Martes, 9 de marzo de 2010 | Hoy
CINE › OSCAR > LA TEVé MACHACó TODO EL DOMINGO CON LA POSIBILIDAD DE LA ESTATUILLA
La primera persona del plural fue el recurso “inclusivo” para involucrar a todos los argentinos en un logro que, en realidad, fue de quienes tuvieron que ver con la película. Además, hubo algunos papelones y tedio en la transmisión local.
Por Emanuel Respighi
Desde muy temprano, la televisión argentina –por cable o aire– se las ingenió para agitar el sosegado andar noticioso que suele acompañar los domingos. A fuerza de un clima triunfalista propio de un mundial de fútbol, ni la victoria argentina en Suecia por la Copa Davis ni el robo a un banco en pleno centro pudieron aplacar la expectativa que desde los medios se incentivó respecto de la suerte que pudiera correr El secreto de sus ojos en los Oscar. Por primera vez en las últimas dos semanas, la interesada polémica por el uso de reservas del Banco Central para pagar deuda no dominó el aire televisivo. La repetición en las cadenas de noticias nacionales de todo tipo de informes sobre la posibilidad de que “el país” se alzara con su segundo Oscar, reforzadas con el destacado en los títulos del día que machacaban cada media hora, convirtieron la usual crispación informativa –al menos durante esas 24 horas– en un oasis de expectativas que involucraba a todos los argentinos por igual. Juan José Campanella logró lo que ni el Bicentenario pudo: que los argentinos volvieran a estar unidos por una causa en común. “El secreto... es una verdadera causa nacional”, disparó Catalina Dlugi desde la pantalla de El Trece.
Con la permanente utilización de la primera persona del plural, como si El secreto... no fuera el trabajo de un grupo de artistas sino de todos los argentinos, la TV se subió al carro de los Oscar como nunca antes. Ni siquiera en 2001, cuando El hijo de la novia –también de Campanella– estuvo nominada pero se volvió al país con las manos vacías. “Hoy no es un domingo común, no se trata de un domingo más: vamos a estar muy atentos a lo que pase en Los Angeles con nuestra película”, abrió el bloque de las 18 Pablo Duggan en C5N. “La expectativa por saber qué pasará con la película que nos tiene a todos con el corazón ilusionado”, exageraban desde TN. La “esperanza argentina” tenía quién la informara.
Como toda producción televisiva creada “para la ocasión”, la cobertura de El Trece evidenció toda clase de fisuras. Ya en La previa que antecedió a la ceremonia, Dlugi e Iván de Pineda demostraron que de cine mundial saben poco y nada. Amén del nerviosismo y la poca experiencia en un evento en vivo, la pareja de enviados especiales no pudo entrevistar en la alfombra roja a grandes figuras (apenas a Pedro Almodóvar y Christoph Waltz) y la información que aportaban tenían que ver más con el color que con lo artístico. En efecto, tuvieron la chance de charlar con Antonio Banderas, pero como tras el saludo no se les ocurrió ninguna pregunta el español siguió caminando. La cara de Dlugi, haciendo un gesto de fastidio hacia el detrás de cámara, lo decía todo. Incluso, hasta les preguntaban a los entrevistados si habían visto el film de Campanella, cuando en Estados Unidos aún no se estrenó. ¿No hubiera sido más pertinente y llevadero que a Los Angeles enviaran a otras personas relacionadas al canal, como Andy Kusnetzoff, que de alfombra roja conoce, o a Sebastián Tabany, que de cine sabe y mucho?
