Viernes, 30 de julio de 2010 | Hoy
CINE › OPINION
Por Gabriel Rot *
En la entrevista a Marcelo Birmajer publicada en Página/12 el 26 de julio, el escritor hace referencia al reglamento militar de la guerrilla comandada por Jorge Ricardo Masetti en Salta (1963-1964), destacando que penaba con la muerte el “delito contra natura”. Birmajer concluye: “Me parece mucho más progresista y de izquierda Sarkozy, que es un gobernante supuestamente de centroderecha, que permite la libre opción sexual, que el supuesto izquierdista Masetti, que su reacción frente al amor de dos hombres era matarlos”. La conclusión es: “Masetti era un criminal”.
Obviemos la afirmación acerca del progresismo de Sarkozy. Birmajer estará lamentando semejante dislate y no voy a remover la herida. Mejor es detenernos en la posición frente a la homosexualidad de buena parte de las organizaciones revolucionarias. Efectivamente, fue un gravísimo error de casi todas las guerrillas la condena, a muerte o no, de la homosexualidad. Todo esto nos resulta hoy aberrante y repudiable. No obstante, no puede abstraerse de la consideración que la homosexualidad, en aquellos años y hasta entrados los ’80, se consideraba una enfermedad y, en el imaginario revolucionario, una desviación que conspiraba contra cualquier aproximación al “hombre nuevo”. El contexto, no obstante, no debe funcionar como justificación. En todos los tiempos hubo hombres y mujeres por delante de lo que sentenciaba el contexto, y en este caso, por supuesto, también los hubo. Yon Sosa, por ejemplo, jefe guerrillero guatemalteco, se negaba obstinadamente a contemplar la pena de muerte. Pero aquellos revolucionarios afectados de moralina y prejuicios también encarnaron los ideales de liberación más humanos y vanguardistas, y llegaron a ofrendar sus vidas por ellos. Lo uno no quita lo otro. Hombres y mujeres de carne y hueso, falibles como cualquiera, no siempre tuvieron las mejores respuestas a los más delicados interrogantes. Y muchas veces sus réplicas fueron gravemente erradas. Tras períodos de experimentación y aprendizaje, nuevas prácticas supieron superar tamañas faltas y de hecho desde hace mucho es impensable un pasaje similar.
“Imaginate esas personas en el poder”, se horroriza Birmajer. Trato de hacerlo y no puedo evitar pensar en una multitud de errores... en un universo de justezas y aciertos que hubieran beneficiado largamente a las mayorías excluidas. De hecho, en Cuba se persiguió a los homosexuales, paralelamente a que el proceso revolucionario logró, como jamás antes, las más importantes conquistas en materia de salud, educación y dignidad.
La deslegitimación de cualquier proyecto revolucionario por graves irregularidades experimentadas durante el mismo proceso es un viejo argumento devenido del prejuicio contra toda empresa revolucionaria. Como siempre, se trata desde dónde se habla: si desde la comodidad de mejorar lo “malo conocido”, o de experimentar, planteando los riesgos y sus controles, los cambios radicales para el bienestar de los desposeídos de siempre.
* Autor de Los orígenes perdidos de la guerrilla en la Argentina.
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