CINE › 100 PAJAROS, UN REVELADOR DOCUMENTAL SOBRE LOS RODRIGUEZ
Sergio Bellotti dirigió este film que acompaña la primera gran rotación de la banda de Andrés Calamaro por el país, a mediados de 1994, un año después de la salida de Sin documentos. “No tenían grúas, pero sí alma y asombro”, recuerda.
› Por Juan Manuel Strassburger
La escena muestra a un Andrés Calamaro quince años más joven. Con pelo largo y colita, gorra y camisa leñadora. Un look raro, que no había tenido hasta entonces, y que no volvería a tener. Junto a él, La Mona Jiménez. Inconfundible. Igual antes que ahora. La cabeza repleta de rulos y la cara, de felicidad. Esa sonrisa que no le cuesta nada tener, que parecería no perder nunca. Ambos charlan con una florista, que los interceptó en la calle y abraza conmovida a Andrés. “Lo amo”, le dice, mientras le toca la cara, le besa las manos y les cuenta su buena suerte a los que pasan por ahí. Calamaro y La Mona reaccionan con naturalidad. El primero algo tímido, y el cuartetero, cuándo no, visiblemente feliz de que reconozcan a su amigo. La situación no habría pasado de un encuentro agradable, pero vulgar, entre un músico y su fan, sino hubiera sido por una señora, aspecto de jubilada, que entra de repente en cuadro para trastrocar la escena: “¿Quién es?”, le pregunta a la florista sobre el entonces líder de Los Rodríguez. “¿Cómo quién es, señora?”, le reprocha La Mona al ver que las explicaciones de la florista no llegan a buen puerto. “¡Es Andrés Calamaro!”, la reta, aunque sin perder la sonrisa. “No, no”, lo corta ella, haciendo oídos sordos. “Ya sé que vos sos Ricky Maravilla. Pero él, ¿él quién es?”
La situación –tierna, graciosa y finalmente absurda– pertenece a Los Rodríguez: 100 pájaros (el documental sobre la banda que abrió el In Edit Cinzano –ver recuadro con fechas y horarios–, la versión local del reconocido festival sobre cine y rock de Barcelona que empezó ayer y sigue hasta el domingo) e ilustra bien la magnitud del cambio –un verdadero abismo de diferencia– que operó sobre Calamaro desde entonces. Hoy sería inimaginable una escena así, por más necia que fuera la hipotética jubilada que los fuera a encontrar. Ahora el autor de “Paloma” es muchísimo más conocido, pero también muchísimo más popular, en el sentido estricto de la palabra. Sus canciones laten en el inconsciente colectivo; algo que ya ocurría con sus temas de Los Abuelos, es cierto, pero que ahora también abarca a sus señas particulares, como sus gestos, su manera de hablar y hasta sus rulos y lentes negros. Esa iconografía calamarense ya es un saber compartido. Y lo que esta película un poco viene a contar es el paso previo a ese gran salto, cuando Calamaro aún no había grabado Alta Suciedad, pero ya era fuertemente reconocido por temas como “Sin documentos” y “Salud, dinero y amor”.
“Para mí es el eslabón perdido, la cadena que faltaba en la historia”, sostiene Sergio Bellotti, director de este film que documenta la primera gran gira de la banda en el país, realizada a mediados de 1994, un año después de la salida de Sin documentos. Y destaca: “No tiene grúas, personal, grandes luces, pero sí alma, mucha ternura y asombro”. Y es que para hacer la película, que empezó como backstage, pero rápidamente tomó forma de road movie con sustancia de documental, Bellotti no contó con nadie, salvo con él mismo. “Yo era el director, el cámara, el que llevaba la batería. Lo hice todo solito y en diez días. Grabé casi nueve horas, de las que quedaron editadas sólo una”, destaca.
