CINE › ADRIAN CAETANO HABLA DE SU NUEVA PELICULA, FRANCIA, QUE COMPITE EN EL FESTIVAL DE MAR DEL PLATA
El director de Pizza, birra, faso y Bolivia vuelve al espíritu de sus primeras películas y cuenta la historia de una pareja humilde, que se separa, pero que por su precaria situación económica debe seguir sobreviviendo bajo el mismo techo.
› Por Oscar Ranzani
Uno de los grandes talentos del Nuevo Cine Argentino, Israel Adrián Caetano, director de películas como Pizza, birra, faso, Bolivia, Un oso rojo y Crónica de una fuga, que marcaron un sello personal muy aplaudido por el público e igualmente considerado por la crítica, está de estreno. Su nuevo largometraje –que se exhibirá el jueves 12 en la Competencia Internacional del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata– se titula Francia y el elenco está encabezado por Natalia Oreiro, Lautaro Delgado y la hija del realizador, Milagros Caetano. La niña es la gran protagonista del film: en la ficción es Mariana, una chica de 12 años, cuyos padres se separaron antes de que cumpliera un año y nunca le explicaron las razones de esa decisión. Hasta que su papá debe volver obligadamente a vivir en el mismo techo que comparten madre e hija ya que no tiene dinero para pagar el alquiler de la casa que habitaba. Los personajes sufren cotidianamente los embates de la crisis, no tienen a nadie que “los banque” ni dónde caerse muertos, pero no por eso han perdido su dignidad: son un ejemplo de la dura realidad que padecen muchas familias argentinas.
Caetano señala que Francia era “una idea muy de antaño”. “Creo que desde hace doce años, cuando una situación similar les ocurrió a unos vecinos míos. Esa relación –la de vivir bajo un mismo techo pero separados y con la imposibilidad de vivir separados por razones económicas– me parecía una buena idea de cómo contar (mas allá de que el film luego haya ido por otros derroteros y de-sórdenes voluntarios varios) cómo las relaciones afectivas en cierta clase social están condicionadas por razones económicas y cómo el amor sigue presente, deforme y todo”, señala el director.
–Señaló que Francia tiene un tono realista y algo de humor. ¿Es muy distinta en relación con sus películas anteriores?
–Sí, trato de que todo sea distinto. La parte lúdica e infantil de mi personalidad se demuestra de esa forma. No me permitiría de ninguna forma repetirme a cambio de generar un negocio propio. Si tengo algún sello o manera particular de filmar o encarar las películas es algo inherente a mí y no buscado. Sigo viendo lo que hago, ya sea en mi vida personal como en mi trabajo, como un arte. Siendo cursi, me atrevo a decir que trato de vivir de manera artística. Eso significa con mucho humor y no tomándome nada en serio pero sí con la responsabilidad que urge en cada momento.
–Comentó que quería escapar “de los lugares oscuros y lúgubres que reinan en mis obras”. ¿A qué se debe ese viraje?
–Supongo que solamente a mis cuarenta años. En realidad, tengo la oscuridad que puede llegar a tener cualquier persona, pero siempre la expulsé fuera de mí, como un chico y no como un adulto reflexivo. Así lo hago también con Francia. No la pensé desde un lugar adulto. En verdad, creo que los adultos se dedican más a encontrar un puesto remunerado en la vida y no a arriesgar hasta su físico en lo que hacen, como, en cambio, son los niños. Mis hijos viven lastimándose cuando juegan, y se curan y siguen jugando. Trato de imitarlos en eso pero no puedo, me sale naturalmente.
–¿Se inspira en recuerdos personales para construir las historias?
–Me inspiro siempre en todo lo que está a mi alcance en ese momento: en recuerdos pertinentes y mucho en lo que escucho y veo. De esa forma, todo se transforma en personal e impersonal cuando escribo el guión o hago la película. Cuando trabajo, lo hago en función de una tarea concreta: la de hacer un film. Mis pasiones, mis visiones, mis juicios y prejuicios quedan atrás en ese momento.
–¿Esta familia intenta sobrevivir de una manera digna? ¿Ante los dramas que se le presentan esta familia busca preservar sus principios?
–Más que sus principios sostienen valores inmensos y muy arraigados. Pienso que quienes tienen esa fortaleza también tienen grandes debilidades. Pero, gracias a esos valores inculcados, distan de ser personas miserables y egoístas y mucho menos mediocres. El otro día leía una reflexión (creo que de Marx) que decía que el artista o la persona mediocre es aquella que en su intimidad más recóndita es un mero egoísta. No es el caso de estos personajes, que no confunden dignidad con orgullo, más bien todo lo contrario: agachan varias veces la cabeza y suelen estallar no precisamente de la mejor manera ni en el mejor lugar. Oscilan entre la autodestrucción y una reconstrucción constante. Por eso digo que es un film peronista: se debaten, se preguntan, sin saberlo, quiénes son y a dónde pertenecen; tienen actitudes casi bipolares, pero son, con todos esos defectos, una familia.
