Viernes, 23 de abril de 2010 | Hoy
CINE › LA CAOTICA SITUACION DE MGM AMENAZA UNA DE LAS FRANQUICIAS MAS FAMOSAS
Barbara Broccoli y Michael Wilson, productores de la saga de James Bond, anunciaron esta semana que la nueva película fue suspendida “por tiempo indefinido”. El centro del conflicto es la situación terminal del estudio Metro Goldwyn-Mayer.
Por David Usborne *
A James Bond no le gusta ser contrariado, pero algunas circunstancias pueden ser desalentadoras hasta para el más sagaz de los agentes secretos de Su Majestad. Eso es lo que parece suceder ante la novedad de que la próxima película sobre sus aventuras fue puesta en espera indefinida, a causa de esa molesta cuestión del dinero. Lo que necesita el hombre de acción conocido como 007 es que Q lo provea de algún aparato que elimine las deudas financieras, quizás un aerosol disfrazado de spray para el pelo o un vapor invisible para disparar desde el escape de su auto deportivo. El blanco no sería un villano salido de los hielos de Siberia sino una organización conocida como MGM.
Detrás de la paralización de la que sería la 23ª película de Bond –secuela de Quantum of Solace (2008), con Daniel Craig– hay una importante preocupación de Metro Goldwyn-Mayer por el flujo de dinero. Las esperanzas con esta película eran grandes: Craig estaba listo, Rachel Weisz sería la coprotagonista, Sam Mendes se iba a encargar de la dirección y Peter Morgan (Frost/Nixon) estaba en el equipo de guionistas. No hay estudio cinematográfico con un pasado tan sólido como el de MGM: piénsese en Ben Hur y Lo que el viento se llevó. De hecho, ese logo de apertura con el león rugiente es casi un sinónimo de los tanques de gran presupuesto y el Hollywood monolítico. Pero en realidad el estudio viene desde hace décadas en una espiral de declinación, con poco más que un par de franquicias aún valiosas: Bond es sin dudas la más valiosa.
Tan grave es la situación financiera del estudio (su deuda llega a 4 mil millones de dólares) que los acreedores anunciaron en noviembre que no podían tolerarlo más. Desde entonces MGM trata de venderse en subasta y, aunque aparecieron interesados como Time Warner, Lionsgate (que ahora desistió de la compra) y el magnate ruso Leonard Blavatnik, hay pocas señales de que alguien ofrezca los 2 mil millones que busca la compañía. Con lo que es posible que, casi 90 años después de su debut, el rugido del león sea finalmente silenciado.
Mientras tanto, los dueños de los derechos de las novelas de Ian Fleming, Barbara Broccoli y Michael Wilson –dueños de Eon Productions–, llegaron a la razonable conclusión de que seguir gastando dinero en una producción para la cual quizá no haya distribuidor no tiene sentido. “Debido a la continua incertidumbre que rodea al futuro de MGM, y el fracaso en cerrar una venta del estudio, hemos suspendido el desarrollo de Bond 23 indefinidamente”, confirmaron en un comunicado de prensa. “No sabemos cuándo se reanudará la producción y no tenemos fecha de lanzamiento para el film.” Pero los fans de Bond no deberían desesperar. La decente performance en taquilla de Quantum of Solace, y antes de eso de Casino Royale, dan una certeza de que el 007 de Daniel Craig tendrá otra oportunidad. No sería la primera vez que la pausa entre películas de Bond se prolongara. Pasaron seis años entre License to Kill (1989), con Timothy Dalton encarnando al agente, y el siguiente título, GoldenEye, debut de Pierce Brosnan. “Tengo total confianza en la decisión de Barbara y Michael y mantengo la esperanza de que la producción se reanudará lo antes posible”, señaló Daniel Craig desde Toronto, donde filma Dream House junto a Rachel Weisz.
Tampoco es fácil imaginar a MGM desapareciendo para siempre. En Hollywood hay pocas marcas tan familiares. Aunque es difícil exagerar el caos producido en el estudio en décadas recientes, debido en buena parte a cambios sucesivos en su estrategia, y especialmente en su propiedad. Cada compra pareció dejar al estudio con menos activos y una pila de deudas cada vez mayor. Nunca fue más poderoso que en los ’30, cuando era capaz de enorgullecerse de ser el único estudio que no había perdido dinero durante la Gran Depresión. Sus propiedades más memorables incluían El mago de Oz y Lo que el viento se llevó. Tras la Segunda Guerra Mundial, el ritmo de producción decayó de unas cincuenta películas al año a treinta y partieron algunas de sus estrellas más caras, como Greta Garbo, Joan Crawford, Jean Harlow y Clark Gable. Aun así siguió creando éxitos remarcables, incluyendo grandes musicales con personajes como Frank Sinatra y Ben Hur (en rigor, una remake), con Charlton Heston.
Las tonterías corporativas que llegarían a ahorcar a MGM empezaron con la venta en 1967 al magnate de las bebidas Edgar Bronfman, quien la vendió dos años después a Kirk Kerkorian, un millonario de Nevada que estaba menos interesado en hacer películas que en poner el célebre logo en sus casinos de Las Vegas (hoy los casinos MGM ya no están asociados al estudio). Otros que intentaron quedarse con MGM fueron Ted Turner (forzado a venderlo después de tenerlo sólo 74 días) y el financiero italiano Giancarlo Parretti, luego caído en desgracia.
Con una fecha final para ofertas extendida a mayo, aún no se sabe cuál será el final de la historia. El estudio ha dado obras como Doctor Zhivago, pero también iconos de la televisión de los ’60 que incluyen los cartoons Tom & Jerry y la serie de espías The Man from U.N.C.L.E. (El agente de Cipol), pero hoy está en terapia intensiva y, de acuerdo con el análisis de varios especialistas, difícilmente sobreviva en la forma que tiene hoy. Triste pronóstico para el estudio que acostumbraba decir que tenía “más estrellas que el mismo cielo”: hace ya demasiado tiempo que MGM posee más dueños y acreedores que estrellas.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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