio, el de director de cine, que ya parecía pasado de moda en tiempos de puros PDAM.

8-EN SUS ZAPATOS
(In Her Shoes) EE.UU., 2005.
Dirección: Curtis Hanson.
Guión: Susannah Grant.
Intérpretes: Cameron Díaz, Toni Collette, Shirley MacLaine, Mark Feuerstein, Francine Beers, Jerry Adler, Brooke Smith, Ken Howard y Candice Azzara.

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