CINE › DOS TITULOS DE PRIMER NIVEL EN LA COMPETENCIA INTERNACIONAL
Reflexión filosófica antes que thriller, Police, Adjective, de Corneliu Porumboiu, está a la altura de las cumbres del cine rumano. Por su parte, en cada uno de sus planos, la animación australiana Mary and Max desparrama ideas como para mil películas.
› Por Horacio Bernades
Tres películas de la Selección Oficial Internacional del 12º Bafici venían con fuertes antecedentes: la israelí Ajami (nominada al Oscar al Mejor Film Extranjero), la australiana Mary and Max y la rumana Police, Adjective. La primera de ellas inauguró una semana atrás esta sección del festival. Las otras dos aparecen ahora juntas en la grilla. Presentada en los festivales de Sundance y Berlín (donde obtuvo una mención), Mary and Max es, si la memoria no falla, el primer film de animación que el Bafici presenta en toda su historia, en la competencia oficial internacional. No es precisamente el caso de Police, Adjective, ganadora de dos premios en la sección Un Certain Regarde de Cannes 2009: desde sus más tempranas ediciones, el festival porteño le viene siendo obcecadamente fiel al cine rumano. Que por cierto demuestra, edición tras edición, merecer de sobra esa fidelidad. Suerte de fábula filosófica y moral disfrazada de policial burocrático, es posible que el opus 2 de Corneliu Porumboiu esté a la altura de las que seguramente son, hasta ahora, las cumbres del cine de ese origen, La noche del Sr. Lazarescu y 4 meses, 3 semanas, 2 días.
Ganador de un Oscar por un corto previo, además de diseñar a los personajes el australiano Adam Elliot escribió y dirigió Mary and Max. Ambicioso por demás en términos narrativos, pero de técnica sencilla y muy efectiva, su opus 1 en el largometraje tiene por eje la relación que los dos personajes del título mantienen desde mediados de los ’70 hasta ayer nomás. Lo curioso es que no llegan a conocerse. De 8 años, Mary vive en un pueblito australiano; Max, de 44, en Nueva York; se relacionan por carta. No todos los males de este mundo, pero sí unos cuantos, parecen abatirse sobre cada uno de ellos. Hija de un taxidermista reclusivo y una madre mersa, chorra, tabáquica y alcohólica (que además le aclara que la tuvieron por accidente), desde muy pequeña Mary se habituó a la soledad. Solitario bicho urbano, judío y neoyorquino, Max (extraordinaria interpretación vocal de Philip Seymour Hoffman) parece, a su turno, un Woody Allen virgen, patético y reclusivo. El hombre no sólo es fóbico, neurótico y obsesivo, sino que además sufre (otra vez según el off, que baja pilas y pilas de información) de la forma de autismo conocida como síndrome de Asperger. Habrá acertado el lector si sospecha que para cada uno de ellos el otro es lo único bueno de este mundo. Bueno, pero a distancia, como en una novela decimonónica.
Cada plano de Mary and Max desparrama ideas como para mil películas. Las ideas son de todo tipo y van desde los hallazgos verbales y juegos de palabras hasta toda clase de invenciones mecánicas, gags visuales, personajes raros, quiebres imprevistos, detalles mínimos en el fondo del encuadre y así hasta el infinito y más allá. Candidata de oro al Premio del Público en este festival y en cualquier otro, Mary and Max emociona, divierte, sorprende y hace reír. No una vez, sino casi a cada segundo de sus 92 minutos de duración. Pero hay (¡ay!) un par de problemitas. Uno es que la cantidad de ideas da, efectivamente, para mil películas: para una sola son demasiadas. Es tanto el deseo de agradar, de sorprender, de divertir, que Mary and Max termina volviéndose abrumadora. Tan asfixiante como la mamá de Mary, tan llena de posdatas como las cartas que ambos se cruzan. El otro deseo, el de emocionar, da por resultado una ecuación dramática que suena demasiado próxima a la extorsión sentimental, con esos dos pobres miserables que jamás llegan a encontrarse.
Segunda película de Corneliu Porumboiu luego de Bucarest 12:08, Police, Adjective confirma que cuando se habla de cine rumano no se habla simplemente del cine de un país: se habla de un estilo, una escuela, una forma de mirar. Como todo ese cine, como su película previa sin ir más lejos, este realizador de 35 años observa lo que narra mediante una serie de largos planos secuencia (algunos duran un cuarto de hora o más), casi siempre fijos. Pero esa fijeza no se percibe como dureza, sino como una intensidad de la mirada. Police, Adjective parece enteramente pensada en relación con los policiales de Hollywood. Pero no para imitarlos, claro, sino para refutarlos, contradecirlos y negarlos. A los retorcidos casos que al cine estadounidense le gusta tratar, Porumboiu le opone la banalidad absoluta: a quien quiere atrapar la policía de Bucarest es a un estudiante secundario que fuma haschís. ¿El héroe será acaso un superhombre, capaz de las mayores hazañas? Qué va: es un treintañero con la pinta y la resignación (prematura, onettiana casi) de un oficinista.
¿La investigación es intensa, apasionante, llena de suspenso? Ni por asomo: llena de pasillos, oficinas, empleados hastiados y trámites laberínticos, Police, Adjective es, antes que nada, una tragicomedia sobre la burocracia. Sobre la vida en un sistema burocrático. Sobre Rumania 2010, en una palabra. Un país que viendo la película (viendo todo el cine rumano) no dan muchas ganas de visitar. Pero ese sistema no es sólo burocrático: es, sobre todo, policial. El problema de Cristi es que, siendo un agente de investigaciones, está convencido de que fumar hasch no debería ser punible. “En cinco años la ley no lo va a considerar un delito”, le dice este pobre Cristi a un superior, suponiendo que vive en un país avanzado. El superior termina demostrándole –por el método, absurdo de tan lógico, de buscar en el diccionario las palabras “conciencia”, “ley”, “moral” y “policía”– que esos términos no se relacionan entre sí. En un sistema policial, la conciencia y la moral no importan. Lo que importa es cumplir la ley. La ley de estado, claro está.
* Mary and Max se proyecta hoy a las 23 en el Atlas Santa Fe 1 y el domingo a las 12.45, en el Teatro 25 de Mayo. Police, Adjective, hoy a las 20 en el Atlas Santa Fe 1 y mañana a las 14, en el Teatro 25 de Mayo.
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