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Lunes, 27 de diciembre de 2010

CINE › UN DEBATE QUE NUNCA SE RESUELVE: ¿CóMO PASAR UN LIBRO A LA PANTALLA?

El misterio de la adaptación

En el año que ya comienza habrá nuevos exponentes que habilitarán la comparación. Y los interrogantes permanecen: ¿hay que ser absolutamente fiel al texto? ¿Se pueden reducir 300 páginas a 90 minutos y además agregarle nuevos detalles?

 Por Arifa Akbar

Los fanáticos del drama bélico Expiación, deseo y pecado, de Ian McEwan, quizá sintieron cierta disonancia cuando vieron a Keira Knightley en las pantallas del multicine como Cecilia Tallis, y no era exactamente como ellos la imaginaban. El millón de lectores que imaginó el romance fortuito de One Day, de David Nicholls, quizá sientan la misma disonancia cuando vean la inminente película “basada en el libro”; probablemente le pase lo mismo a la legión de seguidores de Haruki Murakami, que verán cómo sus burbujas de imaginación estallan ante la versión de Norwegian Wood en celuloide, en marzo. Desde la adaptación que hizo Víctor Fleming en 1939 de Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell, muchos trabajos populares de ficción fueron buen material para la reinvención cinematográfica. Hoy, muchos cineastas que prefieren no correr riesgos buscan best-sellers, en la esperanza de que sean su equivalente en el cine. Las adaptaciones a gran escala a menudo ponen el foco en historias basadas en varios libros, como la serie Harry Potter, y están acompañadas por un buen plan de merchandising, confiando en que los más entusiasmados también comprarán la remera.

En los últimos tiempos, una multitud de narraciones populares de vampiros, ciencia ficción y fantasía fueron adaptadas a la pantalla, desde la trilogía Millennium, de Stieg Larsson, y Crepúsculo, de Stephenie Meyer, a El señor de los anillos de JRR Tolkien y La materia oscura de Philip Pullman: trabajos que siguieron una línea conservadora que produce interpretaciones que se mantienen fastidiosamente cerca del material original. Hay quien se pregunta qué dimensión interpretativa o creativa extra podría agregarse para gente que ya leyó el libro, mientras los cínicos sugieren que trabajar sobre la lealtad de una base de fanáticos ya existentes es una manera fácil –y haragana– de conseguir beneficios.

El año que ya comienza promete la segunda parte del final de la serie Harry Potter, así como la primera película realizada por Dreamworks sobre de The Lorien Legacies, publicado a mediados de este año (se llamará I am number four, “Soy el número cuatro”), Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro (cuyo guión fue escrito por el novelista Alex Garland) y Barney’s version, una adaptación del best-seller sobre la angustiosa experiencia de un hombre con el mal de Alzheimer. ¿Pero resulta esto en un suceso comercial automático? ¿Se pierde algo vital en la traducción, cuando un libro de 300 páginas se traslada a 90 minutos de película? ¿Y cuál es el valor para los lectores de algo tan reciclado? Después de todo, los libros ya fueron imaginados en su cabeza, si se quiere como una película interna.

Nicholls, que ya ha escrito adaptaciones de novelas clásicas para cine y televisión y guiones de sus propias novelas –incluyendo Starter for 10, dirigida por Tom Vaughan en 2006, y One Day, protagonizada por Anne Hathaway–, siente que el proceso de síntesis que un libro sufre para el cine no debe ser redundante para los lectores. Como un profesional que ha adaptado Mucho ruido y pocas nueces, de Shakespeare, y Tess de D’Urberville, de Thomas Hardy, cree que en la conversión de libro a película pueden ganarse cosas, aun siendo un proceso de reducción. “Tenés que reducir el material del libro, pero podés poner otras cualidades.” En Starter for 10, James McAvoy y Rebecca Hall interpretan sus papeles con una calidez que no poseían en la página: los personajes del libro eran mucho más abrasivos. “Con Tess, mi adaptación tuvo mucho más que ver con la fidelidad a un libro que siempre amé. Buena parte de los diálogos clave vienen de la novela, aunque cuando llevás algo a la pantalla por supuesto que cambia. Al elegir a Gemma Arterton para Tess, ella llevó al personaje en una dirección diferente, para darle una clase de fortaleza que no estaba en el libro. Su performance le dio a Tess una sensación de frescura, de modernidad.”

Cuando no formaron parte del proceso de adaptación, algunos autores expresaron su desconcierto. Bernhard Schlink, cuya novela El lector (1995) fue convertida en película en 2008 con guión de David Hare y Kate Winslet en el protagónico, manifestó en el festival literario de Woodstock su sorpresa por cuán diferente se mostró en el film el personaje de Hanna Schmitz de lo que él había plasmado en las páginas. Las adaptaciones con las que los autores tienden a estar de acuerdo son, por lejos, aquellas en las que tiene cierto control autoral. Ian McEwan estuvo involucrado en la afilmación de Expiación, y aunque el primer guión se distanciaba de la estructura no lineal de la novela, al final el director Joe Wright decidió mantenerse fiel a la cronología de la historia de McEwan. A Tran Anh Hung, cineasta franco-vietnamita que realizó Norwegian Wood, le llevó cuatro años obtener la aprobación de Murakami para adaptar el libro, y sólo bajo la condición de que el escritor viera el guión primero.

La tendencia actual, más amistosa hacia el autor, está bien lejos de aquellas producciones guiadas por el principio de que una vez que una historia abandona la cabeza del autor se convierte en propiedad del cineasta que elija imaginarla. Yvonne Griggs, del Centro para Adaptaciones de la Universidad de De Montfort, piensa que cuanto más grande el golfo entre el libro y la película, mejor. “Si se mira bien, las películas siempre provienen de textos preexistentes. Buena parte del material de Hitchcock viene de otros trabajos, a menudo de escritores poco conocidos; lo mismo sucede con Stanley Kubrick. Y los textos que son reversionados, más que replicados, son los más exitosos. En el caso de El resplandor, Kubrick hizo una historia completamente diferente de la que escribió Stephen King”, dice. “Tanto se corrió del original, que King estaba increíblemente enojado por eso.”

El autor de best-sellers Robert Harris vio varios de sus libros adaptados para el cine, como Fatherland, Enigma, El escritor oculto (dirigida por Roman Polanski) y Pompeii, que se estrenará en 2011. Para él, incluso el control autoral de la película o el guión no garantiza un final feliz. “Incluso si uno escribe el guión, todavía puede sorprenderse por el resultado. No sabés qué esperar, porque hay tanto en juego, la edición, la actuación, el ritmo, que determina el éxito de una película... El guión en sí no es una guía por la cual se mueve el film. Podés tener un buen guión y una mala película.” Aunque está muy conforme con el tratamiento que le dio Polanski a The Ghost (“El es un director muy literario, fue muy leal al libro”), Harris cree que el mayor problema con las adaptaciones surge de la incapacidad de los directores para identificar qué es lo que hace que un libro funcione. “Normalmente, los libros funcionan por razones particulares. Me asombra cuán a menudo lo que hace funcionar a un libro es quirúrgicamente removido en el proceso de hacer la película. Tenés suerte si conseguís un director o guionista que trabaja sobre lo que realmente es bueno del libro. La gente que va a ver una película es muy diferente de la que lee el libro.”

El escritor oculto fue vista por diez millones de personas: muchas más que las que compraron el libro.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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Harry Potter es el ejemplo más rotundo de la adaptación múltiple convertida en negocio.
 
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