Martes, 5 de octubre de 2010 | Hoy
CINE › MIGUEL MIRRA Y ADOLFO PéREZ ESQUIVEL - OTRO MUNDO ES POSIBLE
El realizador de Los ojos cerrados de América latina le dedica un documental al Premio Nobel de la Paz, de quien rescata su permanente compromiso con la causa de los derechos humanos. “El siempre está donde hay que estar”, dice Mirra.
Por Oscar Ranzani
Cuando el documentalista Miguel Mirra estaba realizando el largometraje Los ojos cerrados de América latina, tuvo la oportunidad de estar cara a cara con Adolfo Pérez Esquivel. En esas charlas, Mirra se encontró con aspectos que desconocía del Premio Nobel de la Paz y que le impactaron profundamente. Tanto, que decidió realizar un documental sobre su vida y sus luchas históricas. “Es un hombre que desde hace años se mantiene siempre en la misma dirección y es consecuente con sus ideas”, dice Mirra, con gran admiración. Y reconoce que siente un profundo respeto por “toda una vida de compromiso con los derechos humanos. Y no sólo con los derechos humanos del pasado sino con cada situación que se va presentando. Adolfo está permanentemente disponible para situaciones que considera injustas, problemáticas o conflictivas”, explica el director de Adolfo Pérez Esquivel - Otro mundo es posible, que podrá verse a partir del jueves en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635).
El documental de Mirra arranca con las imágenes de la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz en 1980, en Oslo, dos años después de que Pérez Esquivel fuera liberado por la dictadura, merced a la presión de la comunidad internacional que supo ver lo que la prensa argentina de entonces no quiso dar cuenta: la violación sistemática de los derechos humanos. De hecho es el propio Pérez Esquivel el que narra el momento en que fue subido a un avión de los “vuelos de la muerte” y que su destino se decidió en pleno recorrido hacia el Río de la Plata. Desde el momento en que se muestra la ceremonia de entrega del Nobel de la Paz, el documental de Mirra va profundizando en distintos aspectos de la vida de Pérez Esquivel: desde su infancia como vendedor de diarios, pasando por el momento en que conoció a su compañera de vida, hasta su labor en el Servicio Paz y Justicia (Serpaj). El film también aborda el proceso que lo llevó a convertirse en un símbolo contra la violencia institucionalizada, su solidaridad con los pobres y olvidados (por ejemplo, su ayuda humanitaria en Haití, mucho antes de que se produjera el terremoto) y cómo su lucha se fue adaptando a las nuevas problemáticas sociales: se lo ve, por ejemplo, brindando su apoyo a los obreros de las fábricas recuperadas. Pero el film de Mirra también muestra una faceta desconocida de Pérez Esquivel para una inmensa mayoría: su pasión por la pintura. El Nobel de la Paz estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes –donde conoció a su mujer, estudiante de piano– y fue profesor de Historia del Arte en la Facultad de Arquitectura de la UBA. Frente a cámara se lo ve diseñando un mural de catorce metros que próximamente donará a la Iglesia Santa Cruz.
Mirra admite que Pérez Esquivel no le contó una cuestión puntual acerca de cuándo y por qué decidió dedicar su vida a la defensa y promoción de los derechos humanos. “Empezó como colaborador del Serpaj que, en ese entonces, tenía otro nombre y no funcionaba en la Argentina. El referente de esa movida a nivel latinoamericano era el obispo brasileño Hélder Cámara”, comenta el director. “Cámara había hecho una convocatoria a los artistas en el marco de la Opción por los Pobres y de la Teología de la Liberación, durante los ’60. Y como Adolfo era artista plástico y tenía un interés por lo latinoamericano, se sumó y ahí empezó su militancia. Y desde lo filosófico tuvo que ver con que salió de un hogar de una familia trabajadora y muy pobre que, combinado con su formación cristiana, lo hizo interesarse por esas cuestiones.”
–Fue fundamental. El mismo dice que fue una herramienta y también un paraguas para poder seguir haciendo cosas con un poco más de garantías. Nunca lo consideró un galardón sino un instrumento más en la lucha contra los crímenes de la dictadura en ese momento.
–Porque él tenía una militancia muy importante, ligada a sectores que, en su momento, todavía tenían mucho peso, como las comunidades eclesiales de base y los movimientos campesinos de Brasil y Paraguay, y la Iglesia de los Pobres. Y también hubo muchos otros sectores que por ahí no tenían una afinidad ideológica, pero lo consideraban un luchador. Y hubo una movilización importantísima. No a nivel de la Iglesia institucional, porque ésta nunca reclamó por él, pero sí sectores más ligados a las bases y a la militancia social concreta.
–No sé si fue decisivo porque lo decisivo fueron los movimientos de masas que las enfrentaron, pero tuvo un rol importante en varios países. Y uno de los aspectos fue la protección a los exiliados y la divulgación de lo que estaba pasando en todos los niveles. El Serpaj tuvo una múltiple tarea en esa época. Una de las más importantes, que llega hasta la actualidad fue la recopilación de información. En muchos casos que se están reflotando ahora, el Serpaj tiene información que está brindando para que sea útil en los juicios.
–No solamente pronunció discursos sino que también organizó acciones: el Barco de la Paz en Nicaragua, huelgas de hambre junto a las ligas campesinas en el Paraguay, las marchas contra la dictadura, entre otras. O cosas más chiquititas. Por ejemplo, hace unos años, Adolfo estaba de vacaciones en Mar del Plata y había una marcha de los pescadores en la zona del puerto. El se sumó, hubo represión y le pegaron también. O sea que para él no se trata solamente de la palabra sino de poner el cuerpo y estar donde hay que estar.
–Bueno, no se sabe, pero él tuvo la idea y fue el primer convocante a la Cumbre de los Pueblos. Después fue ocultada por otros que se subieron a la grada y adquirieron mayor protagonismo porque, además, Adolfo no es un tipo que vaya a estar disputando cámara. Pero en el documental rescatamos la reivindicación que hace el presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, reconociendo a Adolfo como el de la iniciativa. Esto tiene que ver también con lo que decía anteriormente: en él no es sólo la palabra sino el convocar a movilizarse. También está atento al tema de los pueblos originarios y, particularmente ahora, al de la minería y de la sojización. El dice en el documental que eso deviene en la expulsión de poblaciones, crecimiento de la pobreza y de la marginalidad, porque la gente tiene que dejar sus tierras. También dice que a los derechos humanos hay que considerarlos en su integridad; es decir, no solamente como los derechos humanos individuales sino como los derechos de los pueblos. Y en ese sentido, cada vez que alguno de esos derechos es puesto en peligro, Adolfo se compromete, va y trata de aportar lo que puede.
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