Dom 12.12.2010
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CINE › VLADIMIR CRUZ HABLA DE SU PELICULA AFINIDADES, REALIZADA JUNTO CON JORGE PERUGORRIA

“Enfrentamos una ironía histórica”

El actor cubano, uno de los protagonistas de Fresa y chocolate, debutó como realizador en el Festival de La Habana que concluye hoy. “Aquí se intentó crear un hombre puro, un hombre nuevo; sin embargo, hay mucha crisis de valores”, reconoce Cruz.

› Por Oscar Ranzani

Desde La Habana

Se hicieron conocidos en el mundo por sus grandes interpretaciones en la recordada Fresa y chocolate. Como algunos lectores recordarán, en la película codirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, Vladimir Cruz compuso a David, un joven comunista con ideas firmes que en principio rechazaba, pero que luego terminaba comprendiendo y estimando a Diego –Jorge Perugorría–, un artista homosexual discriminado. Cruz y Pichi Perugorría se cruzaron posteriormente en otros sets de filmación (como, por ejemplo, en El cuerno de la abundancia, también de Tabío), pero, producto de la experiencia adquirida y de la buena relación que mantienen, ambos decidieron realizar su primer largo de ficción, Afinidades, en el que además de ser los directores, también son los protagonistas. El film se presentó a sala llena en el 32 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Afinidades narra la historia de dos parejas (los roles de las mujeres quedaron a cargo de la española Cuca Escribano y la cubana Gabriela Graffith, quien debutó en el cine), que coinciden en la Laguna del Tesoro, un lugar bellísimo de Cuba, para pasar un fin de semana juntos. El tema de la película son las consecuencias que implica traspasar ciertos límites que impone la sociedad; en este caso, de índole moral como es el intercambio sexual. Ese viaje que, en principio, parecía solo de placer inmediato, terminará siendo un recorrido emocional vivido de manera muy diferente por cada uno de los cuatro personajes. El film está basado en la novela Música para cámara del escritor cubano Reinaldo Montero y el guión fue escrito por Cruz. “Cuando leí la novela siempre pensé que podía haber una película porque tiene personajes interesantes, sobre todo hay personajes con profundidad, que no dicen lo que piensan, que es lo más rico para el actor”, señala Cruz en diálogo con Página/12. Respecto de la idea de trabajar junto a Perugorría, Cruz afirma: “Estamos muy acostumbrados a trabajar en equipo. Sabíamos que lo más importante era la película, que los egos se tenían que dejar en casa. Y además, nos llevamos muy bien, nos conocemos mucho y nos respetamos mucho. Esas son todas las circunstancias que hacen falta para poder codirigir una película con alguien”.

–Si bien tiene toques de comedia, Afinidades parece apuntar más al drama psicológico. ¿Coincide?

–Sí, nosotros decimos que el género es un drama erótico-psicológico. No sé si existe ese género. El humor está presente en los cubanos y en nuestra manera de ver la vida. Y siempre viene bien un poquito de humor. Aparte, la película, aunque sea un drama psicológico, no es un tipo de drama en el que muera alguien. Hay conflictos y cosas que están por detrás pero eso no quita que haya una mirada con humor que, por otro lado, creo que es una manera muy linda de comunicarse con el público.

–¿Néstor y Bruno (su personaje) son tan diferentes como parecen?

–Son más diferentes en la forma que en el fondo. La película tiene una característica: no son personajes empáticos. No están hechos para caerle bien al público. Es decir, son personajes que son como son: egoístas, manipuladores. Incluso, los que saben de guiones te dicen: “Tienes que escoger tu protagonista, que es con quien el público se va a identificar”. Pero yo dejé eso para muy tarde, porque quería más el protagonismo del grupo de los cuatro. Son personajes muy diferentes en todo sentido: en cuanto a nivel económico, social, formas de ver la vida, de procedencia. Están en ese lugar y en ese momento por alguna razón. Y eso es lo que quería explorar.

–¿Cuál de los dos personajes masculinos es más similar al cubano medio?

–Néstor, el que hace Pichi. Yo creo que en la sociedad cubana actual, producto de una larga crisis económica, hay una ironía histórica: aquí se intentó crear un hombre puro, un hombre nuevo; sin embargo, hay mucha crisis de valores y hay mucha gente que ha terminado sin muchos escrúpulos. Quizá por eso mismo, por la necesidad. Y entonces, por lo menos en La Habana hay mucha gente con ciertas características muy parecidas a Néstor.

