CINE › INCENDIES, SOBRE CRISTIANOS Y MUSULMANES EN EL LíBANO
› Por Horacio Bernades
La mayor originalidad de esta coproducción entre Canadá y Francia –nominada al Oscar al Mejor Film en Lengua no Inglesa 2011– es hacer foco no en la guerra árabe-israelí, sino en una más intestina e igualmente feroz: la librada, en Medio Oriente, entre cristianos y musulmanes. Guerra que, tal como la película muestra, tiene sus raíces en el prejuicio racial, artículo no precisamente escaso en la zona. El problema es la forma elegida para mostrarlo, haciendo nudo en un culebrón familiar desvergonzadamente sensacionalista. Tema que se impone investigar, el de la absorción, por parte del cine alguna vez llamado de qualité –que si de algo se cuidó siempre fue de lesionar el así considerado “buen gusto”– de elementos propios del trash, el culebrón, el más desaforado cine de explotación.
Dirigida por el canadiense Denis Villeneuve y basada en una obra teatral del libanés (radicado en Canadá) Wajdi Mouawad, Incendies se cuida de no dar nombre al territorio al que alude. Sin embargo, tanto la procedencia del autor como el conflicto en sí (en ningún país de la zona cristianos y musulmanes se enfrentaron jamás con el grado de virulencia con que a partir de los años ’70 lo hicieron allí) hacen pensar en El Líbano. El relato enlaza dos tiempos: un presente en el que dos hermanos reciben un encargo póstumo de su madre, y el pasado de aquélla, que la hija evoca en el curso de su viaje por Medio Oriente. El testamento que Nawal Marwan (Lubna Azabal, vista en Exilios y Paradise Now) lega a los hijos incluye dos cartas, que deberán ser entregadas en mano a los destinatarios. Uno es su padre, al que creían muerto; el otro, el hermano que no sabían que tenían.
Simon (Maxim Gaudette), que no se muestra particularmente conmovido con la muerte de su madre, no está dispuesto a cumplir con un último deseo demasiado comprometedor. No es el caso de Jeanne (Mélissa Désormeaux-Poulin), que en Medio Oriente reconstruirá, gracias a los testimonios de quienes la conocieron, el terrible destino de Nawal, segregada por sus vecinos musulmanes por haber cometido la herejía de tener un hijo con un cristiano. Como ella deviene guerrillera musulmana, más tarde serán los cristianos los que la vejen sostenidamente en prisión. Su torturador, llamado especialmente para hacerse cargo de esa tarea, es un personaje clave tanto del pasado de Nawal como de su futuro. Hay algo de la teoría de los dos demonios en la muy alegórica doble pesadilla que Nawal ha debido afrontar, antes del alivio del exilio. Y es de una peligrosa superficialidad política la idea de una mujer que se hace guerrillera para cumplir con una venganza personal.
Pero eso tal vez sea lo de menos. A lo largo de las más de dos horas de metraje, este film largamente premiado (por los críticos cinematográficos de Vancouver, en la Semana Internacional de Cine de Valladolid) y ensalzado (“magistral, extraordinario, ineludible, impresionante, demoledor”, son calificativos críticos que recoge la gacetilla de prensa) no ahorra escenas como la de la ejecución de un niño por la espalda, rocambolescas vueltas de la vida que ya ni las tiras televisivas se permiten, o ideas dramáticas como que el hijo sea, durante años y sin saberlo, el violador de su madre. Teniendo en cuenta los incendios críticos que Incendies ha provocado, es de esperar que ningún crítico extranjero haya comparado al muchacho con Edipo.
5-INCENDIES
Canadá/Francia, 2010
Dirección: Denis Villeneuve.
Guión: D. Villenueve, sobre pieza de Wajdi Mouawad y con asesoramiento de Valérie Beaugrand-Champagne.
Fotografía: André Turpin.
Intérpretes: Lubna Azabal, Mélissa Désormeaux-Poulin, Maxim Gaudette, Rémy Girard y Abou Tarek.
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