Mié 26.08.2009
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CINE › LEONOR MANSO, LUIS LUQUE Y LA EXPERIENCIA DE SUS PERSONAJES EN ANITA

“Se trata de aceptar lo que nos toca”

En la película de Marcos Carnevale que se estrena mañana, los actores se cruzan con Anita, una chica con síndrome de Down que debe salir al mundo ante la desaparición de su madre en el atentado a la AMIA.

› Por Oscar Ranzani

El 18 de julio de 1994, Leonor Manso estaba en un departamento de Belgrano y 24 de Noviembre cuando sintió una fuerte explosión: al prender la TV se enteró del atentado a la AMIA. Su acto reflejo fue llamar a una colega que vivía cerca de la zona de la bomba. “No contestaba. Pero por suerte a ella y a su hija no les había pasado nada. Después me quedé ahí sentada sin entender lo que ocurría”, recuerda. Esa misma mañana, Luis Luque estaba en un departamento de Corrientes y Pasteur. “Voló un ventilete. Fue una locura. Me quedé pegado, no podía dejar de mirar la tele. No podía comprender, y pensaba qué cerca estaba uno de eso”, comenta el actor. Quince años después, ambos actúan en Anita, quinto largometraje de Marcos Carnevale que se estrena mañana y que cuenta la historia de una chica con síndrome de Down que vive en Once y debe salir al mundo justo después del estallido. Es que su madre, Dora (Norma Aleandro), había ido a la mutual judía minutos antes de la explosión. Ante la tardanza de Dora, su hija comienza un largo peregrinar por la ciudad y se va topando con distintas personas, mientras su hermano la busca sin saber si está viva o muerta. Algunos reaccionan mal con Anita, otros son indiferentes y después modifican su actitud. Sin embargo, la joven, en medio del horror, demuestra que la discapacidad física no es un problema comparada con ciertas discapacidades afectivas.

Anita conoce a Félix (Luque), un border que está separado y discute con su ex mujer para ver a sus hijos, aun en su peor estado. Tal vez el conocer a Anita sea su oportunidad para desplegar valores que como padre no supo, no quiso o no pudo ejercer. “Es un adicto cobarde, un tipo que perdió la fe y la recupera gracias a este hecho, pero hasta ahí es un personaje perdido, no puede hacerse cargo de él ni de nadie. Es de esos tipos que tratan todo el tiempo de zafar y no se toman el tiempo de parar y modificar su realidad”, señala Luque. Luego, Anita se topa con Dori (Manso), una enfermera que está por jubilarse “que le cura los males físicos, la baña, le da de comer y trata de saber quién es”, explica Manso. “Dori es una persona sola, no se sabe qué fue de su vida afectiva, tiene un hermano y sobrinos, pero tiene olvidados el cariño y el vínculo concreto con otra persona. En el encuentro con Anita reaparece la capacidad de ternura, de amor, porque es lo que ella le da a mi personaje. Y a partir de eso, le provoca a Dori lo mismo”, agrega la actriz.

–¿Qué les atrapó para aceptar participar en esta película?

Leonor Manso: –La historia y cómo estaba contada. El libro y la peli tienen una estructura fantástica que pocas veces se ve en los libros cinematográficos. Y también el personaje.

Luis Luque: –A mí me gustó el libro y el personaje. Me preocupa la degradación del hombre con respecto a la violencia. Me asusta porque tengo un hijo de veintiún años y pienso qué mundo le llegará. El hombre está devastado y tiene que volver a armarse. Y creo que si uno lo entiende, uno trascendió. Vale la pena.

–Hay un gran trabajo de Alejandra Manzo, la joven que interpreta a Anita. ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con ella?

L. M.: –Fue buenísima: trabajé con una actriz. Marcos nos proponía la situación, las dos acordábamos algo si había una situación de violencia. Comprendía perfectamente. No puedo decir nada especial porque por sobre todo trabajé con una actriz.

