CINE › MARIA SOCAS Y SU HIJA WANDA CUENTAN SU PRIMERA EXPERIENCIA JUNTAS EN UN SET
El oído de Ema, de Pablo Torre, cuyo rodaje acaba de concluir, está protagonizada por Wanda, la hija de 12 años de María Socas. “Más que meterle presión para que actuara, yo quería lo opuesto, pero heredó mi amor por la actuación”, reflexiona la madre.
› Por Emanuel Respighi
En la pantalla grande como en la vida real. Así fueron las últimas seis semanas de María Socas y su hija Wanda, de 12 años, quienes tuvieron el privilegio de vivir una de esas experiencias tan extrañas como inolvidables: rodar juntas una película, replicando en la ficción los roles que ambas poseen en su existencia cotidiana, sólo que a través de personajes. Y por lo que se percibe en la entrevista con Página/12, el vínculo madre e hija salió airoso de ese proceso en el que los códigos y reglas filiales se vieron trastrocados por las pautas del set de filmación y el guión de El oído de Ema, el film de Pablo Torre que acaba de culminar su rodaje. “Verla interactuar con todo el equipo fue un sacudón para mí, porque me di cuenta de lo grande que está”, cuenta la actriz sobre Wanda, que en la película debuta profesionalmente. “Sabía –agrega– que era una nena muy aguda en sus observaciones, pero verla desenvolverse en el set me hizo notar que tiene una fuerte personalidad, nunca dejó de ser como es en casa.” A un costado, Wanda retruca: “Lo que más me sorprendió fue ver a mamá haciendo chistes con el equipo, es algo a lo que no estoy acostumbrada”.
Observándolas, sobran los indicios de que a madre e hija las une una relación estrecha. Se miran a los ojos, discuten, piensan y se ríen casi al unísono. Todo en un mismo reportaje. “No somos amigas, eso nunca: yo soy la mamá y ella es mi hija. Pero siempre traté de tener una relación de mucho diálogo con mis hijos. Al punto de que parece que Wanda heredó mi amor por la actuación”, reflexiona Socas. La actriz que trabajó en Las manos, Kamchatka y No habrá más penas ni olvido, entre otros films, aclara que ella nunca hizo nada para que su hija siguiera su camino artístico. “Más que meterle presión para que actuara, yo quería lo opuesto. ¡Intentaba desmotivarla! No le prohibí, pero sí traté de que desarrollara su vida por otro lado. Pero parece que no hubo caso”, señala, entre orgullosa y resignada.
Un poco inhibida por la entrevista, Wanda reflexiona sobre el film de Torre con la lógica propia de una chica que cursa séptimo grado. Para ella, aun habiendo sido la protagonista del film, actuar no es más que un juego. Por eso es que, tal vez, no diferencia entre los actos del colegio y el estudio del guión y de sus movimientos en el set que tuvo que aprender para El oído de Ema. “Yo me divierto actuando, no importa a dónde. Actuar en la peli no me resultó diferente porque no me di cuenta de cómo debía entrar a cuadro o cómo me debía desplazarme por el set. Me resultó tan natural como hacerlo para la escuela para los actos de fin de año”, subraya. Y dada su corta edad, no hay por qué no creerle.
Con las actuaciones de Alejandro Awada y Jean-Pierre Noher –el actor que convenció a Socas para que su hija audicionara para el film–, El oído de Ema narra la historia de un viejo artista de teatro de variedades que durante años se ganó la vida entreteniendo al público hasta el comienzo de los espectáculos centrales. Al transcurrir en dos tiempos, en los ’50 y en el presente, el relato le reservó a Wanda un mismo personaje, pero opuestos según el período en el que hace foco la película. Tarea compleja para un debut. “Ana –dice la novata– es un personaje que se desdobla, porque hago a la niña del pasado y a la del presente. La del presente, sobre todo, es muy diferente a mí, ya que es mala y cruel. Además, es una chica que puede hablar con gente que no conoce, con extraños, de la nada. Yo no podría hacer eso porque soy más bien introvertida.”
A la espera del estreno –recién estará listo para mediados de 2010–, Wanda cuenta que lo más complejo de trabajar en el film fue el momento previo al comienzo del rodaje. “Había estudiado el guión con mi mamá –rememora Wanda– y ella me había hablado tanto de que iba a ser un trabajo cansador que comencé con nervios... Pero me di cuenta de que, al final, el rodaje es como estar en el colegio: cuando no están filmando, están todos charlando, haciendo chistes... Está el que habla más, el que es más callado, el más bromista, el más amable...”. Aun sin plantearse la posibilidad de convertirse o no en actriz cuando sea grande, por ahora Wanda sólo se dedica a culminar su séptimo grado y a estudiar Manga, el comic japonés que dio origen al animé. “Me encanta el estilo de sus dibujos. Ahora me están enseñando la técnica del dibujo y la creación de personajes y pronto voy a pasar a desarrollar historias”, cuenta entusiasmada quien con El oído de Ema desmitifica la extendida idea de que trabajar con los padres es una tortura. El mundo de la ficción, claro, todo lo puede.
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