CINE › MAñANA SE ESTRENA EL AMBULANTE, SOBRE EL DIRECTOR DANIEL BURMEISTER
Adriana Yurcovich, Lucas Marcheggiano y Eduardo de la Serna decidieron documentar el modo particular de filmar de Burmeister, quien llega a pueblitos sin actividad cultural y hace participar de sus películas a todos los habitantes.
› Por Oscar Ranzani
Desde que murió su mujer, Daniel Burmeister tuvo que dedicarse a criar a sus hijas, y eso le quitó tiempo para hacer otras cosas. Sin embargo, cuando las chicas crecieron, Burmeister –un aventurero nato– se animó a hacer lo que más le gusta: cine. Pero lo particular es cómo Burmeister hace cine: con su viejo Dodge 1500 que se cae a pedazos, toma una ruta y no para hasta llegar a algún pueblito del interior que no tenga actividad cultural. Entonces, decide realizar una película de ficción con los habitantes. Antes que nada, se reúne con el intendente y le pide una cama donde dormir y comida para los treinta días que demora en hacer su trabajo. Luego, convoca al vecindario y le da rienda suelta a su imaginación para elaborar la película de ficción con la mayor cantidad de habitantes del pueblo. Una vez concluido el rodaje, edita la película y la estrena en el pueblo, cobrando una entrada que le permite que esta actividad sea su medio de subsistencia. Y el estreno es todo un acontecimiento social: gente que nunca fue al cine se encuentra reflejada en una pantalla grande improvisada con una sábana blanca. A tal punto se enganchan todos en esta aventura cinematográfica que, en algunos pueblos, actuaron hasta los intendentes. Burmeister es un tipo tan particular como su forma de hacer cine: con más de 60 años, su cuerpo resiste la agitada tarea de terminar todo el proceso en tan solo un mes. Y más también, porque a veces hace changas para generar un mayor ingreso. Con su carisma logra que todos participen haciendo de su deseo íntimo una experiencia colectiva: ya lleva filmadas nada menos que sesenta películas.
Tres directores escucharon la historia de Burmeister en el Festival de Cine de Saladillo y decidieron hacer un documental sobre una de sus travesías: Adriana Yurcovich, Eduardo de la Serna y Lucas Marcheggiano viajaron hasta el pueblo Benjamín Gould, ubicado en el sur de la provincia de Córdoba, y realizaron El ambulante, documental que se estrena este jueves, tras haber formado parte de la programación de la Competencia Internacional del último Bafici. El trío filmó todo el proceso de elaboración de la película Matemos al tío: desde que Burmeister llega al lugar y habla con el intendente, pasando por la red de contactos que establece, el proceso de filmación, el montaje y finalmente el estreno en el pueblo. Todo combinado con el fenómeno social que significan su llegada y su trabajo. “Nosotros no sabíamos cómo trabajaba Daniel Burmeister”, señala De la Serna, quien agrega que plantearon un guión “en el que la idea era mostrarlo a él haciendo una película desde que llega al pueblo y hace la preproducción, el casting, convence a la gente, el rodaje, la edición y la exhibición. Esa era nuestra idea básica, pero no sabíamos cómo se movía Daniel. Intuíamos que por los tiempos, lo hacía de una manera muy rápida y muy eficaz. De hecho, Daniel nos decía que mientras nosotros poníamos el trípode, él ya había filmado una escena. Es muy carismático, enseguida seduce a la gente”.
–¿Qué significó para ustedes como cineastas hacer un film donde el protagonista prácticamente es el cine?
Adriana Yurcovich: –A no-
sotros nos parecía muy raro lo que él hace. Nos impactaba mucho porque, por ejemplo, cuando nosotros empezamos un proyecto, siempre hay un tiempo larguísimo de preparación, de ver cómo conseguir fondos, de armar carpetas y presentaciones varias. Todo es muy trabajoso y muy lento. Y Daniel no tiene todo esos problemas: él hace. O sea, y más o menos ha conseguido vivir de eso.
–¿Cómo le surgió a él la idea de hacer este trabajo tan atípico como original?
Lucas Marcheggiano: –El iba de pueblo en pueblo haciendo un espectáculo de títeres y un intendente le preguntó si no se animaba a hacer una película. Y Daniel, que no tenía la menor idea de cómo era el cine, ni era cinéfilo, se animó, empezó a investigar y le prestaron una camarita. Las técnicas las fue inventando y copiando de algunas películas, pero se metió en el cine por una cuestión de supervivencia, para trabajar de eso.
–¿Burmeister reivindica el sueño de vivir de lo que le gusta?
Eduardo de la Serna: –Sí, eso es lo que nos entusiasmó a los tres. Es como el ideal: no tenés ataduras, sos libre, vas de pueblo en pueblo, sos bohemio, vivís haciendo lo que querés. Creo que a todos los que hacemos cine nos toca en algún lado y nos entusiasma.
–Si bien algo cuenta, el documental no se detiene mucho en la historia previa de Burmeister. ¿Esto fue para enriquecer la estructura narrativa; es decir, para que la cámara fuera la que contara a través de situaciones que se generan, y no detenerse tanto en entrevistas?
A. Y.: –Había muchas posibilidades acerca de cómo contar lo que él hacía. Y nosotros no queríamos hacer una película televisiva, de bustos parlantes. Hay algunas entrevistas que mostramos, pero es algo muy medido. Y queríamos que estuviese contada como se cuenta una película de ficción; es decir, que tuviera una estructura dramática: un comienzo, un desarrollo y una culminación.
–Burmeister genera una especie de revolución interna en cada pueblo que recorre. ¿Por qué creen que la gente se engancha tan fácilmente con su propuesta?
L. M.: –En principio, él busca pueblos muy pequeños que no tienen una competencia cultural: no hay cines ni teatros. El pueblo donde nosotros filmamos no tiene hotel, restaurante ni banco. Como hay muy poca actividad cultural –y de todo tipo–, entonces cuando él llega, es la novedad. Les cambia la monotonía de la cotidianidad durante los treinta días que está.
–¿Reivindica la participación popular?
A. Y.: –Sí, él engancha a todo el mundo en su proyecto. Y la gente se presta porque le resulta interesante. También porque Daniel tiene una actitud muy respetuosa con la gente que convoca. La trata bien, está todo el tiempo de buen humor. Y la gente se siente respetada y no usada.
E. de la S.: –También se siente partícipe, porque lo que pasa es que los intendentes ven que es una manera de quedar en la historia de sus pueblos. Para muchos habitantes de estos pueblos es “el año en que hicimos la película”, porque después no pasará nada más durante muchísimos años.
–¿La decisión de filmar el documental en Benjamín Gould fue porque era el lugar adonde iba a ir Burmeister en el momento del rodaje o hubo otros motivos?
L. M.: –Cuando combinamos para hacer el documental, conversamos con él y nos sugirió ese pueblo. Y nos pareció que estéticamente era el que más iba a funcionar. Había pueblos cercanos que ya estaban asfaltados.
–¿Como cineastas, cómo analizan ustedes el trabajo de Burmeister?
A. Y.: –Tratamos de no juzgar sus películas en lo cinematográfico porque lo que nos interesaba era el proceso de realización y lo que pasaba en los pueblos cuando él hacía esas películas. Eso nos parecía mucho más interesante que cómo quedaba finalmente la película.
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