CINE › NIKITA MIJALKOV EN EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE LA HABANA
El legendario realizador ruso, responsable de clásicos como Oblómov y Pieza inconclusa para piano mecánico, cautivó en una charla a periodistas, estudiantes y cinéfilos. “Tanto en Rusia como en América latina siempre habrá arte”, los tranquilizó el director.
› Por Oscar Ranzani
Desde La Habana
El legendario realizador ruso Nikita Mijalkov, figura emblemática del cine soviético, marcó su impronta en el séptimo arte sobre todo en las décadas de los ’60 y ’70, pero también hizo historia tras la caída de la Unión Soviética, como por ejemplo lo demuestra Quemado por el sol. Director de clásicos como Esclava del amor, Algunos días en la vida de Oblómov y Pieza inconclusa para piano mecánico (para la que se inspiró en varios relatos de Chéjov), Mijalkov –que también fue actor– es un nombre ineludible en la filmografía mundial. Lo mismo sucede en Cuba, donde el cineasta es muy admirado. Y por eso visitó La Habana para brindar una conferencia de prensa, en la que no sólo había periodistas sino también estudiantes de cine y cinéfilos. De muy buen humor, Mijalkov reflexionó ante cada pregunta con un estilo filosófico que logró cautivar a los presentes. Su verborragia seguía intacta a pesar de los años, su lengua filosa como siempre, con la extensión de sus discursos y con la belleza del sonido del idioma ruso. Y muchas veces, luego de determinadas reflexiones, fue aplaudido, algo bastante inusual en una conferencia de prensa. Aunque parezca mentira, Mijalkov nunca había venido a Cuba. “Hace tiempo que quería venir. Yo soñaba venir aquí porque Cuba es una leyenda en todo sentido. Pero si yo hubiera venido muchas veces no podría haber filmado lo que filmé por el tiempo que implica llegar hasta aquí. Preferí buscar una oportunidad de venir en lapsos de descanso entre las filmaciones”, señaló Mijalkov.
“Si vamos a hablar de cine y sobre la cultura en general yo creo que la cultura existe solamente en el lugar donde existen los problemas”, comentó. Y lo argumentó de la siguiente manera: “El lugar que no tiene problemas no tiene ni cine ni cultura: el problema es precisamente que no hay problemas. Entonces, se empieza a inventarlos. Y ahí es cuando surgen arte y cine muertos. En Rusia hubo, hay y habrá problemas. Lo mismo en América latina. Y por eso, tanto en Rusia como aquí siempre habrá arte”, confesó el director.
A finales de los años ’90, Mijalkov realizó pocas películas porque estuvo al frente de la Unión de Cineastas de Rusia y fue director del Festival de Moscú. Esto le insumió un tiempo que no pudo dedicarle a la cámara. Le preguntaron si no estaba arrepentido de no haber filmado más, y contestó con una frase que despertó las primeras risas de la jornada: “Sabe, mi mamá tenía una explicación muy buena para todo. Yo le decía: ‘Me pasó esto y esto otro’. Entonces, ella me escuchaba atentamente y me decía: ‘Entonces, así es como debe ser’. Lo mismo puede aplicarse para responder su pregunta”.
Otro periodista fue más lejos y le preguntó si la etapa que estuvo sin filmar se debió también a los cambios políticos en la Unión Soviética, ya que prácticamente coinciden los tiempos en que no dirigió con el derrumbe de la URSS. “En Rusia hay un refrán que dice: Está bien en aquel lugar donde yo no estoy. Yo no tuve problemas con las filmaciones de mis películas durante la etapa de la Unión Soviética. No me avergüenzan mis películas, no porque sean tan buenas sino precisamente porque nunca filmé películas para el gobierno, para el partido o por dinero. Yo siempre filmé lo que consideré correcto.” Y brindó una comparación entre el cine soviético y el posterior a la caída de la URSS. “La diferencia entre el cine ruso actual y el cine soviético es que antes existía la censura, pero no había peligro de que no pudieras terminar la película porque se acabara el dinero. Hoy no existe censura, pero puedes no terminar la película porque se acabó el dinero. Eso no significa que antes fueran tiempos buenos y ahora sean tiempos malos”, consideró Mijalkov, para luego establecer un pensamiento que despertó muchos aplausos: “En la lucha entre el censor y el creador vence el que es más verdadero, más auténtico. Por eso yo considero que la dirección de alta categoría es la astucia del director para engañar al censor hasta que se quede contento con tu película”.
