Mar 12.04.2011
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CINE › BAFICI > LA COMPETENCIA INTERNACIONAL, EN SU TRAMO MáS PROVOCADOR

La radicalidad en todas sus variantes

Si A espada e a rosa se revela como una delirante fábula política y The Ballad of Genesis and Lady Jaye narra una love story extrema y “pandrógina”, Household X hace de la normalidad cotidiana de una familia una forma de monstruosidad.

› Por Horacio Bernades

Dos de sus muestras más radicales presenta por estos días la Competencia Internacional del 13º Bafici. En la portuguesa A espada e a rosa, el debutante Joâo Nicolau narra, a lo largo de más de dos horas y sin preocuparse jamás por los modos convencionales de hacerlo, una historia que lleva al espectador de la comedia de pícaros al musical, de allí a una variante aggiornada del film de piratas, para derivar, a la larga, en una imprevista parábola política. The Ballad of Genesis and Lady Jaye cuenta, en poco más de una hora, la verdadera love story entre un ex señor transgénero y una ex dominatrix, cuyo sueño es convertirse en una sola entidad, mediante la cirugía. Pero si alguna forma de monstruosidad presenta la Competencia Internacional del Bafici, ésa es la normalidad cotidiana de una familia japonesa, tal como se la ve en la película de ficción Household X.

Tras eludir, en una escena cantada, la persecución de un cobrador de impuestos, un joven hijo de ricos –que tiene un gato llamado Maradona, suele usar la camiseta de Boca y de la Selección Argentina, y mira jugar a Saviola, Aimar y De María en el Benfica– se suma a los tripulantes de una carabela como las de Colón, grupo de entusiastas jóvenes piratas. Para amenizar las largas horas muertas de navegación, los neopiratas cantan en un idioma desconocido, inventan canciones picarescas, hacen representaciones teatrales y sostienen conversaciones físico-astronómicas. En ellas hacen mención a cierta sustancia milagrosa llamada Plutex, posible equivalente de la piedra filosofal del alquimismo. Cumpliendo órdenes de su líder, un tal La Rosa, secuestran a una serie de jóvenes, llevándolos –con intenciones según parece muy perversas– al paraje africano en el que La Rosa reina con modales de sofisticado manipulador. ¿Una historia política del siglo XX en clave de parábola naïf?

Formado junto a su compatriota Miguel Gomes (ganador del Bafici 2009 con Aquele querido mes de agosto), la mezcla de ludismo, capricho y hermetismo de A rosa e a espada recuerda sobre todo a la ópera prima de Gomes en el largometraje A cara que mereces, visto también en el Bafici 2009. La de Nicolau es la clase de película que puede pasar, en cuestión de segundos, de lo inescrutable a lo asombroso y de lo asombroso a lo desternillante, como cierta secuencia de animación que narra un viaje transcontinental con la más primitiva técnica de cartón, plastilina y stop motion. Una película muy Bafici, en otras palabras. En algún momento de su vida, el artista under y músico industrial Neil Andrew Megson dejó de llamarse Neil Andrew Megson y pasó a llamarse Genesis P-Orridge. En algún otro momento dejó de ser la entidad que era y pasó a convertirse en algo que él mismo no sabe lo que es. Y de eso se trata.

Cuando conoció a la ex dominatrix Lady Jaye, Genesis ya se travestía. Desde ese momento no se abandonaron más, incluyendo un casamiento en el que Genesis se vistió de novia y Lady Jaye, de novio con bigotes. Genesis dice haber basado su música (los grupos under Throbbing Gristle y Psychic TV, sobre todo) en la técnica de cut up, que William Burroughs –que supo ser su amigo y mentor– sistematizó para la literatura. No sólo la música: la propia invención de la “pandroginia”, consistente en fusionarse por vía quirúrgica con el ser amado, hasta devenir una entidad nueva (idea muy cronenbergiana, por cierto), no es otra que la más literal aplicación de la técnica de cut up. Con total coherencia, la realizadora francesa Marie Losier –a cuyos cortometrajes el Bafici dedicó un foco, el año pasado– recurre al cut up para contar la historia de P-Orridge.

Como sus protagonistas, The Ballad... es un objeto mutante, sin forma fija, que apela al más crudo cine directo y a las más variadas fuentes visuales (fragmentos en 16 mm y daría la impresión de que hasta en Super 8, digital, fotos fijas) para armar una cosa distinta, que tiene tanto de collage como de documental, de ensayo punk-trash y love story de amor absoluto, de performance vanguardista y melodrama clásico. Si A espada e a rosa y The Ballad of Genesis and Lady Jaye buscan reemplazar la normalidad cinematográfica por algo en estado de formación, Household X busca hundir al espectador en una normalidad tal que termine mostrando lo monstruoso de su condición. La normalidad sobre la que apunta el treintañero Kôki Yoshida (cuya previa Symptom X se había visto en el Bafici 2009) es la de una familia de Tokio que representa, claramente, la célula básica de la sociedad nipona.

Ya en la escena inicial, cuando mamá coloca un par de individuales sobre la mesa con la obsesividad del ingeniero que mide una viga maestra, no es difícil adivinar que la señora (joven, bonita, impecable) está loca. Su marido es capaz de entrar en colapso si el sistema informático de la corporación para la que trabaja responde a un password con una alarma de emergencia, y el hijo parece haberse buscado un trabajo nocturno nada más que para no ver a sus padres. Hasta ese modelo de limpieza y prolijidad que son las calles de Tokio parece una extensión del hogar. Household X es uno de esos films enteramente construidos en función de demostrar una tesis. Desde ya que lo logra, pero ni la tesis es tan novedosa, ni la forma logra liberarse jamás de la función a la que sirve.

* A espada e a rosa se verá por última vez mañana a las 14 en el Hots 3. Q The Ballad of Genesis and Lady Jaye, mañana a las 19.45 en el Teatro 25 de Mayo. Q Household X, hoy a las 18.15 en el Hoyts.

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