Un detalle importante es que no hubo ningún agregado posterior entre aquellas imágenes de la gira y hoy. Bellotti mantuvo guardadas las cintas casi catorce años y recién se puso a trabajar en el material cuando sintió la necesidad de hacerlo. “Es así, las películas te tienen ahí, a la espera, acumulando polvo, hasta que un día te llaman y te piden que las edites. No hay secreto.” Un poco a la manera de Rodrigo Espina, que acertó al retratar a Luca Prodan de la manera más despojada posible, Bellotti siguió la misma línea y convirtió la falencia de contar con cuasi nulo presupuesto en virtud. El director de Tesoro mío, Sudestada y La vida por Perón, entre otras muy buenas películas del cine argentino, recurrió al retrato intimista, la narración sin locución y, sobre todo, a la espera sabia, para capturar varios de esos momentos de verdad que hacen que los documentales de este tipo valgan la pena. “En varios momentos estuvieron al borde del sacrificio verdadero. Los vi poner el cuerpo como el torero frente a la bestia”, cuenta. “En el aire se sentía algo que tenía que ver con la ruptura que iba a venir tiempo después. Evidentemente, Andrés ya se estaba desligando de la banda. Aunque sin internas o secretos de ningún tipo.”
–¿En qué cosas se notaban esas divergencias?
–En detalles, cosas sutiles, gestos. En que charlaba uno y el otro por ahí miraba para otro lado. A veces había un clima donde estaba la parte argentina de un lado y por el otro, la parte española.
Según Bellotti, la banda no estaba del todo segura del grado de aceptación que tendría en el país. “Un poco desconfiaban de cómo los iban a recibir. Pero la gira se terminó haciendo de todos modos por el tesón de Andrés, que les decía a sus compañeros: ‘Chicos, vamos. Hagamos el esfuerzo de venir por poca plata a ver qué pasa. Nos va a ir bien’.” Sin duda, uno de los mayores méritos de Bellotti fue el haberse vuelto, por varios momentos, “invisible” ante la banda y su comitiva, pero sin perder las riendas del asunto: “Mientras yo filmaba siempre tenía un ojo en la lente de la cámara y el otro en lo que estaba pasando”.
Así fue que, además del encuentro con La Mona, Bellotti pudo registrar la famosa cumbre con Maradona en el predio de la Selección de Ezeiza (previo al Mundial ’94), cuando Fito Páez y Andrés le cantaron “Salud, dinero y amor” a un Diego visiblemente emocionado: “Maradona lo llamó a Fito para que fuera a la concentración y él le dijo: ‘Voy con un amigo, Andrés’. Y así se conocieron”. La relación entre ambos fructificó después a niveles insospechados, con el Diez participando en “Maradona” y “Hacer el tonto”, dos memorables canciones de Honestidad brutal. “Fito le abrió las puertas a Los Rodríguez. Entregó todo. Yo lo vi yendo a ensayar todas las tardes ‘Canal 69’ casi como un músico más. ¿Qué estrella, en su pico de popularidad hace eso?” El documental también capta algunos momentos con Charly García, cuando aún reinaba la paz entre ambos. ¿O no? “A Charly no le gustaba mucho la yunta Fito-Andrés, se ponía celoso”, recuerda Bellotti, más en tono de confidencia inocente que de reproche. El ex Seru Giran aparece haciendo unas morisquetas en el backstage antes de subir a tocar algunas notas algo desfasadas en el Gran Rex. Y en la siguiente escena, de regreso en un micro, Calamaro le pregunta con cierta ilusión al resto de la banda cómo había visto la presentación de García, a lo que el ala española le responde con una mueca de indiferencia. “Yo le dije a Andrés: no todos los días llega uno a su casa y termina en uno mismo; a veces uno termina en las cosas del otro. Yo creo que esta gira terminó en nosotros, en todos los que estuvimos ahí, y eso, para mí, es lo mejor que nos podía pasar”, dice Bellotti. “Es auténtica, no fue bastardeada”, resuelve, antes de ponerse a pensar en el estreno oficial.
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