Muchas de sus películas recurren a textos de Chéjov. “Es un escritor tan vivo que sus obras cambian para uno en la medida en que uno crece en la vida. Leí a Chéjov cuando tenía veinte años, también cuando tuve treinta y cuando tuve cincuenta años. Siempre en sus obras se puede encontrar lo que te hace falta hoy. Chéjov es una vereda en un campo. No se ve el caminito pero existe, está ahí. Y buscar este camino es lo más interesante. Es por eso que yo regreso siempre a Chéjov”, confesó.
Una estudiante de música le preguntó qué les aconseja a los jóvenes cineastas en una sociedad donde los problemas han sido “consumidos” por el dinero, y se han transformado en problemas comerciales y económicos. La pregunta apuntaba a cómo y de qué forma se puede recuperar el verdadero sentimiento y los verdaderos problemas que describen a nuestra época. Mijalkov se tomó su tiempo para responder. “Lo que no es verdadero puede vivir un tiempo como verdadero, pero tarde o temprano se va a descubrir a sí mismo que no lo es. Lo verdadero puede pasar inadvertido y también llamarse no verdadero, pero tarde o temprano se va a entender que eso sí es lo verdadero.” La reflexión filosófica vino acompañada del siguiente argumento dedicado a las nuevas generaciones: “Si los jóvenes creen en lo que están haciendo, la falta de dinero no puede pararlos nunca, porque lo que su alma crea no va a desaparecer de la nada sino simplemente se va a ir acumulando. Su atmósfera, su aura esperará el momento para materializarse. Hacer todo y a tiempo lo hace aquel que sabe esperar. Por eso es que les aconsejo no pensar primero en el financiamiento sino en la idea. Y todo lo que ustedes hagan y crean que es lo verdadero, tarde o temprano, eso va a ser patrimonio no solamente de ustedes sino también de los demás”, aconsejó.
Luego, Mijalkov profundizó sobre los procesos de creación: “En la Unión Soviética teníamos cineclubs –recordó Mijalkov–. Normalmente se reunían los intelectuales. Y uno de ellos era el más intelectual de todos. Siempre, y no sé por qué, era pálido, con una barba sin afeitar, con los ojos ardientes. Entonces, él reunía a su ‘secta’ antes de exhibir una película y decía: ‘Tú vigilas el primer plano’, ‘Tú vigilas el plano común’, ‘Tú escuchas la música’, ‘Tú escuchas el ruido y las réplicas’. Entonces estaban viendo la película y cada uno estaba prestando atención a lo que él había dicho. Después se reunían, compartían sus opiniones, y estaban convencidos de que estaban en un taller creativo. Eso no es así. ¿Entienden?”, señaló Mijalkov, quien recurrió a un recuerdo de un sobrino de Chéjov para cerrar su idea. Este hombre era artista y director teatral y decía que cualquier arte trata de ser parecido a la música. “Cualquier arte: la arquitectura, la poesía, la pintura, la escultura, la danza. Todo. Porque la música es la más abstracta. Lo que no entra no pasa por las células intelectuales. No tienes que procesar la música: va directamente al corazón. En este sentido, el cine es también parecido”, analizó Mijalkov. Infaltable fue también la reflexión sobre la tendencia actual a darle más importancia a la tecnología que a la historia y al modo de contarla. “La tecnología es un poder enorme, pero solamente en aquellos momentos en que ésta ayuda al espíritu y no trata de decir que ella es el espíritu”, concluyó Mijalkov, quien dejó muchas enseñanzas a los presentes. No solo enseñanzas de cine, claro, sino también de vida.
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