CINE › JUANA SAPIRE PRESENTA UNA RETROSPECTIVA DE RAYMUNDO GLEYZER
Viuda de Gleyzer y sonidista de sus películas, repasa los métodos y los recursos que hubo que poner en juego en momentos turbulentos de la historia argentina reciente. “Hacíamos cine para despertar conciencia y eso sigue siendo actual”, dice.
› Por Oscar Ranzani
“Está claro para nosotros que el cine es un arma de contrainformación. No un arma de tipo militar. Es un instrumento de información para la base. Ese es el otro valor del cine en este momento de la lucha. Es así como nosotros entendemos que el cine es un arma.” Así pensaba el realizador Raymundo Gleyzer, creador de clásicos del cine político como Los traidores y fundador del Grupo Cine de la Base, que buscó llevar sus producciones a escuelas, universidades, villas y fábricas, porque entendía que el cine era una herramienta poderosa para la transformación política y social. Secuestrado por un grupo de tareas el 27 de mayo de 1976 y desaparecido por la dictadura, Gleyzer dejó una obra que aun hoy es motivo de análisis y marcó un estilo de documentar la realidad de una época turbulenta. “En aquel momento, nosotros hacíamos cine para aportar desde nuestra ideología y desde nuestros principios lo que creíamos conveniente para despertar conciencia. Todo eso es ahora tan actual como era antes”, asegura su compañera de vida Juana Sapire, que fue la sonidista de sus películas. Sapire viajó a la Argentina para presentar una retrospectiva de Gleyzer todos los jueves de mayo en el Centro Cultural de la Cooperación (ver aparte) y para dictar un seminario sobre el director de Ni olvido ni perdón y el Cine de la Base (también en el Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543) el 23 y el 24 de este mes.
Raymundo Gleyzer había estudiado seis meses en la Facultad de Ciencias Económicas, pero pronto se dio cuenta de que no era lo que más le interesaba. Fue entonces que decidió cambiar de vocación y comenzó a estudiar cine en la Universidad de La Plata. Posteriormente, trabajó en el noticiero Telenoche, que por entonces conducían Mónica Cahen D’Anvers y Andrés Percivale. Entre sus trabajos, se destacó el informe especial “Nuestras islas Malvinas”. “El trabajaba en una época en que el noticiero estaba dirigido por Tomás Eloy Martínez, periodista de estirpe, de inteligencia, de mucho conocimiento del tema”, comenta Sapire. Y agrega que Raymundo “tenía muy buena cámara y una sensibilidad especial”. Además, otra de sus características era que no se quedaba sentado esperando que le indicaran un trabajo, sino que proponía notas especiales. “Y fue así como le pidieron permiso a la reina de Inglaterra para pisar las Malvinas. La reina mandó el permiso, pero sólo para una persona. Y Raymundo se colgó la cámara, yo le di mi equipo de sonido, y partió solo a las Malvinas.”
En 1971, unos años después, Gleyzer filmó uno de los títulos que se volverían clásicos: México, la revolución congelada, donde establecía un análisis de la realidad mexicana a partir de la rebelión que marcó un antes y un después en la historia latinoamericana del siglo XX. “Con Raymundo dijimos: ‘¿Cuál es la revolución más importante del siglo en América latina?’ Empezamos a investigar y llegamos a la conclusión de que era la de México, porque es la de Pancho Villa, la de Zapata”, subraya Sapire. Y narra la génesis del proyecto: hacía dos años y medio que la pareja viajaba por distintos países de Europa conociendo lugares históricos y ofreciendo sus trabajos audiovisuales como medio de subsistencia (Sapire cuenta que Gleyzer era un auténtico enamorado de los viajes). Estando en Londres, conocieron a Bill Susman. “Nos invitó a su casa y nos alojó como si fuéramos su familia. Y entre Bill y Raymundo empezaron a tramar lo de México”, recuerda Sapire. Luego Gleyzer lo llamó a Humberto Ríos y le dijo: “Negro, ¿querés venir a hacer la cámara a México con tu mujer?”. La pareja aceptó. “Y nos encontramos en México”, relata Sapire. “Nos pusimos a investigar durante meses y meses y nos conectamos con Paul Leduc, un cineasta mexicano excelente y culto, y él nos acompañó manejando el coche en gran parte del rodaje de la película.”
Dos años después, Gleyzer se interesó por primera y única vez en la ficción: Los traidores, largometraje emblemático del cine político que narra la corrupción de un sindicalista que, como el título indica, termina traicionando a los trabajadores que decía defender. En relación a lo que pensaba Raymundo Gleyzer, Sapire sostiene que Los traidores “reflejaba la lucha del sindicalismo por no bajarse los pantalones por un millón de dólares ni por tres ni por cinco, de que la base es la única que sabe cómo manejar una fábrica, de que no tenés que tener un chupasangre que te saque la sangre y te haga enfermar. Ortega Peña decía que solo el pueblo salvará al pueblo. ¿Quién te va a salvar? ¿A quién le importa el pueblo? Al pueblo mismo. Entonces, la ideología de Raymundo es la de que hay que organizarse, que hay que luchar, que el patrón no es invencible y que con las fuerzas de los propios obreros se puede dirigir la fábrica, se puede sembrar para comer, no hay que depender de una fuerza enorme que parezca imposible de vencer. Sí se puede vencer”.
“El Cine de la Base se reunió más que nada en torno de Los traidores, porque fue un poquito antes de eso, pero Los traidores fue lo que cohesionó al grupo”, admite Sapire. Dentro del grupo estaban los que filmaban, pero también “había que proyectar las películas, conseguir el proyector, el auto, tener el contacto con la villa, la escuela, etcétera, para mostrar las películas y charlar con la gente”, recuerda Sapire, ya que la idea era llegar a las personas que no podían ir al cine a pagar una entrada. “Entonces, había que llevar el cine a los obreros. Incluso, llevábamos películas que no eran de nuestra producción, como por ejemplo Operación Masacre, de Jorge Cedrón, o las películas de Enrique Juárez. O sea, de los compañeros de la izquierda, porque también colaborábamos.”
De aquella época sobresalen dos trabajos: Swift (sobre el secuestro y la liberación del cónsul inglés en Rosario, representante del frigorífico) y Ni olvido ni perdón (este último con testimonios de los presos políticos antes de producirse la Masacre de Trelew). Estos dos trabajos fueron editados por Gleyzer con material de archivo. “En aquella época, el Ejército Revolucionario del Pueblo dejaba sus comunicados escritos, por ejemplo, detrás del espejito del bar La Paz, y entonces llamaban a los periódicos y les decían: ‘Dejamos el comunicado en tal lado’. Entonces, Raymundo dijo: ‘Por qué no hacer los comunicados filmados?’. El también conseguía material de la televisión, con la idea de compartir las cosas y de que los que pensábamos igual teníamos que ayudarnos. Entonces, él les decía: ‘Necesito tal material fílmico’ y se lo brindaban, porque tanto en Swift como en Ni olvido ni perdón nosotros no filmamos”, sostiene Sapire.
* Jueves 12 de mayo a las 20.30: Los traidores (1973).
* Jueves 19 de mayo a las 20.30: México, la revolución congelada (1971), Ni olvido ni perdón (1973).
* Jueves 26 de mayo: Ceramiqueros de Tras la Sierra (1966), Nuestras islas Malvinas (1966), Nota especial sobre Cuba (1969), Swift (1971).
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