En esa extraña previa desde la red carpet, que ante la limitación de los enviados terminó convirtiéndose en un lujoso estudio –desde donde la dupla presentaba informes o notas hechas en la Argentina–, El Trece sumó, además, un inexplicable y patético engaño. Durante buena parte del especial “vendieron” que ya estaban por llegar a la alfombra roja Campanella y Guillermo Francella, cuando en realidad ya habían pasado por allí antes de que el canal comenzará su transmisión. Lo peor fue que, como cierre de La previa, emitieron la entrevista grabada como si fuera en directo y con el videograph en pantalla de “En Vivo/Los Angeles”. El engaño fue fácilmente reconocible por el público, ya que al momento de presentar la llegada de los protagonistas la alfombra roja de fondo estaba vacía y ya anochecía, mientras que en la entrevista la luz diurna iluminaba a las cientos de celebridades que pasaban por detrás del lugar reservado para El Trece.
Diferente fue el caso de la previa a cargo de Axel Kuschevatzky y Ana María Montero en TNT. Ellos, que desde hace años realizan el pre-show de los Oscar para América latina a través de la señal de cable, mostraron oficio e idoneidad para lograr que, primero, las estrellas (desde Quentin Tarantino hasta Helen Mirren, pasando por James Cameron, y Campanella y Francella, con los que abrieron el programa) se acercaran a su puesto, y después, para mantenerlas en pantalla el mayor tiempo posible. Una vez más, Kuschevatzky –productor asociado de El secreto...– hizo gala de sus conocimientos cinematográficos. Algo que en la alfombra roja, tan frívola y banal, algunas estrellas celebraron con sorpresa.
Ya en la ceremonia, que contó con Steve Martin y Alec Baldwin como divertidos maestros de ceremonia, tanto TNT como El Trece tomaron la señal que para todo el mundo produjo ABC. En este punto, sin embargo, la transmisión por TV abierta contó con dos ventajas nada despreciables. La primera fue que por cuestiones de sistemas y satélites, la ceremonia se transmitía por El Trece alrededor de quince segundos antes que la que reproducía TNT. El otro punto a favor fue que la traducción simultánea de El Trece era más clara que la de la señal de cable.
El problema de El Trece, no obstante, fue que la conducción en piso estuvo a cargo de Horacio Cabak, un animador versátil, pero que dejó claro que el cine no es lo suyo. El conductor se encargó de presentar una y mil veces un juego telefónico en el que preguntaban cuál era la película extranjera favorita: la respuesta era obvia, no sólo por el patriotismo que surge en estos casos, sino porque de las ternadas con El secreto... sólo la peruana se estrenó en el país. Pero lo que volvió tediosa la transmisión fue que el único recurso del que se valió Cabak para llenar los huecos fue la apelación, durante más de dos horas, a la proximidad del rubro en el que se iba a conocer el andar de El secreto de los ojos (sic). A la 1.17 de la madrugada, cuando Almodóvar confirmó el triunfo, un grito de “¡Vamos!” se coló en la transmisión, cual hinchada futbolera. La transmisión de El Trece terminó con Cabak felicitando a “todo el equipo de El secreto de los sueños” (sic). El final de la cobertura local, pasada las 2 de la mañana, no podía ser otro.
El regreso de los Oscar a la TV abierta fue lo más visto del domingo. La transmisión de la ceremonia de entrega por El Trece marcó 16,1 puntos, posicionándose como el programa de mayor audiencia del fin de semana, incluido el sábado. La expectativa por saber si finalmente El secreto... iba a ser la ganadora entre las películas extranjeras hizo que el evento se mantuviera sobre los 17 puntos las dos primeras horas, pero para la 1.17, cuando se conoció que el film de Campanella se alzaba con la estatuilla, el rating marcaba los 15,6 puntos promedio. Luego perdió audiencia y finalizó la programación especial con un parcial de 9 puntos minutos después de las 2 de la mañana. A su vez, La previa de los Oscar hizo 12,9 puntos, quedando tercero en el día, detrás de Independiente-River (13,7). Por su parte, el retorno de una dupla de maestros de ceremonia a los Oscar (Martin-Baldwin) le dio sus réditos a la ABC, ya que la transmisión en Estados Unidos fue vista por 39 millones de televidentes, seis millones más que en 2009.
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