Domingo, 8 de mayo de 2011 | Hoy
CINE › LOS PREPARATIVOS DE ESTELA, LA PELíCULA SOBRE LA PRESIDENTA DE ABUELAS
Antes del rodaje en la ex ESMA, Susú Pecoraro y el director Nicolás Gil Lavedra comparten sus impresiones y sentimientos con la protagonista real de la historia, la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, y su hija, Claudia Carlotto.
Por Facundo García
Tiene la expresión dulce, pero interrogante. Mira como si el mundo fuera un espejo que no le devuelve la imagen esperada. Sin perder la sonrisa, Estela de Carlotto entra al set donde a partir de mañana se rodará Estela, la película dirigida por Nicolás Gil Lavedra que se estrenará en septiembre y que repasará la vida de una de las referentes ineludibles en la lucha por los derechos humanos en la Argentina. Y reconoce: por allá está el decorado que representará el living de su casa tal como era a mediados de los setenta, al lado se recreó “la habitación de las chicas”, y más allá el cuarto con la ventana que daba al patio. La titular de Abuelas de Plaza de Mayo no se detiene en ningún punto específico. Camina sin descanso y no es necesario preguntarle por qué: el recuerdo de Laura –su hija desaparecida– y el de su nieto Guido –uno de los quinientos niños apropiados por la dictadura– abren un hueco en el centro del sala.
La fuerza que se precisa para hacerle frente a ese vacío justificaría por sí misma el film. Encima, el rodaje se desarrollará en el edificio de la Unesco, ubicado en la Ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Serán tres semanas de filmación ahí y tres en exteriores; y en la planta baja ya abundan pruebas de que la producción avanza a toda máquina desde hace más de un mes. La “Estela del cine” será Susú Pecoraro que, después de un abrazo afectuoso, confiesa estar preocupada por la diferencia de estatura. “No te hagás problema, nena –la tranquiliza Carlotto–. Yo siempre me paré derecha. Y si me hacés salir más alta, mejor.”
–¿Qué tienen en común Carlotto y Pecoraro?
Estela de Carlotto: –Con Susú tenemos un vínculo sorprendente, sobre todo en los pequeños detalles. Hay fotos de la época en las que ella está vestida igual que mi hija Laura. Incluso su mamá le hacía los pulóveres basándose en los moldes de las revistas Burda, como yo se los hacía a mis chicos. Son ejemplos minúsculos que vamos acumulando. Estamos milagrosamente conectadas.
Susú Pecoraro: –Ultimamente me despierto pensando en Estela todos los días. Intento imaginar cómo se las arreglaba en aquella época para ir de La Plata hasta Buenos Aires a pedir por su hija y por su nieto. Me levanto y trato de hacer lo que ella habría hecho. Preparar algo de de-sayuno, dejarle listo el almuerzo a su marido, salir rapidito a tomar el colectivo o el tren. Y ahora que empiezan los días fríos, pienso en ella durante los inviernos, yendo y viniendo sola para ver si había novedades. Cuando llega la noche entro a casa preguntándome qué le diría a su esposo, qué miradas compartirían. Quiero decir que en esta película ningún dato es solamente un dato. La estoy viviendo, y desde esa intimidad compartida admiro a Estela cada vez más.
Por mucho tiempo Carlotto se negó a que se rodara un largometraje alrededor de su persona. La madurez fue haciéndola cambiar de opinión; y Pecoraro está convencida de que la suma de coincidencias que terminó juntándolas no es azarosa. “Algo debe estar moviéndose. Fijate que yo pasé mi infancia en Saavedra y el primer día de exteriores lo vamos a hacer exactamente ahí, a una cuadra de mi primera casa. Voy a hacer de Estela en una esquina en la que debo haber ido a jugar mil veces.”
–Ustedes han representado y representan la figura de la mujer que toma las riendas de su propia historia. Sobre la valentía de Estela no hay mucho que agregar, y papeles como el de Camila marcaron un hito en la manera de entender el rol femenino. ¿Creen que esta reunión tiene que ver con un “espíritu de época”?
C.: –El cambio de rol de las mujeres no es nuevo ni pertenece a la Argentina. En los setenta, mis hijas ya eran independientes, autónomas y decididas...
P.: –Yo intuyo que el poder de lo femenino se manifiesta en el acto de unir. Las Abuelas están haciendo eso. Reconstruyen sin dejarse invadir por los rencores. ¿Sabés por qué las banco? Porque si pienso en las mujeres de mi familia –en mi vieja, suponete– siento que ella habría hecho lo mismo. Por eso ésta no es una película de un bando o de un gobierno. Es de todos y es para seguir reparando lazos rotos.
La dupla avanza entre las perchas del vestuario. En una de las paredes hay fotos clasificadas según el año. Estela en el ’76, en el ’77, en el ’78, en el ’81, en el ’85, y así. Los colores se modifican, los peinados varían, pero la elegancia es el denominador común. A Carlotto se le ilumina el semblante cuando descubre que la producción encontró las prendas exactas para que Pecoraro se le asemeje en la pantalla. “Mirá –le muestra, didáctica–. Yo a estos saquitos los usaba así, y si podía los combinaba con unos zapatos al tono. ¿Ves qué bonito queda?”
