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Lunes, 19 de abril de 2010

CINE › FREDERICK WISEMAN, LA DANSE Y LA ACTUALIDAD DEL DOCUMENTAL

Jovencitos de ochenta años

Aunque son celebrados como “leyendas vivientes”, aquellos que reinventaron el género en los ’60 siguen topándose con los mismos problemas de financiación y distribución. El film de Wiseman fue definido como “una de las mejores películas de danza jamás hechas”.

 Por Geoffrey Macnab *

Frederick Wiseman, director de La Danse: The Paris Opera Ballet, es una “leyenda” del mundo del documental. Eso es oficial: el cineasta de 80 años fue galardonado el año pasado con el premio Living Legend en el IDFA, el mayor festival de documentales del mundo, en Holanda, donde recibió además un premio de cinco mil euros para subrayar sus legendarias credenciales. Pero ser una “leyenda viviente” del documental no confiere el nivel de riqueza y celebridad que podría esperarse. D. A. Pennebaker, contemporáneo de Wiseman, es a los 85 años igualmente celebrado; ambos aún tienen que luchar a menudo para conseguir financiación para su trabajo, o una distribución mainstream.

Wiseman, Pennebaker y los otros sesenta directores estadounidenses asociados con el “cinéma vérité” han tenido una enorme influencia en los actuales directores de documentales. Y es discutible cuán reconocida es esa influencia. En esta era digital, cualquiera puede hacer una película de cinéma vérité. Algunos ven a los realities de televisión como la bastardización final de una forma de hacer cine que pareció fresca e innovadora en los tiempos de una película como Primary (1960). Entonces, la idea de acompañar con una cámara al senador John F. Kennedy mientras éste hacía campaña para la nominación demócrata a la presidencia del país fue revolucionaria. Primary mostraba a Kennedy en los descansos, relajándose con su esposa Jackie, mientras se movían por la carretera. Exhibía una intimidad y una espontaneidad que se veían en los segmentos noticiosos. Los directores llevaban un equipamiento pesado y molesto, pero aun así trataban de inmiscuirse lo menos posible.

Medio siglo después, varios de aquellos representantes de los ’60 aún están en activo. Directores como Wiseman, Albert Maysles, Pennebaker y su socio Chris Hegedus, siguen haciendo películas del mismo modo observacional y cuidadoso... y su trabajo sigue siendo marginal: se lo exhibe en horarios-ghetto de las estaciones públicas de TV, se los festeja en festivales pero sólo tienen una salida limitada a los cines. A los mismos realizadores no siempre les gusta ser agrupados. Wiseman en particular es resistente a la idea de ser parte del movimiento de cinema verité. “Los he conocido a todos, pero tengo muy poca o ninguna relación con ellos”, dice sobre sus colegas documentalistas de los ‘60. “El hecho de que me vinculen a ellos no es asunto mío.” De todos modos, hay vínculos entre ellos: en el comienzo de su carrera, Wiseman le alquiló equipos a Pennebaker. Este, a su vez, admite que Wiseman le dio valiosos consejos sobre cómo asegurar “liberaciones” de los entrevistados y temas “sosteniendo el micrófono y preguntando ‘¿nos da permiso para usar esta fotografía?’”.

Desde que en 1967 hizo Titicut Follies, su celebrado film ambientado en un hospital de Massachusetts para los “criminalmente insanos”, Wiseman ha estado embarcado en su propia versión documental de La comedia humana de Balzac. Ha investigado muchas esquinas diferentes de la vida estadounidense, con documentales sobre escuelas secundarias, hospitales y departamentos de policía, sobre obras públicas y violencia doméstica, sobre el ballet y sobre el boxeo. Sus películas exploran las conductas institucionales... y muchas instituciones son siniestras, y quizá esa sea una razón por la cual su trabajo a veces es difícil de seguir por los espectadores.

La Danse es el film más popular de Wiseman en muchos años. Fue exhibido en muchos festivales (aquí se vio en el DocBsAs de octubre de 2009) y fue vendido a distribuidores de todo el mundo. El diario The New York Times lo definió como “una de las mejores películas de danza jamás hechas”. Hay una sensación de disfrute que nunca se percibió en sus títulos anteriores. La cámara de Wiseman sigue a los bailarines del Paris Opera Ballet, mientras ensayan y actúan. El director está claramente fascinado por la sensación de tradición que corre por la compañía. Es un cuerpo subsidiado del Estado en el que los bailarines estrella son entrenados por las estrellas de la generación anterior. Así, hay una línea de influencia que puede ser fácilmente trazada hasta 300 años atrás. Es claro, también, que la infatigable ética de trabajo y autodisciplina de los bailarines es algo que Wiseman comparte: a sus ochenta años, el director aún trabaja 16 horas por día.

Pennebaker y Hegedus acaban de completar un nuevo documental a dúo, Kings of Pastry, un film sobre chefs reposteros compitiendo en el “Collar”, un evento altamente competitivo que se celebra en Francia. Así como Wiseman está fascinado por el impulso del bailarín, ellos se identifican con las obsesiones de los chefs. “Es todo lo que hacen en sus vidas... y todo lo que hacemos nosotros en nuestras vidas es filmar. Tenemos un perro, un gato, hijos, pero básicamente en lo único que pensamos es en cómo hacer una película, cómo llegar a un nuevo lugar con una película.”

A los 80, los viejos maestros del vérité parecen estar aliviándose. El optimismo de La Danse hace un contraste absoluto con el horror y la escualidez que Wiseman capturó en cámara en su obra maestra de 1967, Titicut Follies, sobre el maltrato de los internados en un hospital para criminales insanos. Aún hoy, la película tiene el mismo impacto que las fotos de la prisión Abu Ghraib. Kings of Pastry, con su música graciosa y las secuencias que muestran a chefs preparando enormes edificios de chocolate y cobertura, tiene una levedad que se no encuentra en los trabajos anteriores de Pennebaker y Hegedus, sea The War Room, su atrapante película sobre la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992, o Don’t look back, celebrado film de Pennebaker sobre la gira británica de Bob Dylan en 1965.

Haciendo La Danse –que se estrenará en breve en Buenos Aires–, Wiseman y otros dos miembros del equipo filmaron 130 horas: el director pasó un año seleccionando material para las dos horas y media finales. Es que en sus películas nunca hay una duración predeterminada. La estructura evoluciona a medida que va juntando las piezas. Su película más corta dura 73 minutos, y la más larga seis horas. La Danse fue en primer film que editó en forma digital, en sistema Avid. Ahora Wiseman está próximo a terminar una nueva película, sobre un gimnasio de box en Texas. Pennebaker y Hegedus recorrieron el circuito de festivales con Kings of Pastry, que se vio en la sección Cine Culinario del Festival de Berlín. Según Pennebaker, estos documentales fueron hechos por fuera de “un fervor momentáneo o una moda”. Y asegura que todos mirarán esta clase de trabajos “para descubrir nuestra historia, algo realmente importante. Es más importante que las películas sobre pingüinos”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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La Danse, que formó parte del DocBsAs del año pasado, tendrá estreno comercial en la Argentina.
 
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