Jueves, 22 de octubre de 2009 | Hoy
CINE › IDENTIDAD SUSTITUTA, DE JONATHAN MOSTOW, CON BRUCE WILLIS
Basada en una novela gráfica de los autores de Terminator 3 y 4, Identidad sustituta transcurre en un presente alternativo, en el que cualquier hijo de vecino puede tener su versión sintética. El problema es que la película también parece una copia devaluada.
Por Horacio Bernades
Si Identidad sustituta fuera una película completa, tal vez sería buena en serio. La duración advierte que entre el rodaje y el estreno algo pasó. En términos de standard industrial, para un producto clase “A” 89 minutos son sinónimo de problema. Los agujeros negros de la trama, los saltos y bruscas interrupciones confirman que lo que llegó a los cines no es Identidad sustituta, sino retazos de lo que pudo haber sido. Teniendo en cuenta que en ella se imagina un mundo en el que cada uno puede tener su doble, parece coherente que la película que ahora conocemos no sea la original, sino su alter ego. La diferencia es que en la trama se supone que los dobles mejoran a sus modelos. Y aquí da toda la sensación de que sucedió lo contrario.
La idea básica es del más alto interés. Basada en una novela gráfica y con guión de los autores de Terminator 3 y 4, Identidad sustituta transcurre en un presente alternativo en el que cualquier hijo de vecino puede tener su versión sintética. Los “sustis” (así se los llama; surries, en inglés) son, se supone, “más lindos” que los originales. A éstos se les da el nombre de “operadores” y permanecen conectados a los dobles desde su casa, mediante una suerte de casco. El diseño de los sustis corresponde a un ideal de belleza tan kitsch como pueden serlo las narices, caras y tetas de cualquier cirujano plástico. Los sustis parecen siempre recién levantados de una cama solar, tienen la piel tirante, desde ya que son bastante más jóvenes que sus “operadores” y, en algún caso, brillan por su blondez y capacidad atlética. El más ridículo de todos, el susti de Bruce Willis, despierta, en cada una de sus apariciones, la más franca carcajada. Toda una broma hacia el actor, como desde hace rato Bruce tiene poco pelo, su susti es rubísimo y con un mechón que le cae sobre la frente. Además se comporta como un verdadero aparato (lo cual es). Parece un personaje de Peter Sellers, con la cara de Bruce Willis y el pelo y el cutis de Federico Klemm.
Chapeau también para la realización de los sustis. Hechos con una técnica semejante al motion capture, dan a la perfección la mezcla de familiaridad y extrañamiento requeridos. El mundo de Identidad sustituta es como despertarse un día, encontrando que de allí en más uno vivirá para siempre en el living de un talk show. Un horror. Las ideas sucedáneas son igualmente interesantes. A los sustis se los “recarga”, como a los celulares. No tienen por qué parecerse a sus dueños (el “operador” de una rubia escultural puede ser un gordo mal afeitado, por ejemplo) y los hay de distintas calidades. “Por ese precio qué quiere”, le echa flit el dueño de un local a Willis, después de ofrecerle un modelo que parece el robot de El Superagente 86.
La trama es bastante más de stock. Hay una suerte de epidemia de muertes de sustis y los policías Tom Greer (Willis) y Peters (la rubia Radha Mitchel, haciendo la versión glamour de sí misma) deben investigarla. Dos cuestiones complican el asunto. La primera es que junto con los sustis se están muriendo sus “operadores”. La segunda, que uno de esos operadores no es otro que el propio creador de los dobles (James Cromwell). Lo cual hace pensar en una posible megaconspiración industrial. Más novedoso es que los resistentes sean rastas. Los llaman dreads (palabra muy de la jerga reggae) y a su líder, interpretado por Ving Rhames, le dicen El Profeta (calidad que los rastas atribuían al emperador etíope Haile Selassie). Exhibiendo el mismo estilo seco, práctico y austero del que había hecho gala en Terminator 3, el siempre confiable Jonathan Mostow vuelve a lucirse, como allí (defenestradores de Terminator 3: ¡atrás!), con un par de escenas de rompecoches para agarrarse bien fuerte de la butaca.
El problema es que Identidad sustituta parece un edificio con algunos pisos de menos y otros en ruinas. Algunas subtramas simplemente desaparecen (la de los dreads es una), las relaciones entre los personajes son insuficientes, el desarrollo temático otro tanto, y el final es simplemente “Bueno, terminado, ahora todo el mundo a casa”. Aun así alguna escena, como la de la desconexión general de sustitutos, posee una enorme fuerza visual. En una palabra, el crédito a Mostow sigue en pie.
6-IDENTIDAD SUSTITUTA
(Surrogates, EE.UU., 2009)
Dirección: Jonathan Mostow.
Guión: Michael Ferris y John D. Brancato, sobre novela gráfica de Robert Venditti y Brett Weldele.
Intérpretes: Bruce Willis, Radha Mitchell, Rosamund Pike, Boris Kodjoe, James Cromwell y Ving Rhames.
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