L. L.: –Yo nunca había tenido contacto con personas con capacidades diferentes. Estaba nervioso, no sabía cómo manejarme. Me daba vergüenza. Uno está lleno de prejuicios y lo que encontré fue un ser que no tiene prejuicios y se acercó a mí. Trabaja desde una verdad que te impresiona. No tiene filtro. Labura desde el amor, desde lo que le pasa. Y lo que le pasa, lo modifica y es lo que actúa. Trabaja sin criticar, sin juzgar, simplemente dejándote ir, que sería lo ideal en la vida. Son características diferentes porque eso yo no lo puedo hacer. Es genial la libertad de juego que tiene. Es muy sorprendente para mí que no sabía de qué se trataba este mundo nuevo que conocí. Aprendí un montón.

–¿Qué recursos actorales encontraron en Alejandra?

L. L.: –No piensa, fluye. Cuando digo que no piensa no es que es una idiota que no piensa. En la situación, fluye. Estaba muy contenida por el director y estábamos todos de acuerdo con ese trabajo. Y me parece que eso es lo más genial.

–El film muestra que ante la ausencia de la madre, Anita tiene que “salir a la sociedad”. ¿Cómo describirían su necesidad de construir vínculos en medio de la catástrofe?

L. M.: –Es una persona que pasa por vínculos muy distintos en la búsqueda de su madre y en todos se adapta, pero se adapta desde un lugar abierto, desde un lugar de aceptación del otro y de las circunstancias. Y nosotros nos pasamos peleando por eso, por tratar de aceptarnos a nosotros mismos, de aceptar a los otros, de aceptar las circunstancias que nos tocan. Por eso es una película que, como todo viaje, tiene algo de iniciático. Para ella también, porque después Anita no es la misma, pero en esencia sí es la misma porque ella es eso: esencia. Es esencia con su mamá y es esencia cuando, de pronto, se ve arrojada a la calle a buscar a su madre. Y es esencia cuando se conecta con cada personaje que encuentra.

–¿Cómo es la sociedad con ella?

L. L.: –Lo que pasa es que, como ella no pone barreras, termina ganando siempre porque lo que es, es. No está perdiendo el tiempo en tratar de ver si las cosas son de otra forma. Las cosas son lo que ve, lo que siente. Y no hay muchas más vueltas. Entonces, a la larga, siempre termina ganando el espacio. Sigue creyendo, esperando. Tiene un poder de fe tan alto que, ante tanta fe, no hay posibilidades de caída, de perder, porque ella cree en algo. Nosotros no somos así, somos mucho más egoístas, obsesivos, sobreprotectores o abandónicos. Y ella es un dulce de leche. Es de un nivel de amor muy alto que es el secreto por el cual puede estar en cualquier tránsito.

L. M.: –Con respecto a lo social, la peli al mostrarnos a cada uno de estos personajes es un poco lo que dice Luis: todo el mundo está muy preocupado por las circunstancias, por conflictos. Y al encontrarse con ella, en realidad, se muestran los aspectos positivos de esas personas que, aparentemente, son egoístas, encerradas en un mundo de conflictos tontos. Finalmente la aceptan, cada uno como puede. El personaje de Luis la acepta, le da una noche para dormir, para comer y después no se la banca y la deja en un colectivo. Pero cuando ella lo vuelve a encontrar por casualidad, no lo juzga, lo saluda con alegría. Es a él que le da miedo. Uno no sabe de ese tipo de vínculos. Ella valora lo que le dio y no demanda. Eso es lo más importante de la peli: que a través de ese personaje nos refleja. Por supuesto, es importante que está dentro del marco del atentado de la AMIA, que es una niña con capacidades diferentes. Pero es un personaje que muestra una esencia nuestra que, a lo mejor, está perdida y enrollada en muchas cosas que no tienen nada de importancia.

–El film permite disparar el debate de si esta sociedad está preparada para contener a los chicos discapacitados.

L. L.: –No puede contener a nadie.

L. M.: –Ni a los chicos ni a los adolescentes ni a los ancianos. A nadie.

L. L.: –Hay un camino que hay que hacer con respecto a eso, que tiene que ver con una cuestión de aprendizaje, de paciencia y de tiempo. Esas cosas no se hacen de un día para el otro. Son decisiones donde vos tenés que pensar en la gente. Parte de hacer esta película es tratar de generar que se cambie esta realidad que sentimos que pasa con el mundo. Es nuestra manera de aportar.

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