Martes, 8 de septiembre de 2009 | Hoy
CINE › EISENSTEIN Y SUS CONTEMPORáNEOS: UNA REVOLUCIóN ESTéTICA
El ciclo que comienza hoy en la Sala Lugones del San Martín pone el foco en títulos esenciales de la filmografía soviética: serán 23 películas que dan cuenta de la evolución y el apogeo del cine revolucionario, incluyendo toda la obra de Eisenstein.
En 1934, cuando Serguei Eisenstein luchaba para llevar a cabo su proyecto de El prado de Beijin, que quedaría inconcluso, escribía: “Resulta interesante repasar las trayectorias de los cineastas de hoy hasta sus inicios creativos, que en un conjunto constituyen los antecedentes multicolores del cine soviético. A principios de los ’20 llegamos todos al cine soviético como a algo inexistente. Era como llegar a una ciudad sin terminar; no había plazas, no se habían trazado calles, ni siquiera callejuelas sinuosas o callejones sin salida como los que encontramos en las cinemetrópolis de nuestros días. Llegábamos como beduinos a un lugar con posibilidades inimaginables, del cual sólo se ha desarrollado una pequeña sección aun ahora. Montamos nuestras tiendas y pusimos en acción nuestras experiencias en diversos campos. Actividades privadas, profesiones circunstanciales anteriores, habilidades inesperadas, erudiciones insospechadas: todo junto participó en la construcción de algo que aún no tenía una tradición escrita, ningún requerimiento estilístico exacto y ni siquiera se habían formulado preguntas”.
Siguiendo esa línea de pensamiento del gran director soviético, la Sala Leopoldo Lugones programó el ambicioso ciclo Eisenstein y sus contemporáneos: una revolución estética, que se llevará a cabo desde hoy y hasta el lunes 28 de septiembre en la Sala Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530). La muestra está integrada por 23 films, exponentes de la evolución y el apogeo del cine revolucionario soviético, con centro en la obra del gran teórico y cineasta Serguei Mijáilovich Eisenstein (1898-1948), de quien se exhibirá su filmografía completa, incluso sus películas inconclusas, en copias en 35mm.
La revolución de octubre de 1917 no dejó sobre sus pies ninguna estructura preexistente, y el cine no fue la excepción. El cine llamado “ruso”, desarrollado de manera muy precaria antes de la revolución, no sobrevivió al cambio y el cine soviético debió, entonces, surgir de la nada y crear una industria cinematográfica nueva en todos sus aspectos: técnicos e industriales, teóricos y artísticos. En su mayoría autodidactas o provenientes de distintas disciplinas –teatro, poesía, artes plásticas–, Eisenstein y sus contemporáneos (que incluyen nombres de la talla de Vertov, Dovyenko, Kuleshov, Barnet y Pudovkin) instauraron, paralelamente a la revolución política a la que adherían, una impresionante revolución estética.
Unicamente el cine mudo soviético alcanzó el grado de práctica artística capaz de reflexionar sobre sí misma. Con el advenimiento del sonoro, Eisenstein debió enfrentar la contrarrevolución del “realismo socialista” (del cual este ciclo incluye algunos ejemplos), que llegó acompañada de la censura estalinista, pero aun así el creador de El acorazado Potemkin (1925) alcanzó cumbres como las de Iván el terrible (1944-1945), donde su reflexión sobre el poder del Estado adquiere la estatura de una tragedia histórica.
El ciclo se inicia hoy con La joven y el trabajador (1918), de Ievgueni Slavinski, con guión e interpretación del gran poeta Vladimir Maiakovski. En 1917, a un mes de la toma del Palacio de Invierno, cuando el nuevo gobierno bolchevique reunió la primera asamblea de escritores y artistas de Petrogrado, Maiakovski asumió la responsabilidad de impulsar el cine. Filmada en menos de dos semanas, con el apoyo de Maiakovski como protagonista, esta singular adaptación de Cuore, de Edmondo D’Amicis, fue considerada en su momento “una película muy revolucionaria” (según el historiador Jay Leyda) y se exhibió masivamente, al aire libre, el 1º de mayo de 1919, en Moscú. Un documento excepcional, muy poco visto y que se exhibirá en una copia nueva en 35mm. En el mismo programa se podrá ver también el primer largometraje de Eisenstein, La huelga (1924), en la que el director soviético puso en praxis sus teorías del montaje de atracciones y lo que él llamaba “el cine-puño”, con el cual sigue sacudiendo la pasividad y el conformismo de sus espectadores.
Mañana se verá Las extraordinarias aventuras de Mr. West en la tierra de los bolcheviques (1924), de Lev Kuleshov, quien había estado con su grupo de cameramen en el frente revolucionario durante la Guerra Civil y cuando tuvo la oportunidad de rodar su primer largometraje eligió, en un gesto de audacia infinita, hacer una comedia, una dinámica sátira sobre las diferencias entre la Rusia soviética y los Estados Unidos, que se mantiene tan fresca hoy como entonces. El jueves está previsto un doble programa dedicado a otros de los grandes cineastas del período soviético, Dziga Vertov, de quien se verán sus dos obras maestras Cine Ojo (Primera serie del ciclo: La vida de improviso) (1924) y El hombre con la cámara (1929), que fueron una influencia determinante para todas las vanguardias en general y para Jean-Luc Godard en particular.
El viernes 11 llega Aelita (1924), de Yakov Protazanov. Considerado el primer film soviético de ciencia ficción, Aelita opone las ventajas del proletariado bolchevique a la dictadura de un régimen capitalista en el planeta Marte, donde la clase trabajadora es tratada como mano de obra esclava. Para el sábado 12 y domingo 13 está programada El acorazado Potemkin (1925), clásico de los clásicos de Eisenstein, “jalón decisivo en la evolución histórica del cine”, según el historiador Román Gubern, que se verá en una impactante copia en 35mm.
A partir del martes 15 se sucederán otros títulos esenciales de un período particularmente creativo y fecundo, capaz de seguir sorprendiendo aún hoy con su potencia visual y sus recursos formales: La madre (1926), El fin de San Petersburgo (1927) y Tempestad sobre Asia (1928), de Vsevolod Pudovkin; La muchacha con la caja de sombreros (1927), de Boris Barnet (Jacques Rivette lo consideraba el mejor director soviético después de Eisenstein y Godard escribió sobre él con un entusiasmo similar); La tierra (1930), Alexandr Dovyenko (inspirador de Andrei Tarkovski); además de la obra completa de Eisenstein: Octubre (1927); La línea general (Lo viejo y lo nuevo) (1928), Romance sentimental (1930), ¡Que viva México! (1930), El prado de Beijin (1935-1937), Alejandro Nevski (1938), Iván el terrible (1944) y su culminación, La conspiración de los Boyardos (1945).
Del período denominado “realismo socialista”, que convivió con la última década de trabajo y de vida con Eisenstein y al cual él siempre se resistió se verán Lenin en octubre (1937) y Lenin en 1918 (1939), de Mijail Romm, y Arco iris (1944), de Mark Donskoi.
* Programación completa, horarios y más información en www.teatrosanmartin.com.ar/cine.
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