–¿El film busca resaltar los valores humanos y la dignidad de la gente en situación de pobreza?
–No sé si busco algo con mis films más que satisfacer mi necesidad de expresarme. Si busco algo, es ser cada vez más niño, lo que parece una regresión pero no lo es. Busco seguir asombrándome y espantándome de lo bueno y lo malo. Es por eso que mis recuerdos son cada vez más confusos y mis formas de relatar, más desordenadas. Creo en el alma de las películas y no en su forma. Por eso digo que es un film infantil: desordenado pero nada incomprensible.
–¿De qué manera están presentes los prejuicios sociales en la historia que narra?
–Nadie escapa a los prejuicios, algunos los esconden mejor que otros. Tener una empleada doméstica en negro es un prejuicio económico, temer a andar por la noche en Buenos Aires gracias a la contaminación del periodismo es un prejuicio, vivir de la obra ajena también es un prejuicio. Diría que hoy en nuestro país es difícil sobrevivir sin prejuicios. Lo bueno sería codificarlos y enfocarlos de manera certera y dejar de encubrirlos.
–¿Cómo está narrada la difícil situación sentimental y económica de los personajes?
–Está narrada de forma infantil. Para eso eché mano a los relatos de los niños a la hora de contar las películas y a sus reflexiones nada edulcoradas. En el film no hay nada violento, mas allá de que la violencia esté presente todo el tiempo. La narración es desordenada y los espacios de desinformación son buscados. Creo que el resultado es coherente con lo que pienso y creo que a esta altura me puedo dar el lujo de decir lo que pienso. La difícil situación de los personajes pretende ser ignorada por ellos mismos, pero no siempre lo logran. Si sos pobre, las cuentas igual hay que pagarlas aunque no tengas cómo. Es ahí donde la dignidad prevalece.
–¿Cómo vive la niña las consecuencias de la ruptura de sus padres?
–Ella es como sus padres, trata de no ver lo feo para poder seguir adelante. Seguramente no es la mejor forma a los ojos de una clase media psicoanalizada, pero es lo que sus valores le permiten tener a mano. Ella no ve y no escucha lo feo. Por eso es que la película, al igual que su mundo, evita mostrar todo lo que convendría a un relato oscuro y delicioso al morbo de críticos y la clase media. Pero ellos no están para satisfacer más que sus necesidades y tratar de hacer su vida, inconscientes o no, de la mejor manera posible ante un tiempo que pasa.
–¿Intentó también reflexionar sobre cómo es hoy una familia de clase media golpeada por la crisis?
–No, ellos no son de clase media: tienen que pagar un alquiler, trabajan en relación de dependencia y no tienen una familia que los pueda mantener con herencias. Están solos, realmente solos, como cualquier trabajador que alguna vez aspiró a pertenecer a una clase media que hoy es más mediocre que media. Su felicidad es ganarse su comida con su trabajo y no con planes sociales ni caridad. También ahí radica su orgullo, tal vez contraproducente, pero nadie va a decirles cómo sostenerse en esta sociedad caníbal. Aparte no lo aceptarían.
–¿Cómo fue la construcción de los personajes? ¿En qué se basó?
–Creo siempre en mis actores, creo en ellos como los principales artífices de sus personajes. Soy meramente un guía, pero siempre elijo actores que sepan manejar la libertad de crear. Simplemente trato de rodearme de gente muy inteligente, que es más difícil que rodearse de obsecuentes. Eso ayuda y el director es uno más ayudando. Pero si hay algo en lo que creo es en el trabajo colectivo, más allá de que el timón esté en mis manos. Sólo es el timón, los que reman e izan las velas son otros, la gente inteligente.
–¿Cómo fue la decisión de trabajar con su hija?
–Uf, nada sencilla y una de las actrices que más placer me dieron dirigir. Nos parecemos mucho en lo que refiere a nuestro respeto por el trabajo. Su respeto por el trabajo ajeno también es necesario en un actor para poder trabajar conmigo. Realmente fue un placer tan enorme que no lo volvería a repetir para poder enmarcarlo en oro para siempre.
–¿A qué remite el título de la película?
–A la negación de esta sociedad a que los personajes sueñen. Este mundo de hoy está empeñado en matar la imaginación, ése es su gran negocio. Francia es eso: la imposibilidad de imaginar alguna vez viajar a otro lugar que no sea éste.
–¿Piensa retomar su proyecto Cimarrón, donde iba a incursionar en el género de terror?
–Cimarrón es un proyecto que no dependió de mí en su producción. No voy a dejar de hacer una película de terror en el futuro por esas razones, pero no será Cimarrón. Tal vez sea una mejor, cosa muy probable.
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