–¿Cómo se complementaron para la dirección?

–Todo el proceso es agotador: cuando uno prepara el proyecto, el rodaje. Posproducir la película era nuevo para nosotros porque como actores estábamos solo en una parte del proceso de hacer una película. Pensamos que el set era lo que más conocíamos, donde mejor íbamos a estar. Pero también sabíamos que teníamos que preparar muy bien la película, sobre todo para ponernos de acuerdo en la película que queríamos contar. Es una película que se puede contar de muchas maneras. El tema tiene una dosis de frivolidad que depende cómo lo hagas va a tener profundidad. Entonces, hablamos muchísimo, leímos el guión muchas veces y luego tuvimos la suerte de asistir juntos a un taller de desarrollo de guiones en Suiza y estuvimos diez días encerrados en un castillo discutiendo la película. Y de ahí salió el germen del film que íbamos a contar.

–¿Cuánto los ayudó en su trabajo como directores el hecho de haber sido dirigidos por cineastas como Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío?

–Muchísimo. De hecho, la película está dedicada a ellos, que fueron nuestros maestros. Los dos siempre tuvieron una manera de trabajar muy flexible en el set, muy creativa, y sobre todo, siempre se apoyaron mucho en el trabajo del actor. Titón (por Gutiérrez Alea), que fue nuestro primer maestro en el mundo del cine, era un hombre que aprendía siempre de la experiencia. En cada momento, estaba sacando conclusiones, involucraba mucho a la gente. De hecho, él trabajaba con los actores de una manera que yo no he vuelto a trabajar con nadie: él llegaba al set y echaba a todo el mundo afuera. Y les decía a los actores: “Vamos a hacer la escena como ustedes quieran hacerla”. Ibamos organizando, no ponía un storyboard ni planos fijos. Nos despojaba de toda esa armadura que, a veces, suelen colocar en el set, de marcas y luces que te van constriñendo. Entonces, a partir de lo que creaban los actores, él iba haciendo el guión técnico y colocando la cámara para retratar de la mejor manera la escena que ya le gustaba. Esa manera de trabajar dinámica, a partir del actor, es la que nos gusta.

–¿Cómo recuerda la experiencia de Fresa y chocolate?

–En realidad, en el momento en que la hicimos tenía para no- sotros mucha importancia profesional, pero también nos fuimos dando cuenta de que fue también una experiencia emotiva porque fue una suerte enorme trabajar con estos directores. Era un momento muy particular de la vida de Titón que prácticamente se estaba muriendo. Entonces, se creó una solidaridad en el trabajo y una manera de participar que no era solo profesional sino también humana, de apoyo. Y con el tiempo, lo que más va quedando es eso. Recordamos más la experiencia emocional que otra cosa.

–¿Cree que Fresa y chocolate le dio mayor proyección internacional al cine cubano?

–Sí, absolutamente, porque en nuestras cinematografías precarias, cuando sale una película que logra acceder a grandes circuitos de distribución, la gente va a descubrirla. Europa tiene una manía descubridora. Entonces, de pronto Gutiérrez Alea había hecho antes un montón de películas, algunas, en mi opinión, mejor que Fresa y chocolate, como por ejemplo Memorias del subdesarrollo, y parece que el mundo lo descubrió por Fresa y chocolate. Y descubrieron que se hacía cine en Cuba, que había actores. Y eso abre puertas, ayuda y da un tirón: siempre que sale una película no sólo cubana sino de otros países, ayuda porque se produce más y se ve más el cine.

–¿Cómo es hacer cine en Cuba?

–Nuestra pequeña industria está bastante afectada, sobre todo porque es muy difícil conseguir producción. También ahora se está debatiendo porque hay que flexibilizar el modo de producción que había hasta ahora y la institucionalización que se había creado alrededor del cine. Y entonces, la cosa se está dinamizando un poco. Hay gente que quiere producir de manera paralela. Y eso es muy importante, aparte de que siempre ha habido gente joven con inquietudes y talento para contar historias. También es bueno que se dinamice el modo, que se encuentren caminos por los que se pueda hacer una película de una manera más adecuada a las circunstancias del país.

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