CINE › RETROSPECTIVA DE ALAIN RESNAIS EN LA SALA LEOPOLDO LUGONES
“Alain Resnais, de Guernica a Corazones” se denomina la retrospectiva que comienza hoy en la Sala Leopoldo Lugones y que recorre medio siglo de su cine –siempre vanguardista– en copias nuevas en 35mm, restauradas especialmente para este ciclo.
“Este hombre ha dado a luz tres films geniales –escribió Serge Daney–, tres testigos irrecusables de nuestra modernidad, tres manuscritos redactados en versión original, en lo que Blanchot llama la ‘escritura del desastre’: Noche y niebla (1955), Hiroshima mon amour (1959) y Muriel (1963). A la vuelta de los años ’60, Resnais fue algo más que un buen cineasta: fue un sismógrafo. Le ocurrió eso terrible de captar el acontecimiento fundador de la modernidad: que en el cine, como en otras partes, había que contar con un personaje de más, la especie humana. Pero ese personaje acababa de ser negado (los campos de concentración), disminuido (la tortura), y el cine tradicional era incapaz de ‘traducir’ eso. Había que encontrar una forma. Fue Resnais el que lo hizo.”
Para poner en perspectiva esa forma, el Complejo Teatral de Buenos Aires y la Fundación Cinemateca Argentina, con el auspicio y la colaboración de la Embajada de Francia, han organizado un ciclo denominado “Alain Resnais, de Guernica a Corazones”, que se llevará a cabo desde hoy y hasta el miércoles 18 de marzo en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Avda. Corrientes 1530). El ciclo está integrado por nueve largometrajes y cinco cortos. Se exhibirán copias nuevas en 35mm, restauradas especialmente para este ciclo y llegadas desde París a través del Ministère des Affaires Etrangères de Francia.
El ciclo se abre hoy con un selección de los primeros y mejores cortometrajes del director, con los cuales se forjó un nombre en el cine francés de hace medio siglo: Guernica (1950), inspirado en Picasso y en el poema que Paul Eluard compuso en homenaje a la ciudad mártir, es una elegía cinematográfica que narra la vulnerabilidad del hombre y su terrible ferocidad; Las estatuas también mueren (1953), de Resnais y Chris Marker, denuncia con virulencia los mecanismos de aculturación impuestos por la colonización al continente africano; Toda la memoria del mundo (1956) propone una visita guiada a la Biblioteca Nacional de París y, de su cúpula a sus sótanos, de su sala de catálogos a su sala de lectura, revela los bastidores –vedados al público– de esta institución del saber; El canto del estireno (1958), con guión de Raymond Queneau, presenta en detalle las etapas de elaboración de los objetos de plástico que forman parte de la vida cotidiana del hombre, y finalmente Noche y niebla (1955), con texto de Jean Cayrol, divide en dos la historia del cine, con las primeras (y más elocuentes) imágenes del Holocausto y advierte sobre el riesgo de que la memoria del espectador se transforme en “agua fría y opaca”.
Mañana va otro clásico de clásicos, Hiroshima mon amour (1959), con guión de Marguerite Duras. En un mundo donde la cultura y el tiempo histórico se han globalizado, Resnais propone enfrentar dos traumas de la Segunda Guerra Mundial: la bomba atómica que arrasó Hiroshima y el castigo inflingido en Francia a las “colaboradoras” tras la liberación. Estos dos recuerdos son compartidos por una francesa y un japonés, durante su breve relación amorosa en la ciudad que fue víctima de la primera catástrofe nuclear.
El jueves se proyecta Hace un año en Marienbad (1961), con Delphine Seyrig, Giorgio Albertazzi y Sacha Pitoëff errando por un hotel barroco y fantástico, “un laberinto donde el tiempo parece detenido”, según el guionista Alain Robbe-Grillet. El viernes es el turno de Muriel (El tiempo de un retorno) (1963). En su tercer largometraje, Resnais propone una obra compleja: la Muriel del título no aparece en pantalla. No es sólo un amor inventado por uno de los personajes, sino también un fantasma nacido de una persona real, torturada y asesinada en Djbel, que atormenta la conciencia del joven tras regresar del servicio militar en Argelia.
El sábado 7 y el domingo 8 está previsto un doble programa. Stavisky, el audaz estafador (1974), guión de Jorge Semprún con JeanPaul Belmondo, Charles Boyer y François Périer, cruza en 1933 a dos figuras históricas, León Trotsky y Serge Alexandre, alias Stavisky, un tristemente célebre agente bursátil. “Stavisky nos anunciaba la muerte; no sólo la suya, sino la de toda una época”, afirmó Resnais. Mi tío de América (1980) cruza los destinos de tres personajes (uno de ellos a cargo de Gérard Depardieu), mientras que el profesor Henri Laborit expone sus teorías sobre el comportamiento humano, ilustradas por experiencias de laboratorio y escenas en las que intervienen los tres protagonistas. El film va cobrando visos de melancolía a medida que se impone la evidencia: lo que mueve a los hombres es el sistema nervioso y su libre arbitrio es sólo ilusión.
El martes 10 el ciclo continúa con Providence (1976), con Dirk Bogarde, Ellen Burstyn y John Gielgud, un film que sugiere lo inseguras que pueden ser las apariencias de la realidad exterior. El miércoles 11 va Mélo (1986), inédita en Argentina y considerada por el crítico Jonathan Rosenbaum como una de las mejores películas de toda la historia del cine. El jueves 12 se verá Conozco la canción (1998), un imperdible musical con clásicos populares del repertorio francés de todas las épocas. Y el viernes 13 Corazones (2006), el largometraje más reciente de Resnais, que contempla los vaivenes de sus personajes con la mirada generosa de quien sabe que la agitación es vana, pero prefiere que la gente lo descubra por sí misma. Más información y horarios en www.complejoteatral.com.ar/cine
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