Miércoles, 2 de marzo de 2011 | Hoy
CINE › NICOLáS GOLDBART HABLA DE FASE 7, SU óPERA PRIMA
El cineasta da cuenta en su película, que se estrena comercialmente mañana, de los efectos sociales que provocó la pandemia de la gripe A. Lo hace en tono de comedia negra. “La idea era llevar todas las situaciones a un nivel de absurdo”, destaca.
Por Oscar Ranzani
Postales de la temperatura social en plena psicosis colectiva. Eso es lo que describe Nicolás Goldbart cuando se le pregunta por el efecto de la pandemia de la gripe A, que lo impulsó a elaborar su ópera prima, Fase 7, que se estrena mañana. Su film fue presentado por algunos medios como “la película de la gripe A”, aunque es mucho más que eso. “El guión lo escribí en plena epidemia. Fue directamente el disparador”, reconoce Goldbart, que tiene una amplia trayectoria como montajista de cineastas como Pablo Trapero, Damián Szifrón, Ulises Rosell y Rodrigo Moreno, entre otros. Goldbart recuerda que cuando el clima apocalíptico se había introducido como una membrana en la sociedad argentina, algunos amigos suyos que estaban por ser padres prácticamente se habían atrincherado en sus casas con sus mujeres embarazadas. O cuando él mismo estaba en un consultorio médico, comenzaba a toser y, entonces, algunos pacientes se levantaban y se iban. Pero va más lejos cuando señala el episodio sucedido en Mendoza, cuando apedrearon un micro porque adentro había un pasajero que podía llegar a estar infectado con el virus. “Me parecía que había un elemento de comedia para explotar en todas las situaciones de paranoia que se estaban produciendo”, comenta Goldbart, quien reconoce que si bien él mismo se cuidaba como todos, “pasaban cosas que bordeaban lo absurdo”, como para desarrollar en su primer largometraje.
Fase 7 se vio por primera vez en la Competencia Oficial del último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. “Era un alien entre las demás. Es una película muy poco festivalera, salvo su presencia en Sitges, que es un festival más de género”, explica el director, aunque en los hechos su largometraje se vio a sala llena y tuvo en su momento buena aceptación de la crítica. Fase 7 tiene un elenco encabezado por Daniel Hendler, Federico Luppi, Jazmín Stuart y Yayo Guridi. Coco (Hendler) y su mujer Pipi (Stuart) son una pareja feliz y están esperando un hijo que nacerá dentro de dos meses. Pero al llegar a su nuevo departamento se enteran de que el edificio fue puesto en cuarentena porque un virus mortal está amenazando la ciudad. A partir de ese momento, Fase 7 muestra las distintas conductas de los vecinos, muchos de los cuales se convierten en enemigos de quienes viven a su lado. Con un tono semejante a La comunidad, de Alex de la Iglesia, y con una influencia del cine de John Carpenter, Goldbart logra una película cargada de humor negro que combina lo fantástico con la acción y el terror apocalíptico. Párrafo aparte merece la gran actuación de Luppi, en un rol que tiene más de villano que de víctima.
–¿Fase 7 lleva al extremo el clima apocalíptico que suele adueñarse de las sociedades en una pandemia?
–Se puede decir eso. Lleva a nivel de absurdo todo lo que podría pasar en una hipotética situación apocalíptica. Pero esa situación se da. En algún momento el absurdo desaparece y se transforma en algo concreto y real. Pero la idea era llevar todas las situaciones a un nivel de absurdo.
–¿Su idea fue también hacer una especie de sátira en torno del miedo al otro?
–Sí, los personajes son bastante arquetípicos de lo que uno se puede encontrar en un lugar así. Un consorcio es un universo, una pequeña muestra de una sociedad a escala. Y los personajes son bastante arquetípicos. Entonces, cada una de las posiciones están trabajadas en torno de sátiras, hasta diría las políticas, dentro de esa pequeña comunidad.
–¿En las psicosis colectivas es donde afloran las miserias humanas?
–En una situación tan extrema, en algún punto, uno defiende lo que es suyo, su familia, su entorno cercano. Es un poco un “sálvese quien pueda”. No hay una contención de afuera, un Estado o algo que ordene o que contenga. Y en una situación hipotética como ésta, cada uno va por la suya. Los personajes funcionan bajo presión, marcan una línea desde la cual dicen: “De acá no se pasa”. No sé si son miserias. Es la supervivencia.
–¿Y el deseo por la supervivencia siempre es egoísta?
–Es desesperado, no sé si es egoísta. No juzgo a ninguno de los personajes porque no me imagino en una situación semejante. No me quiero poner a decir: “Este es un miserable” o “Este es un egoísta”, porque en una situación así ni yo mismo sé qué lugar ocuparía. Eso me lo hizo ver uno de los actores, porque yo inicialmente le marcaba que el tipo era un miserable, un prepotente; es decir, todas adjetivaciones muy negativas. Y el actor me dijo: “Te quisiera ver a vos en una situación semejante, encerrado con una familia, con hijos, sin comida, durante días, sin poder salir, y que se te acaben la comida y el agua”. Entonces lo que pasa es que desaparecen todas las normas de convivencia y los códigos sociales. Y la verdad es que no sé qué es lo que puede aparecer de cada persona en un momento así.
–Si bien usted la definió como una comedia negra, ¿cómo trabajó el entrecruzamiento de géneros?
–El germen es comedia. Y la película es una comedia y aparecen otros elementos de manera absurda en la trama. Y a medida que la cosa se va tornando más seria, esos elementos empiezan a verse de otra manera dentro de la trama. Pero no es que yo hice una película de ciencia ficción y le puse comedia, sino que hice una comedia y le fui agregando elementos fantásticos. Por ahí de manera natural, porque son mis gustos personales.
–¿El uso del humor negro le servía para aligerar las conductas extremas de los personajes?
–Cuando uno plantea el tono de comedia desde el inicio, aunque después venga lo más trágico del mundo, es inevitable que todo lo que le siga esté invadido por eso. Segundo, es algo que a mí me resulta natural. En el momento de escribir no fue algo que pensara sino que me salió.
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