Cosa rara. Al menos esta mañana, no se percibe la tenaz nube de tristeza que merodea cuando el otoño alcanza los parques de la ex ESMA. A lo mejor se debe a que el equipo de filmación está integrado por una mayoría de jóvenes. De hecho el director, Nicolás Gil Lavedra, tiene sólo 27 años. Sin embargo, hace cinco que está obsesionado con el rodaje: “Siempre me interesó el tema. Mi papá –el jurista y diputado Ricardo Gil Lavedra– integró el Tribunal del Juicio a las Juntas y al trabajar como asistente social en Tribunales, mi mamá participó de las primeras restituciones que consiguieron las Abuelas”, recuerda Nicolás. Ahora el contexto es otro, aunque la responsabilidad histórica es la misma. “El cine nacional eligió un foco al analizar la dictadura. Acá vamos a intentar modificar ese foco. Queremos acompañar a esta maestra de colegio que tenía cuatro hijos y a la que las circunstancias obligaron a transformarse en lo que es actualmente”, puntualiza el entrevistado, que ya tanteó la problemática de los nietos restituidos en Identidad perdida, un cortometraje que contó con la actuación de Norma Aleandro.
De modo que más que “representar” a Carlotto, la meta es transmitir el espíritu de su gesta. Por eso Gil Lavedra aclara que no se tratará de una película “política” en la acepción clásica del término. “A través de esta señora podemos reivindicar rasgos de lo humano que cada uno de nosotros tiene. Si ella reaccionó al autoritarismo de la dictadura, nosotros no tenemos excusas para no actuar contra las injusticias que nos rodean”, resalta el director. Su lente, anticipa, se concentrará en lo pequeño. “Es que si partimos de lo chiquito vamos a darle dimensión a todo el camino –argumenta–. ¿Para qué fabricar una estampita? No: vamos a contar cómo Estela apoyó los bombardeos del ’55 y cómo tuvo ganas de dejar Abuelas.”
Quien aspire a revisitar en clave audiovisual la dictadura y sus derivaciones deberá sortear múltiples dilemas. Es que el asunto se ha abordado tanto, que el ida y vuelta hizo sedimentar un profuso inventario de lugares comunes. El Falcon verde como comodín, el policía bigotudo que usa lentes, el joven despistado que en nada se parece a un militante y tantos otros símbolos añejos son obstáculos a esquivar. María Laura Gargarella –responsable del guión, en coordinación con Jorge Maestro– se hace cargo de la dificultad. “En esta tarea de contar algo nuevo nos sirvió mucho haber encontrado una noticia en Página/12 que hablaba del archivo biográfico que preparan las Abuelas. A cada nieto le corresponde una caja donde hay datos sobre su origen. Y no se trata de información administrativa, sino de entrevistas a los amigos y familiares, para que la persona que vaya a consultar el material sepa realmente de dónde viene.”
A partir del archivo biográfico que corresponde a Guido, el equipo de guionistas intentó reconstruir el día a día de los Carlotto para relatar cómo una docente común y corriente, Estela, devino activista de renombre mundial. Hubo entrevistas previas con Claudia, Remo y Kivo –los hijos que quedaron– y así se fueron revelando aristas poco conocidas de la protagonista. Dice Gargarella: “Descubrimos cómo era ella cuando estaba de entrecasa. Estudiamos sus contradicciones, y encontramos que en muchos sentidos se acercaba a cualquier argentino o argentina, lo que les da un valor especial a sus logros”.
Cerca de la salida anda Claudia, la otra hija de Estela. Conversa con quien la interpretará ante las cámaras, Laura Novoa. “Tengo los pelos de punta –se sincera a media voz–. Recién el director de arte me mostró cómo habían montado ‘mi cuarto de la infancia’. Lo hicieron exactamente igual... ¡hasta con los acolchados idénticos!”. Laura y Claudia están sintonizadas. Se nota que el caudal de admiración circula en ambas direcciones. “Una mina que además de tener seis hijos se exilia y vuelve es fuerte en serio”, recalca Novoa. Para la actriz, contactarse con esas energías no sólo es “un deber de ciudadana” sino “una gran oportunidad vital”. No está sola. Comparten su entusiasmo numerosos militantes y nietos que confirmaron su deseo de aportar lo suyo e inclusive actuar.
La charla se interrumpe cuando, a minutos del mediodía, la abuela más respetada del país se sitúa en el centro de una ronda de pibes y pibas. “Vengan –convoca–. Aquí, entre nosotros, yo siento que flota el cariño. Cultivemos esa amistad en medio de este lugar tan siniestro. Si lo conseguimos, estaremos colaborando para que el bien triunfe sobre el mal.” Tras pronunciar esa frase, Estela de Carlotto sale otra vez a las calles, para continuar exigiendo justicia.
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